En los Estados Unidos, el día de Acción de Gracias es una de las celebraciones más importantes del año. Si bien sólo un par de países lo celebran oficialmente, cualquiera puede participar y dar gracias.
Recientemente he estado pensando en la relación que existe entre la gratitud y la curación, como así también entre la gratitud y el progreso. Al hacer esto me di cuenta de un detalle muy importante: la gratitud es una fuerza sanadora cuando es reconocida como el poder del Amor divino actuando en nuestra vida. Si creemos que estamos enfermos, solos, alejados del bien que otros parecen tener, o quizás sin los medios económicos para solventar los gastos básicos, expresar gratitud es lo que sana, lo que nos libera de nuestros problemas. Dar gracias es un paso sanador que levanta la niebla mental que oscurece la vida y nos muestra la evidencia de que Dios está obrando para bien en nuestra vida.
Cualesquiera sean los problemas que enfrentemos, ya sea añoranza por el hogar, presiones económicas, enfermedad, discordias en la familia, desilusiones, podemos reducirlos a una sola cosa: al falso argumento de que Dios está ausente. Se nos tienta a creer que Su ley del bien, Su ley que produce el bien, no se está cumpliendo. Esta tentación de creer que algún problema se ha adueñado de nuestra vida — y que no es más que eso, una tentación — es una negación del hecho espiritual de que Dios gobierna nuestra existencia, no de vez en cuando sino permanentemente. Es una tentación que pretende hacernos creer que el amor de Dios se ha tornado negligente o se ha transformado en ira.
La Biblia refuta esa noción. El profeta Jeremías escuchó estas palabras de Dios: “Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia”. Jeremías 31:3. El acto de dar gracias restaura nuestra consciente relación con este amor. Nos hace entender el hecho de que el cuidado de Dios nunca ha faltado, nunca ha cesado de operar y nunca ha dejado de bendecir nuestra vida. Siempre que recordamos esto, la evidencia del bien se nos torna obvia una vez más.
La experiencia demuestra que una oración de gratitud es más eficaz que una oración en la que se plantea una petición. Quizá esto sorprenda a mucha gente, pero es algo muy importante que aprender. Supongamos que un integrante de la familia no se siente bien. Una sentida oración que diga: “Dios mío, ayuda a mi hijo”, ciertamente hace bien; pero una oración que comience diciendo: “Dios ya está ayudando a mi hijo”, hará un bien mucho mayor.
El pedir a Dios que sea para alguien un poder bueno o un poder saludable no es demasiado eficaz. ¿Por qué? Porque no es una oración poderosa, no demuestra mucha confianza en que Dios pueda ayudar. Es una oración que le ruega a Dios que preste atención y que sea misericordioso y ayude.
Una oración de agradecimiento opera con más fuerza. Esta oración declara que Dios es el único poder que actúa en nuestra vida, reconoce que nadie puede estar separado de Dios. La oración que sana se basa en el entendimiento de que nuestra vida continúa originándose en Dios en este preciso instante y, por lo tanto, está a salvo y es saludable. Agradecer a Dios por Su bondad, por Su constante cuidado, es en sí una oración que, sin duda alguna, produce un efecto sanador.
Cuando Jesús enseñaba a sus seguidores a orar, les decía: “Por tanto, os digo que todo lo que pidiéreis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá”. Marcos 11:24. Él ilustró esto cuando oró por la vida de su querido amigo Lázaro: “Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado. Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera!" Juan 11:41—43.
Antes de que Lázaro saliese de la tumba, Jesús agradeció a Dios. Él sabía que Dios es la vida de los hombres, y que la vida del hombre nunca está en peligro, no se enferma, ni se ausenta por un momento. Al parecer, Jesús le estaba agradeciendo a Dios por ser la fuente de la vida de Lázaro, la fuente de vida constante e ininterrumpida; y su oración reconociendo esto, sanó a Lázaro.
Al escribir sobre las oraciones de Jesús en su libro Ciencia y Salud, Mary Baker Eddy manifestó que las mismas eran: “... profundas y concienzudas declaraciones de la Verdad — de la semejanza del hombre con Dios y de la unidad del hombre con la Verdad y el Amor”.Ciencia y Salud, pág. 12:14. Para la mayoría de nosotros parece natural agradecer después que nuestras oraciones han sido respondidas. No obstante, Jesús empezó a agradecer a Dios antes de que se manifestara la respuesta a su oración. Éste es un ejemplo importante para todos.
Jesús agradecía a Dios antes de que se manifestara Su respuesta.
Hace ya unos años, aprendí cuán importante es. Después de haber pasado necesidades durante varios meses sin ingreso alguno y sin poder pagar mis cuentas, descubrí que si bien en apariencia era pobre, espiritualmente era rico. No podía comprar comida ni pagar el combustible del automóvil, pero empecé a pensar acerca del hecho de que Dios me había bendecido con el entendimiento de la Christian Science. Ésta me estaba dando el regalo más valioso que jamás podría recibir: comprender a Dios así como entender el significado espiritual de la vida de Jesús. En el instante en que me puse a pensar acerca de mi riqueza espiritual y la forma en que mi vida era profundamente bendecida por Dios, la situación dio un vuelco completo. Después de haber estado un tiempo pensando de esta forma espiritual, recibí un llamado telefónico de alguien que quería venir a pagarme una deuda de varios meses atrás. La cantidad que me dio era muy superior a la que me debía y, de esta forma, esa misma tarde pude ir al supermercado a comprar comida y llenar el tanque de mi automóvil.
La gratitud hacia Dios nos permite apreciar Su obra. La oración de gratitud no despierta a Dios, sino que nos despierta a nosotros para poder percibir todo lo que Él ha estado haciendo. De modo que, aunque sólo un par de países celebra el día de Acción de Gracias, el poder sanador de la gratitud es un regalo para todo el mundo.