Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

COMO NOS AYUDÓ DIOS

Del número de enero de 2002 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Todo está bien

Un día tuve fiebre, y me dolía la cabeza y el estómago.

Mi mamá se acostó junto a mí. Me dijo que Dios me amaba mucho y que no me había creado para sufrir.

Le pregunté: “Si Dios me quiere, ¿por qué me duele?”

Ella me explicó que Dios no hizo la enfermedad, y que yo no necesitaba creer en eso. Yo acepté lo que me dijo. Entonces me aferré a la verdad de que Dios me creó perfecto. Él me ama mucho.

Luego mi mamá me preguntó si quería que me cantara un himno. Me cantó uno que escribió Mary Baker Eddy y que cantamos en la Escuela Dominical. Una estrofa dice: “en vez de miedo y odio, quiero amar, pues Dios es bueno y Él me hará triunfar” (Himnario de la Christian Science, Himno N° 207). Me quedé pensando en esto y me ayudó muchísimo.

Al día siguiente estuve bien, y regresé a la escuela.


Mi diente

El 3 de julio tuve una curación. Esa noche nos visitaron unos amigos. La mamá de mi amiga nos estaba leyendo el cuento de Harry Potter.

De pronto me empezó a doler mucho el diente. Entonces mi mamá vino y le conté lo que me pasaba. Ella me llevó a su dormitorio y me dijo: “Tú eres perfecta porque eres hija de Dios. Eres la semejanza de Dios, lo que quiere decir que eres como Él. Ahora dime, ¿le puede doler un diente a Dios?”

Y yo le dije: “No”. Porque yo sabía que Dios es todo el bien.

Entonces me dijo: “A ti tampoco”.

Mamá me dejó regresar a escuchar la historia. Mientras yo escuchaba, ella estaba orando por mí. Unos 45 minutos después mi diente estaba mucho mejor.

Entonces me fui sola a mi cuarto, y dije: “Gracias Dios por hacer que mi diente esté sano”.


Dios sanó mi rodilla inflamada

Hace dos años estaba jugando hockey en la calle con mi vecino, cuando me resbalé sobre el puck (disco de goma) y me caí para adelante. Me empezó a doler la rodilla, y no podía enderezar la pierna. Así que nos fuimos adentro.

Esto ocurrió cuando me estaba quedando en casa de mi vecino. Mis padres se habían ido fuera el fin de semana. Pero yo sabía que Dios estaba conmigo y me estaba cuidando.

Cuando mis padres llegaron la noche siguiente, les conté lo que me había pasado con la rodilla. Mi mamá me dijo que, aunque ellos estaban lejos de casa, yo nunca había estado separado de mi verdadero Padre-Madre, que es Dios.

Mi rodilla estaba volviendo a su tamaño normal. Pero entonces en la escuela un chico me pateó en la rodilla durante un juego de fútbol. Entonces se inflamó más y me dolía mucho. A la mañana siguiente no podía estirar la pierna, y empecé a preocuparme. Me quedé en casa y no fui a la escuela, y llamé a un amigo para que orara por mí. Leí muchos artículos para niños en las revistas de la Christian Science.

Me di cuenta de que yo estaba preocupado porque nos estábamos por mudar a otro país, y yo no quería ir. Entonces mi mamá y mi papá me dijeron que no tenía que tener miedo porque Dios sólo nos tiene preparado el bien a todos. Mi mamá oró por mí. Ella sabía que Dios me ayudaría a no tener pena por dejar a todos mis amigos.

Después que ella oró por mí, comencé a sentirme mejor. A partir de entonces, ya no me sentí preocupado de mudarme porque sabía que Dios me quería y estaba conmigo dondequiera que fuera.

También mi rodilla se desinflamó completamente, y pude jugar fútbol e ir a la escuela otra vez.


Con Dios nada se pierde

Mi familia y yo habíamos viajado en avión a Sri Lanka. Hacía tiempo que queríamos hacerlo y estábamos listos para el viaje. Pero justo la primera noche, me llevé un susto tremendo. Fui a ponerme mi aparato de ortodoncia en la boca, y no lo pude encontrar por ninguna parte. Eché al suelo las cosas de mi mochila y revisé todo muy bien. Llorando, le tuve que decir a mis padres que no lo podía encontrar.

Un poco más tarde, estaba acostada en mi cama, todavía llorando, cuando me puse a pensar en quién era yo realmente. No era una persona que se olvida de las cosas, Dios no me había hecho así. Él me hizo perfecta, y nunca enfrentaría un problema que Dios no me pudiera ayudar a resolver. Dios nunca permitiría que me ocurriera algo malo.

Dos días después, mi papá y yo fuimos en auto al aeropuerto de Colombo, para preguntar si alguien había encontrado mi aparato de ortodoncia. El taxista nos ayudó mucho. Nos esperó largo rato en su coche. También hizo algunas llamadas telefónicas para nosotros. No obstante, el aparato no aparecía por ningún lado. Yo seguía pensando que con Dios nada se puede perder. También recuerdo que leí lo siguiente: “El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana” (Ciencia y Salud, pág. 494).

Cuando terminaron las vacaciones, el mismo día que regresábamos, recuperé mi aparato de ortodoncia. Lo habían encontrado al limpiar el avión en el que habíamos viajado, y alguien lo había guardado para dárnoslo. Estoy muy agradecida por la manera en que Dios cuida de nosotros.


La ampolla desapareció

Mi nombre es Facundo y tengo 10 años. Al igual que mis hermanos he tenido muchas curaciones.

El otro día me salió una ampolla en la boca que me dolía mucho. Me costaba comer. Oré tratando de entender que Dios me hizo perfecto. Me acordé que Él me ama. Soy Su hijo y Él no causaría nada que me pudiera hacer doler.

Hablé con mi mamá. Ella estaba orando.

Luego, cuando fui a la Escuela Dominical le conté a mi maestro lo que me pasaba. Leímos de la Biblia un relato que me hizo entender que Dios me protege todo el tiempo.

Esa misma noche, cuando hablaba con mi mamá, me di cuenta de que la ampolla había desaparecido.


En medio de una tormenta

Una noche regresábamos a casa en medio de una gran tormenta. De pronto cayó un rayo, y la rama de un árbol cayó justo en frente de nuestro auto. Mi mamá detuvo el coche a tiempo.

Había un auto detrás de nosotros y otro venía en sentido contrario. Venían muy rápido. Por un minuto tuve miedo de que nos chocaran. Pero entonces mi mamá me dijo: “Dios está aquí mismo, ahora. No estamos solos”. Entonces me sentí bien.

Mi mamá comenzó a hacer sonar la bocina y hacer señas con las luces. Y los otros autos pudieron bajar la velocidad. Dimos la vuelta frente a una casa. Unos hombres vinieron a ver si estábamos bien. Luego regresamos a casa por otro camino.

Después, fuimos a ver a mi abuelita y le contamos lo que había ocurrido. Yo le dije: “Abue, ¡Dios estuvo allí, enfrente del auto!”


Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / enero de 2002

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.