Mucho del mal funcionamiento físico que sufre la humanidad, tiene su origen en un concepto material de acción. La fisiología enseña que el cuerpo humano es una intrincada maquinaria animada y controlada por una mente personal cuya acción es en sí misma una función orgánica. Considera que todo movimiento o actividad del cuerpo tiene su origen en el cerebro, el que por medio de impulsos eléctricos impele las diversas funciones y movimientos del cuerpo. Muy a menudo este dominio consciente del cerebro pierde control efectivo sobre el cuerpo, y éste, por sí solo, parece desarrollar anormalidades o tendencias degenerativas. A estas mutaciones se las llama enfermedad, y todas y cada una de ellas indican alguna forma de acción defectuosa.
Los sistemas curativos, pese a los móviles humanitarios de los médicos, han fracasado en su esfuerzo por destruir la acción morbosa del cuerpo mortal. Después de siglos de constantes cambios en teorías y técnicas, los mortales aún continúan siendo esclavos del cuerpo y de las creencias erráticas que parecen gobernarlo.
Durante los últimos cien años la Ciencia CristianaChristian Science: Pronunciado Crischan Sáiens. ha tenido un éxito notable en la curación de toda clase de enfermedades. Ofrece una liberación segura y positiva tanto para los desórdenes funcionales como para los orgánicos cuando sus enseñanzas se aceptan con amplitud de criterio y se satisfacen sus demandas de regeneración espiritual.
Esta Ciencia ataca el error fundamental que declara que la materia es substancia, que es sensible e inteligente y que se vivifica a sí misma. Prueba, además, por medio de millares de demostraciones prácticas, que la materia, en todas sus fases, es una ilusión mesmérica, un sueño de los sentidos inducido por la ignorante manera de pensar material. El cuerpo material no es, entonces, el hombre real. Es un concepto falsificado del hombre, y la actividad morbosa de este llamado cuerpo es tan ilusoria como el cuerpo mismo. Mary Baker Eddy dice en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras (pág. 166): “Según el hombre piensa, así es. La mente es todo lo que siente, obra o impide acción. Ignorando esto, o evadiendo la responsabilidad que encierra, el esfuerzo sanativo se hace del lado equivocado, y así el dominio consciente sobre el cuerpo se pierde”.
La Biblia enseña que el hombre real ha sido creado a la imagen de Dios, y la Ciencia Cristiana revela el significado profundo y práctico de este hecho. Confirma las enseñanzas de Cristo Jesús de que Dios es Espíritu y, por consiguiente, deduce que el hombre tiene que ser la imagen del Espíritu. El hombre tiene que ser el reflejo, la expresión o actividad de la Mente divina única. El hombre real vive en esta Mente o Alma ilimitada como el estado subjetivo de esta Mente, de la cual deriva totalmente su fortaleza, vigor y actividad armoniosa.
Si la mente carnal, la cual Mrs. Eddy llama magnetismo animal, estuviera sugiriendo agresivamente la creencia general de que la acción del corazón es defectuosa, tenemos el remedio a mano. Podemos mirar más allá de esta creencia, de esta pretensión hipnótica, y denunciarla enérgicamente. Esta creencia parece ser física, pero no lo es. Es el cuadro de un sueño mesmérico y podemos negarle poder para controlar o influenciar la acción del cuerpo en cualquier forma.
Podemos ir más lejos en nuestro esfuerzo rechazando toda creencia de que el hombre posee una mente personal centrada en el cerebro, la cual puede abrigar pensamientos de temor, o ser perturbada por una disposición negativa o temperamental.
Mrs. Eddy escribe: “Las válvulas del corazón, al abrirse y cerrarse para dar paso a la sangre, obedecen al mandato de la mente mortal tan directamente como lo hace la mano, que, según se admite, es movida por la voluntad” (ibid., pág. 187). Y más adelante añade: “Toda acción voluntaria, así como la mal llamada involuntaria, del cuerpo mortal está regida por esta titulada mente, no por la materia. No hay acción involuntaria. La Mente divina incluye toda acción y volición y el hombre en la Ciencia está gobernado por esta Mente”.
Debido a que la mente humana gobierna su cuerpo, la espiritualización de esta mente actúa como un alterativo. Cuando uno reclama para sí y expresa las cualidades divinas de dulzura, firmeza, humildad, serenidad, etc., está uniéndose en calidad a la Mente divina. De una manera práctica está obedeciendo la muy amada y siempre nueva admonición de Pablo: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús” (Filipenses 2:5). El estar conscientes de que nuestra vida real está en la Mente perfecta y única y que procede de ella, imparte una profunda serenidad, una confianza sosegada en el poder y la presencia del tierno Padre-Madre, y acalla la turbulencia mental que produce la enfermedad del cuerpo.
Cuando Jesús sanó al paralítico debe de haber visto más allá del cuadro que presentaba el sueño llamado parálisis y haber percibido la verdadera identidad del hombre como la expresión sin trabas de la Vida siempre activa. Jesús dijo al paralítico: “Tus pecados te son perdonados” (Mateo 9:2). Intuitivamente Jesús percibió alguna forma de pecado en el pensamiento de su paciente y lo destruyó instantáneamente por medio de la negación de que pudiera tener realidad, y manteniendo el hecho de la intachable pureza de la imagen de Dios. El estado mental de aquel hombre, purificado por el tratamiento metafísico de Jesús, vino a ser una ley reguladora para su cuerpo y así sanó rápidamente.
Mrs. Eddy nos dice que nosotros también podemos demostrar actividad armoniosa. En la página 393 de Ciencia y Salud, escribe: “Tomad posesión del cuerpo, y regid sus sensaciones y funciones”. Y más adelante añade: “Dios ha hecho al hombre capaz de esto, y nada puede invalidar la capacidad y el poder divinamente otorgados al hombre”.