La humanidad deberá aprender a construir vías de pensamiento por medio de las cuales la verdad reconstructora y regenerativa del ser — la luz divina — pueda llegar a la consciencia humana. Muchas de estas vías de pensamiento tienen que ver con los afectos: con la gratitud, compasión, humildad, ternura, bondad. Cuando la verdadera idea de Dios como Amor infinito y del hombre como la semejanza del Amor halla acogida en la consciencia individual, sana los males humanos y nutre y hace florecer la necesaria redención individual. “Preparad el camino del Señor” (Mateo 3:3), exhorta la Biblia a sus lectores.
Vemos, entonces, que es importante que la gente vigile constantemente sus pensamientos y mantenga abiertos estos canales mentales, porque el descuidar esto pone en peligro la salud, la armonía y la felicidad.
Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, Ciencia que explica las enseñanzas de Cristo Jesús, escribe:
“El pensamiento benigno de Jesús, encontrando expresión en palabras tales como: ‘No os afanéis por vuestra vida’, sanaría a los enfermos, y así les capacitaría para elevarse por encima de la supuesta necesidad de afanarse por el estado corporal y de medicinarse; mas si falta el afecto sincero, y si se desatienden el sentido común y los sentimientos humanitarios naturales, ¿qué cualidad mental queda para evocar la curación del brazo extendido de la justicia?” ( Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 365).
La luz sanadora de la Verdad está libre para operar en la consciencia individual cuando uno expresa el amor que es inherente a las cualidades morales. Sí, la expresión de los sentimientos — de la esperanza, la fe, el amor — constituye oración verdadera. Debido a que, de acuerdo con la Ciencia Cristiana, la naturaleza de los males es mental, ellos pueden ser eliminados por medio de tal oración activa. Ciencia y Salud declara en la página 4: “Más que nada necesitamos la oración del deseo ferviente de crecer en gracia, expresándose en paciencia, humildad, amor y buenas obras”.
Algunas de las características que obstaculizan los canales del pensamiento, por medio de los cuales la idea espiritual del ser penetra en la consciencia, son la obstinación, la dominación personal, el egoísmo, y la indiferencia hacia los sentimientos de aquellos que nos rodean. Nuestros afectos deben fluir libremente. No debemos limitarlos. Y, por cierto, no deberíamos permitirnos el descuidar nuestras obligaciones humanas.
En lugar de recurrir a la dominación para dirigir nuestros asuntos y evitar la resistencia, debemos utilizar las energías gobernantes de la Verdad, la cual es Dios. Podemos admitir la luz de la Verdad en la consciencia no sólo expresando bondad sino también reconociendo la Verdad — por medio de la afirmación de que Dios es Amor y Mente, la única Mente verdadera, y que el hombre es la semejanza del Amor. Cuando la Verdad penetra en la consciencia, los resultados son maravillosos en todo sentido. Corrige las condiciones desarmoniosas y nos capacita tanto a nosotros como a los que nos rodean para reconocer y expresar más fácilmente la verdadera individualidad del hombre.
Debemos equiparnos con toda la suavidad y el tierno afecto que son vías de la Verdad sanadora y regeneradora. Nuestra naturaleza requiere de nosotros amar; nuestras familias y vecinos necesitan nuestro cariñoso interés y nuestra bondad. En suma, los afectos son las vías para nuestra propia salvación individual y ellas contribuyen a la salvación de toda la humanidad.
¡Oh, cuánto amo yo tu ley!
Todo el día es ella mi meditación...
Lámpara es a mis pies tu palabra,
y lumbrera a mi camino...
Mi corazón incliné a cumplir
tus estatutos
de continuo, hasta el fin.
Salmo 119:97, 105, 112