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La mujer y la búsqueda de PAZ

Del número de marzo de 2003 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En 1986, la Sociedad Editora de la Christian Science publicó un libro, preparado y editado por Richard Nenneman y Earl Foell, titulado How Peace Came to the World (Cómo llegó la paz al mundo). Esta obra partía de la premisa de que finalmente el mundo estaba en paz, y contenía diferentes ensayos que explicaban cómo se había alcanzado este objetivo.

Se recibieron más de mil ensayos, de los cuales se seleccionaron 49 para ser publicados. Una de las obras ganadoras pertenecía a Richard Lamm, por entonces gobernador del Estado de Colorado, en los Estados Unidos. Su propuesta decía que tras un intercambio nuclear entre la India y Pakistán el mundo había despertado a la necesidad de alcanzar la paz.

En octubre de 2002 tuvo lugar en Ginebra, Suiza, un nuevo y singular acontecimiento tendiente a traer paz al mundo.

Ochocientas mujeres líderes religiosas se reunieron en las Naciones Unidas para considerar el aporte de la mujer a los esfuerzos que se hacen para alcanzar la paz en todo el mundo.

Las delegadas consideraron ideas acerca de la paz y la forma de alcanzarla y la necesidad de resolver los conflictos por medios pacíficos. Además, compartieron ejemplos de los éxitos alcanzados por mujeres cuando las previas negociaciones habían fracasado.

La intención de las participantes no fue la de llegar a tener la oportunidad de votar en las continuas negociaciones por los conflictos mundiales, sino más bien integrarse y formar parte de ellas, con el objetivo de buscar y encontrar la paz. Se planteó la siguiente pregunta: “¿Se han puesto a disposición del proceso de paz todos los recursos posibles?”

La respuesta fue un rotundo “no”. El mensaje del encuentro, firme y claro, pero sin rencor ni posiciones radicales, fue que en la mesa de negociaciones se necesitan cualidades femeninas. Estas cualidades y aptitudes no se dividen necesariamente según el sexo. No obstante, en el mundo actual, los atributos tradicionalmente identificados con la mujer son poco empleados en los esfuerzos de paz internacionales. Esto no debería ser así.

En la búsqueda de la paz, el objetivo primordial es encontrarla, más que hallar quién nos guiará a ella. La paz del mundo y la solución de los conflictos no dependen de un determinado sexo. La creación ideal (y real) refleja la Paternidad y Maternidad de Dios. Tanto la mujer como el hombre son ideas completas y tienen todos los atributos divinos a su disposición, y los expresan individualmente.

Sobre esta base espiritual nos movemos, vivimos, trabajamos, tenemos hijos, tenemos éxito y aportamos al desarrollo espiritual de la humanidad, armados de las cualidades de pensamiento con las que tenemos que trabajar y de aquellas a las que aspiramos. El modelo de la perfección divina está siempre a nuestra disposición, y a medida que ese modelo espiritual nos guíe y alimente avanzaremos en nuestro viaje espiritual.

El aporte de la mujer a la paz es natural y necesario. Cuando algo nos hiere, a menudo es el abrazo de una madre o de un padre el que comienza a sanar nuestras heridas, ya sean físicas o mentales. ¿Quién no ha recibido este abrazo? Quizás no sea fácil definir las singulares cualidades espirituales que lo sustentan, pero su efecto se siente. Imagínese si esa capacidad de abrazar estuviera presente en la mesa de negociaciones.

La mujer merece la oportunidad de expresar sus cualidades divinas. Las mismas pueden manifestarse en ideas innovadoras, capaces de bendecir y poner fin a los conflictos. Durante el Encuentro de Ginebra, se oró audible y silenciosamente para que esa oportunidad se presente y se dejó la respuesta en manos de Dios. Seguramente vendrán nuevas bendiciones que salvarán vidas, mejorarán la productividad humana y renovarán la esperanza.

Esa nueva esperanza tomó alas hace muchos años, cuando Mary Baker Eddy definió el lugar que la mujer ocupa en la sociedad en su breve obra No y Sí, publicada en 1887: “En la ley natural y en la religión, el derecho de la mujer de alcanzar el grado más alto de entendimiento iluminado y de desempeñar los puestos más elevados en el gobierno, es inalienable, y estos derechos son hábilmente vindicados por los representantes más nobles de ambos sexos” (pág. 45).

Gerente La Sociedad Editora de la Christian Science

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