Desde que escuché por primera vez hablar de la Ciencia Cristiana en 1936, he tenido muchas curaciones, por las cuales estoy muy agradecida.
Una de las primeras fue de una neuritis al cuello. El diagnóstico de un osteópata fue que se necesitarían tris semanas de masajes y de tratamiento a base de calor para aliviar la inflamación porque ésta era muy profunda. La condición era tan dolorosa que no podía ni comer ni dormir. Entonces una amiga — aunque ella misma no era Científica Cristiana — me contó de una curación que había tenido en la Ciencia Cristiana.
Llamé a una practicista, y después que me hubo hablado acerca de la bondad de Dios, el dolor desapareció completamente. Cuando terminamos de conversar — y nuestra conversación no duró más de cinco minutos — me encontraba completamente libre.
La amigdalitis que sufría regularmente todos los años al comenzar el invierno, y que me ocasionaba muchas semanas de sufrimiento, también fue sanada. Esta curación se efectuó con dos tratamientos dados por un practicista. No he sufrido otro ataque de estos en los últimos veintiocho años.
Más adelante aprendí a rechazar el error y a reemplazarlo con la Verdad. En una ocasión sané de un resfriado muy fuerte. Esta curación se manifestó cuando reemplacé los pensamientos de rencor que abrigaba hacia un pariente, con pensamientos de amor, compasión y perdón. La curación fue instantánea y completa.
Uno de mis padres había recibido tratamiento médico para curarse de un cáncer de la piel. Cuando la misma condición pareció presentarse en mí, un gran temor me embargó y llamé a mi maestra de Ciencia Cristiana para pedirle ayuda. Se me dio tratamiento y la condición desapareció. Algunas semanas más tarde comprendí que era la palabra “cáncer” la que yo temía y que tenía que aceptar como total la curación que se había llevado a cabo. Denuncié el temor de inmediato, afirmando cada proposición de la Verdad que me venía al pensamiento. Éste fue el final del problema. No se han presentado nuevamente indicios de la enfermedad. Había quedado una pequeña cicatriz que luego desapareció.
Me siento muy agradecida por Cristo Jesús; por Mrs. Eddy; por haber recibido clase de instrucción Primaria en Ciencia Cristiana; por ser miembro de La Iglesia Madre y de una iglesia filial; y por el privilegio de servir a la Causa de la Ciencia Cristiana.
Orange, California, E. U. A.