Hace aproximadamente dos años tuve la oportunidad de comprobar y entender mejor lo que dice Mary Baker Eddy en su libro Ciencia y Salud: "Tomad posesión de vuestro cuerpo y regid sus sensaciones y funciones" (pág. 393).
Regularmente, muchos tratamos que nuestro cuerpo funcione y se vea lo mejor posible: lo bañamos, lo arreglamos, lo vestimos. Pero, ¿qué podemos hacer cuando se presenta una agresión, un desafío, o una sugestión que parece salir de nuestro control? Tuve que hacerme esta pregunta y contestarla, y esto me llevó a comprender que sólo había una salida infalible, recurrir al poder espiritual de Dios.
Así lo hice, pero no fue fácil. Tuve que orar con mucha persistencia porque la agresión fue en una parte muy visible del cuerpo: mi cara. Nunca supe si fue una picadura de insecto ponzoñoso o una infección, pero las ampollas que se levantaban en mi frente, en el cuero cabelludo y en el párpado izquierdo, al reventar me provocaban un intenso dolor y ardor, dejando costras y cicatrices. La infección era tan agresiva, que humanamente mi cara parecía ser una réplica del ¡Cuasimodo de Notre-Dame! Esto me obligó a recluirme en casa por más de quince días.
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