No son economistas de profesión, pero hablan de la economía global. Los vemos en las pantallas de televisión, en los diarios y revistas. Es la joven madre de Jakarta que no puede encontrar comida para su niñito; el obrero moscovita que necesita desesperadamente mantener a su familia abrigada en el invierno; el niño de la ciudad de Washington que todas las mañanas va con su estómago vacío a la escuela.
Esta gente parece estar bien lejos del advenimiento del Euro este mes. También parecen estarlo los movimientos del comercio internacional, los vaivenes y corridas del mercado de valores, las bolsas de cambio y tasas de empleo. Pero los economistas dicen que todos estos fenomenos están conectados. Son hebras de una red económica que se llama “globalización”.
La globalización, según los economistas, es tanto buena como despiadada. Deslumbra por sus oportunidades de progreso tecnológico, expansión industrial, distribución más equitative de la riqueza. Compensa por el abuso de los derechos humanos. Promete una paz mundial. Pero también nos hace cómplices, dicen, de la explotación de fuentes de trabajo en naciones emergentes, de desastres ecológicos, de la volatilidad de mercados y de devaluaciones drásticas de la moneda. Y por esta razón, una tercera parte de la población mundial hoy no tiene suficiente dinero.
Pero hay una cierta clase de dinero que nunca escacea. Mantiene su valor en todo momento y en todas partes. Está basado en un patrón más sólido que el oro: un patrón espiritual. Este patrón, o norma, le da un valor primario a cuestiones como la justicia, el cuidado mutuo y la igualdad de toda la humanidad. En última instancia, este patrón nos lleva a los que muchos llaman “Dios” y a las leyes con las que gobierna inteligentemente el universo.
Mary Baker Eddy pasó muchos años estudiando estas leyes universales que encontró en la Biblia. Ella compiló esta investigación espiritual en su obra Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, donde identifica como “Ciencia divina” o “Christian Science” al sistema total de las leyes de Dios. El libro explica que la aplicación de estas leyes mejora toda clase de situaciones, incluso las de carácter financiero. Tal es así que la Sra. Eddy llamó una vez a la Christian Science “el dinero del pobre”.Escritos Misceláneos, pág. 252.
¿Cómo aplicamos las leyes de Dios a la economía, y especialmente a la globalización? Se necesita orar humildemente, lo que incluye algunas ideas como éstas: Puesto que Dios es Espíritu y es Todo, la creación de Dios realmente es espiritual. Por consiguiente, los hijos de Dios son espirituales. Y todos los recursos también son básicamente espirituales.
• Dios da estos recursos espirituales a cada uno de Sus hijos, de una forma ilimitada. Nadie queda jamás excluido.
• No importa lo caprichosas que parezcan ser las fuerzas económicas globales, tienen que someterse finalmente a los recursos espirituales del bien, que son de Dios, y que hasta en los mercados imponen su supremacía.
• Es necesario que todos nosotros, como hijos de Dios, actuemos de una manera que nos apoye y beneficie mutuamente. Somos hermanos y hermanas. De modo que nos es natural reflejar los recursos espirituales de Dios, la generosidad absoluta de nuestro Padre divino.
Es verdad, requiere mucho que hacer por todos en lo que se refiere a percibir cómo estas verdades espirituales toman lugar en el mercado global actual. Aún así, en todo el mundo hay gente que encuentra la forma de solucionar su urgente situación económica por medio de la oración.
Los problemas mencionados al comienzo, como en el caso de Indonesia, Rusia y los Estados Unidos, están siendo tratados individualmente de una manera inspirada.
En Jakarta, una señora a quien conozco ora constantemente mientras busca comida para gente que la necesita, incluso para esa madre y su hijo. En Rusia, una familia está orando para comprender “cómo Dios obra”, y de esa manera ganar suficiente dinero para sus necesidades básicas, incluso gas y electricidad. “Dios es el provee”, me dijo una familia. Y en la ciudad de Washington, un hombre ocupado del comercio internacional encontró que sus oraciones por la economía global lo inspiró para trabajar como voluntario una vez por semana, brindando su atención a un joven de precarios recursos económicos. “Es algo que necesito hacer”, me comentó.
Estos son ejemplos de gente que se ayuda mutuamente, en una economía de amor y de cuidado responsable. Este concepto de economía es activado por lo que Mary Baker Eddy llamó “la moneda del amor”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 14.
Será necesaria esta clase de moneda, una moneda de valores espirituales, para estabilizar nuestras propias finanzas, y las globales, permanentemente. Esta moneda satisfará la necesidad apremiante de lo que el teólogo Hans Küng llamó una “ética global para la política y economía global”.A Global Ethic for Global Politics and Economics (New York: Oxford, 1998). La moneda del amor hará posible la globalización para los ciudadanos de mundo, y subyugará todo peligro.
