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Daniel en el foso de los leones

Del número de enero de 2002 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El palacio del rey brillaba con el sol del atardecer. Adentro, la gente corría de un lado a otro haciendo lo que el rey les ordenaba.

Una de esas personas era un hombre llamado Daniel. El rey Darío le había dado a Daniel mucho poder en su reino. Él confiaba en Daniel. Daniel no sólo trabajaba mucho, sino que también era un buen amigo.

Daniel era diferente a la mayoría de los hombres que trabajaban para el rey. No le importaba tanto todo el poder que tenía. Lo que más le importaba era Dios. Daniel amaba tanto a Dios que oraba tres veces al día para agradecerle todas las cosas buenas que le había dado.

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