Imagínese que es usted una madre joven haciendo malabarismos para responder a las necesidades de sus hijos, su marido y una casa muy activa, y que de pronto siente un empujoncito no tan sutil, de empezar una nueva carrera. El problema es que ese empujoncito no se debe a la ambición, ni a la insistencia de amigos o familiares bien intencionados que desean su progreso. Se trata de un empujoncito divino, un impulso espiritual que usted n puede ignorar. ¿Qué haría en un caso así?
Si usted fuera Jill Gooding, se pondría firme y haría todo lo posible para no ceder. "Al principio me pareció lógico resistir", dice esta practicista y maestra de la Christian Science de East Molesey, Surrey, Inglaterra. "Yo tenía hijos pequeños, y pensé: 'Ahora no. No es el momento oportuno'".
En su voz hay como una sonrisa cuando dice: Ahora no. No es el momento oportuno. No obstante, la sonrisa no se debe a que, después de más de 40 años de estar en la práctica y 20 de ser maestra, y de haberse desempeñado tanto en el Cuerpo de Conferenciantes como en La Junta Directiva de la Christian Science, Jill considera que aquella resistencia fue un intento inútil de posponer algo que era inevitable. Más bien, se debe a que incluso en aquellos primeros días de joven mamá, cuando dedicarse a la práctica parecía imposible, Jill ya estaba ayudando activamente a otros, como lo había estado haciendo desde la universidad.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!