Esto ocurrió hace unos diez años cuando estábamos viviendo mi esposo y mis hijos en la cuidad de México. Mis hijos eran chicos, los gemelos tenían siete años y la más chiquita tenía nueve meses. El cuidado de ellos me daba mucho que hacer. Además estaba trabajando, y en esos días yo sentía bastante presión en mi trabajo. Iba a llegar un funcionario importante de la organización y yo tenía la responsabilidad de preparar todas las visitas, los documentos y todo lo que se necesitaba; y no tenía tiempo suficiente para hacerlo todo.
Al día siguiente de terminar la visita de este funcionario, me iba a Florida, en los Estados Unidos, a ver a mi mamá con dos de mis hijos. La noche de la cena de culminación, al salir, después de haber estado sentada varias horas, me encontré que tenía una sensación muy rara en las piernas.
Al llegar a Florida no podía caminar normalmente. Mi mamá me vio y me preguntó qué me pasaba, y realmente no supe qué contestarle. La condición comenzó a empeorar, se me hincharon las articulaciones en las rodillas, los tobillos y los codos, perdí fuerzas en las manos y llegué al punto en que no pude caminar. Me tuvieron que alquilar una silla de ruedas, y además sentía mucho dolor. Tuve miedo cuando vi esto, y me pregunté cómo iba a poder atender a mis hijos.
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