—¡Cuánto me gustaría saber remontar una cometa! — dijo Martín, mientras miraba a los chicos grandes divirtiéndose en el campo baldío que había cerca de su casa. Brillantes cometas de colores — azules, rojas, blancas — parecían revolotear como enormes mariposas.
—¿Te gustaría aprender a hacerlo, Martín? — le preguntó su abuelita.
—¡Claro que sí! — contestó el pequeñito —. Pero no tengo una cometa ni nadie que me ayude a construir una. A menos que... — agregó esperanzado mirando a su abuelita.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!