Hace años, en una obra de teatro representé a “la suerte”. Recuerdo que mi primera frase era: “Soy la astuta infiel que los hombres llaman ‘Suerte’; ¡ustedes me conocen bien!” He olvidado el resto de la obra, sólo recuerdo que en ella, un rey que era exageradamente pulcro deseaba casarse con una mujer que también lo fuera; pero por medio de mis jugarretas, yo lograba que lo hiciera con una sumamente desaseada. Estarán de acuerdo en que la suerte es realmente astuta. Algunas veces pensamos que la suerte nos presenta un panorama afortunado, y otras veces no tanto. Somos pocos los que no dejamos los asuntos realmente importantes a la suerte, y preferimos mantener el control y dirigir nuestro propio destino. En cambio, mucha gente cree que su vida es afectada por lo que le depara la fortuna o la suerte.
Yo creo que todo lo que sucede en nuestra vida, lo consideremos importante o no, está dirigido por una influencia divina que muchos llamamos Dios. Mary Baker Eddy escribió: “Dios es nuestra ayuda. Él nos compadece. Él tiene misericordia de nosotros y dirige todas las actividades de nuestra vida”. Significa Ciencia Cristiana. Pronúnciese crischan sáiens. La Sra. Eddy descubrió la Christian Science,La unidad del bien, págs. 3-4. que demuestra que Dios es Principio. Todos sabemos de la autoridad que el principio de las matemáticas tiene sobre los números. De manera similar, estamos bajo la autoridad de Dios, el Principio divino; y cuando sabemos esto, tenemos más claro el propósito de nuestra vida, y la vivimos sintiéndonos más seguros.
Los hechos fortuitos proyectan una sombra funesta sobre el mundo. Aunque la suerte dice que podemos tener una agradable sorpresa al ganar la lotería o al tropezar con la oportunidad soñada, también sugiere que las cosas pueden estar fuera de control: que un accidente, o cualquier otra circunstancia adversa, puede perturbar nuestra vida.
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