Una de las declaraciones de la Biblia más conocida y amada por los estudiantes de Ciencia CristianaChristian Science: Pronunciado Crischan Sáiens. se encuentra en la Primera Epístola del Apóstol Juan (3:1) que dice: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios”. Esta declaración significa que todos podemos contar con una rica herencia espiritual procedente del Padre, la Mente infinita. Sin embargo, tanto hombres como mujeres cuando se enteran de esta promesa por primera vez, la consideran no sólo dudosa sino hasta ridícula — ¡ pensar que cualquiera podría atribuírsela para sí!
El común de las personas está bastante consciente de los defectos y debilidades de su carácter humano. Creen que por honestidad no deben considerarse hijos de Dios porque esto implicaría un estado inmortal de perfección y bienaventuranza que humanamente ven lejos de evidenciarse.
Sin embargo, una de las enseñanzas fundamentales del cristianismo se refiere a la paternidad universal de Dios. Por lo tanto, para demostrar el poder sanador de Dios como Jesús lo demostró, tenemos que aceptar sin reservas aquí y ahora esta declaración de filiación divina, tanto para nosotros como para nuestros semejantes. Tenemos que comprender por qué podemos, con toda sinceridad, afirmar nuestra perfección inmortal y reclamar las bendiciones que resultan de nuestra íntima relación espiritual con Dios, y cómo podemos, sin hipocresía, defender firmemente esta posición, aun frente al testimonio mortal aparentemente abrumador que evidencia lo contrario.
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