Imagínese que está en la orilla de un espeso bosque, y que necesita abrirse camino para atraversarlo. Al cabo de tres días de trabajar el camino está bien adelantado. Si al cuarto día alguien le preguntara: “¿Cómo piensas seguir avanzando?”, probablemente contestaría: “Voy a quitar el siguiente obstáculo, y seguiré adelante”. Suena sencillo: la única manera de abrir camino, es avanzar. Si permanece en el área que ya limpió, por más cómodo que parezca, usted nunca va a ir hacia adelante.
Poniéndolo en términos del crecimiento espiritual, podemos decir que cada uno de nosotros ha recorrido cierto camino para llegar adonde está, y que también tiene un sendero por recorrer. Siempre tenemos la oportunidad de progresar; siempre es el momento oportuno. Y es alentador comprender que lo que parece presentarse como un obstáculo delante de nosotros, es en realidad un medio para lograr el progreso que deseamos porque cuando lo vencemos, avanzamos.
A veces ese progreso llega en formas inesperadas. Una amiga, que es bailarina profesional, le tenía terror a las audiciones; el miedo le impedía concurrir a ellas o no le permitía dar lo mejor de sí. Decidió orar, y al hacerlo, se dio cuenta de que había estado reprimiendo su individualidad. Había estado tratando de adivinar qué querían las compañías de danza, para amoldarse a ello, en lugar de ser fiel consigo misma y con su forma particular de expresarse en la danza. Ella neceistaba valorar las cualidades que expresaba, y bailar para glorificar a Dios. Con fuerza espiritual y humildad, así lo hizo.
De este modo empezó a tener estupendas audiciones, y los comentarios que recibió sobre su forma de bailar fueron magníficos. Actualmente, es maestra de danza. Pero lo más importante es que al vencer su miedo y la falta de autoestima, pudo liberarse de una relación matrimonial donde estaba sometida al maltrato. En la actualidad continúa progresando espiritualmente.
Es indudable que se requiere valor para abrirnos paso hacia nuevos horizontes; pero vivir con audacia (hablando espiritualmente) también requiere fe. Ese valor y fe están sustentados por la ley de Dios y por el amor inmutable que tiene por cada uno de nosotros. Mary Baker Eddy fue una valiente pionera espiritual, y escribió basándose en su propia experiencia en su libro Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: “Cada día nos exige pruebas más convincentes y no meras profesiones de poder cristiano. Esas pruebas consisten únicamente en la destrucción del pecado, la enfermedad y la muerte por el poder de Espíritu, como Jesús los destruía. Ése es un elemento de progreso, y el progreso es la ley de Dios, cuya ley nos exige sólo lo que podemos cumplir con seguridad”.Ciencia y Salud, pág. 233.
A veces vemos que en ciertos aspectos necesitamos crecer más espiritualmente, pero no nos sentimos inclinados a eliminar los obstáculos que bloquean el camino para lograrlo. Quizás, por ahora, queramos permanecer en el lugar al que hemos llegado, en vez de abrirnos paso para avanzar.
Pero, ¿qué nos lleva a querer detenernos, o querer retrasar nuestro progreso? En realidad, no es que lo queramos nosotros mismos, sino que estamos siendo influenciados por el materialismo. Esta influencia puede parecer como una atención excesiva por la personalidad, la participación en conflictos personales, o el estar obsesionados por el cuerpo o por el dinero. Éstas y otras tendencias materialistas, detienen nuestro progreso.
Esa resistencia al Espíritu está descrita por el término magnetismo animal. A menos que estemos alertas y nos aseguremos de no ser influidos por ese estado mesmérico del pensamiento, desistiremos de avanzar espiritualmente; y al sentir que estamos estancados, nos preguntaremos por qué no estamos creciendo como lo deseamos.
El libro Ciencia y Salud explica cómo vencer el magnetismo animal y lograr el progreso espiritual. Presenta las verdades espirituales que abren nuevos caminos y describe cómo estas verdades eliminan el temor, la falta de capacidad, la limitación y la enfermedad.
En primer lugar está la verdad respecto a Dios: que Dios, el bien, es la única causa, el único creador, el único poder y la única fuente de información veraz. Este poder causativo es el Amor divino, que crea y mantiene todo el bien para Su creación, y que expresa el bien en el hombre y en el universo entero.
En segundo lugar, está la verdad de que Dios creó al hombre como Su imagen o idea, que es la verdadera identidad de cada uno de nosotros, y por tanto refleja poder, aplomo, dominio, inteligencia, misericordia y gracia; de hecho, incluimos todas las cualidades necesarias para progresar.
Hace unos años, empecé a tener dificultad para permanecer de pie. A menos que me sentara, me sentía cada vez más mareada, y en varias ocasiones llegué a desmayarme. Cuando era necesario que estuviera de pie por unos cuantos minutos, oraba desesperadamente, no para sanarme, sino para salir del apuro. En aquel tiempo, no veía mucha posibilidad de erradicar el problema; sólo deseaba tenerlo “bajo control”.
Sucedió entonces que iban a llevarse a cabo elecciones en la filial de la Iglesia de Cristo, Científico, a la que asisto; uno de los puestos para el que podía ser elegida, era el de Primer Lector. En un principio me resistí, y pensé: “Recientemente desempeñé esa función en otra iglesia filial; además, no quiero tener que enfrentar el problema del desmayo”. Pero oré para estar dispuesta a servir en ese puesto, si era lo correcto. También me di cuenta de que ésta era una oportunidad para sanar el problema. Si sólo trataba de “controlarlo”, iba a seguir sintiéndome limitada y con temor, sabiendo que algo malo me estaba pasando. Era mejor enfrentarlo y vencerlo de una vez por todas.
Fui elegida Primera Lectora, por lo que debía conducir los servicios, que duran aproximadamente una hora, los domingos y los miércoles. En esos dos o tres meses que pasaron después de las elecciones y hasta que inicié esa tarea, oré con dedicación; pero el problema parecía enorme. Me percaté de que los síntomas aparecían no solo al estar de pie, sino también cuando pensaba que tenía que hacerlo. Por esto pude darme cuenta de que el obstáculo que evitaba mi progreso, en el fondo, era el temor; que no se trataba de un problema del corazón, de la circulación ni de ninguna otra condición física.
Durante el ensayo realizado unos días antes de conducir el primer servicio, experimenté los mismos síntomas. Llorando, llamé a una practicista de la Christian Science, y le pedí que me diera tratamiento. Cuando le dije que temía hacer una escena, interrumpir el servicio y hacer el ridículo, ella me indicó que no aceptara el temor como si fuera algo que me perteneciera.
A la mañana siguiente, regresé a la iglesia a ensayar. Parada frente al estrado, me negué a sentirme atemorizada. No estaba dispuesta a retroceder ante el progreso; sabía que podía avanzar. Pensé en el pasaje bíblico: “Todos tus hijos serán enseñados por Jehová; y se multiplicará la paz de tus hijos”. Isaías 54:13. Sabía que Dios es la única fuente fidedigna de información acerca de Su creación. Independientemente de qué motivo físico pareciera haber para que se presentara este problema, Dios nunca me había dicho que no podía estar de pie durante una hora, o el tiempo que fuese necesario. El Amor divino nunca me había dicho que tenía un problema físico que me impidiera desarrollar una actividad normal, o servir a Dios y a la Iglesia. La Verdad divina me enseñó que vivo fuera de toda condición material, que soy espiritual y libre, sana y completa, por ser la expresión de la perfección de Dios.
El estar consciente de eso, puso fin a la dificultad de forma permanente. Serví en ese puesto sin ningún problema y con mucho gozo, sintiendo amor en cada minuto de cada hora. Después, para mi sorpresa, me dieron la oportunidad de servir a Dios, a la Iglesia y a la humanidad en un nuevo puesto. Este nuevo trabajo requiere que esté de pie por mucho más tiempo, y no habría estado preparada para él, si no hubiera enfrentado el temor y no me hubiera dado cuenta de que nada puede interferir con nuestro progreso espiritual. Lo que pareció ser un obstáculo terrible y abrumador, se convirtió en un medio para lograr crecer espiritualmente.
El progreso que logramos al comprender nuestra relación con Dios, conduce a cambios notables en nuestra vida; no siempre en formas predecibles, pero siempre en aquellas que nos permiten bendecir más a los demás. Jesús una vez dijo: “Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios”. Lucas 9:62. No podemos progresar como quisiéramos, si estamos inmóviles o si miramos hacia atrás, ya sea por temor a lo que está delante o por no estar dispuestos a vencer aquello que nos lo impide. Pero si mantenemos la mira en el camino que nos lleva hacia adelante, en “el Camino” del Cristo, la Verdad, y avanzamos paso a paso, entonces, inevitablemente habrá progreso.
Aun cuando en el pasado hayamos mirado hacia atrás, incluso en el momento que acaba de pasar, ahora mismo podemos mirar hacia adelante. En este instante, tenemos la oportunidad de experimentar más del cielo que está siempre al alcance de todos.
