Durante ocho años estuve enferma de depresión. Si bien asistía a la Escuela Dominical, por un tiempo me resistí a recurrir a la Christian Science. Mi madre, en cambio, se aferraba a ella con la comprensión de que para Dios no hay nada imposible y que yo podía sanar de ese problema.
El tiempo pasaba y al ver que no mejoraba, comencé a clamar a Dios en mi oración sabiendo que “Nada puedo hacer por mí misma”. Incluso cuando el temor a la muerte se apoderaba de mí, le pedía a Dios que me ayudara. Fueron momentos muy difíciles. Pero mantuve la calma y poco a poco se manifestó la curación, al mismo tiempo que se producía una regeneración moral. Con la ayuda de una practicista de la Christian Science pude dejar de tomar las drogas que el psiquiatra me había prescrito. Me di cuenta de que el Omnipotente no necesita ayuda de métodos humanos para sanar. Cuando comprendí eso, tuve la seguridad de que el hombre no está separado de Dios.
Esto mismo sintió mi madre. Ella había estado muy angustiada, pero como comprendía que hay una sola Mente o Dios, afirmaba que esa enfermedad carecía de poder, origen o realidad, porque la Christian Science enseña que Dios es el único poder y de Él sólo pueden venir buenos pensamientos.
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