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[Original en español]

No tengo palabras con qué expresar...

Del número de julio de 1971 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


No tengo palabras con qué expresar mi inmenso agradecimiento por la Ciencia Cristiana que Mrs. Eddy legó al mundo y por la maravillosa prueba del poder sanador de Dios que hemos tenido en nuestra familia.

Hace muchos años mi esposo sufría de una enfermedad que, según la creencia mortal, lo hubiera destinado a estar el resto de su vida en un sillón de ruedas. Según los médicos esta enfermedad era muy grave. Decían que tenía artritis deformante en las caderas y también huesos cariados. Vivía lleno de dolores y tomando drogas todos los días, pero nada de esto lo calmaba.

Al comienzo mi esposo no puso en práctica la Ciencia Cristiana. Ni siquiera por curiosidad había tomado un libro para leer sobre este tema, a pesar de yo insistir en ello. Cuando ya nada restaba por hacer en su auxilio, recibió el divino mensaje de Dios de empezar a poner en práctica la Ciencia Cristiana, y entonces todo cambió.

El trabajo seguro y eficaz de una practicista de la Ciencia Cristiana le hizo sentir seguridad en momentos de temor y le dio fuerzas para seguir luchando y así finalmente lograr la completa salud. Cuando verdaderamente se interesó por leer el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud y las otras obras de Mrs. Eddy, empezó a desvanecerse de su pensamiento el desasosiego, la amargura que caracteriza a muchos que están enfermos. Aprendemos que en la Mente divina no hay fracaso. Nosotros vimos esto manifestado cuando todo se hizo armonioso. Los síntomas de la enfermedad dieron lugar a la paz, a la alegría y a la curación total a medida que continuamos confiando en Dios como la única fuerza, el único poder y la única Mente.

Estoy sinceramente agradecida por la vida de curación vivida por Cristo Jesús; por la Ciencia Cristiana; por Mrs. Eddy; y por la practicista por su especial atención y desinterés.


Confirmo que lo que mi esposa ha dicho es verdad. Estoy agradecido.


Venid, aclamemos alegremente a Jehová;
Cantemos con júbilo a la roca de nuestra salvación.
Lleguemos ante su presencia con alabanza;
Aclamémosle con cánticos.

Salmo 95:1, 2

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