La pintura me ha abierto los ojos al mundo,a la obra de Dios. Me ha hecho ver cosas que antes no veía. Empecé mi carrera d pintora muy casualmente. Me había hecho amiga de una señora que era viuda de un pintor famoso y nos reuníamos par platicar y pintar juntas. Tiempo después, decidí donar una de mis pinturas para racaudar fondos para una obra de beneficencia, y un cuadro, que y creía que era muy común y corriente, tuvo una aclamación tan grande que decidí tomar clases y seguir pintando.
La pintura me ayuda a vislumbrar mejor la creación de Dios.
Si bien me gusta pintar casi de todo, no hay cosa que me fascine más que los rostros, que son tan diferentes y tienen una armonía tan grande. Las líneas son muy repetidas en una ceja, en unos ojos, en una nariz... pero al mismo tiempo el resultado es tan diverso, tan armonioso y tan bonito. Me parece que son la obra perfecta de Dios. He encontrado algunas personas que no quieren que las pinte porque no se sienten lindas, pero cuando les hago la demostración de las líneas tan hermosas que reflejan la verdadera belleza espiritual que Dios ha puesto en nosotros, comprenden lo que les estoy diciendo, y logran ver que todo rostro es bello.
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