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La curación metafísica

Confianza como la de un niño

Del número de julio de 2006 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Imagínese que es usted una madre joven haciendo malabarismos para responder a las necesidades de sus hijos, su marido y una casa muy activa, y que de pronto siente un empujoncito no tan sutil, de empezar una nueva carrera. El problema es que ese empujoncito no se debe a la ambición, ni a la insistencia de amigos o familiares bien intencionados que desean su progreso. Se trata de un empujoncito divino, un impulso espiritual que usted n puede ignorar. ¿Qué haría en un caso así?

Si usted fuera Jill Gooding, se pondría firme y haría todo lo posible para no ceder. "Al principio me pareció lógico resistir", dice esta practicista y maestra de la Christian Science de East Molesey, Surrey, Inglaterra. "Yo tenía hijos pequeños, y pensé: 'Ahora no. No es el momento oportuno'".

En su voz hay como una sonrisa cuando dice: Ahora no. No es el momento oportuno. No obstante, la sonrisa no se debe a que, después de más de 40 años de estar en la práctica y 20 de ser maestra, y de haberse desempeñado tanto en el Cuerpo de Conferenciantes como en La Junta Directiva de la Christian Science, Jill considera que aquella resistencia fue un intento inútil de posponer algo que era inevitable. Más bien, se debe a que incluso en aquellos primeros días de joven mamá, cuando dedicarse a la práctica parecía imposible, Jill ya estaba ayudando activamente a otros, como lo había estado haciendo desde la universidad.

"No era una práctica de tiempo completo", señala, "pero yo siempre quise ayudar a la gente, y con frecuencia venían a pedirme ayuda o a hablar conmigo. De modo que la idea de dedicarme a ayudar a la gente mediante la oración era, en cierto sentido, como la confirmación del compromiso que había hecho años antes de tratar de ver las cosas desde la perspectiva de Dios".

Jill ya estaba, literalmente, en la práctica de ver las cosas como Dios las ve para percibir la realidad espiritual de Su creación. Y no mucho después ese compromiso se transformó en un anuncio en el directorio del The Christian Science Journal. Jill estaba avanzando, aunque, como ella misma dice "con mucha resistencia".

Parece que desde el principio una de las grandes lecciones que tuvo usted que aprender fue la de confiar. Confiar en que si Dios la estaba llevando a dedicarse a la práctica pública de la Christian Science habría una manera de aceptar ese compromiso y cumplirlo. Y confiar en que Él le mostraría de qué manera todas sus otras responsabilidades ya estarían armoniosamente entretejidas can la práctica, sin conflicto alguno.

Ese conflicto me preocupaba. Como madre, no podía imaginarme cómo funcionaría la práctica junto con las otras obligaciones. Tenía muchos interrogantes. Pero una vez que puse manos a la obra vi que nunca hubo conflicto alguno entre las obligaciones que tenía con mi familia — como madre y esposa— y mi práctica.

Tuve que tener mucho valor y confianza para dar ese paso. Pero cuando pienso en la resistencia que sentía y en las reservas que tenía, me doy cuenta de que eran totalmente infundadas. Si uno quiere estar al servicio del Padre, Él no va a permitir que ese deseo entre en conflicto con las otras responsabilidades que uno tenga. La práctica no nos pone en una disyuntiva, más bien, es una contribución maravillosa a nuestro diario vivir.

Esta lección de confiar lo suficiente como para entrar en la práctica, me ha servido mucho a lo largo de los años, porque me recuerda que el Padre ya nos da todo lo necesario. No estamos solos para resolver las cosas por nuestra propia cuenta. Ya estamos preparados. ¿No es acaso ésa la naturaleza de un Padre amoroso darnos lo que necesitamos aún antes de que nosotros sepamos de esa necesidad?

En la práctica, nunca vamos a recibir un caso para el cual ya no tengamos la respuesta. La Biblia dice: "Y antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído".Isaías 65:24. Ésa es la promesa que Dios nos hace. Él es omnisciencia, y si sólo Le permitiéramos serlo y confiáramos en que Él es la Mente infinita, descubriríamos que ya tenemos todo lo que los pacientes necesitan.

No es que uno reciba una llamada pidiendo ayuda y piense: "Ahora voy a tener que ir a buscar algunas referencias sobre esto y aquello". Muchas veces me ha ocurrido que cuando llego a comprender claramente alguna idea sobre Dios, recibo una llamada por algo que se relaciona exactamente con eso.

Cuando me anuncié por primera vez como practicista, yo era un ama de casa con dos niños pequeños, y nadie fuera de la zona donde vivo me conocía. No obstante, una noche me vino claramente la idea de trabajar y orar con la palabra mundo. Esa noche y la mañana siguiente, empecé a buscar referencias sobre esta palabra en la Biblia y en Ciencia y Salud. [Hay casi 250 referencias a mundo en la Biblia y 100 en el libro de texto.)

A medida que leía y estudiaba, me quedaba maravillada del poder de esta Ciencia del Cristo y lo que podía hacer, no simplemente por mi propio hogar y comunidad, sino por el mundo. Esta verdad que Cristo Jesús demostró y Mary Baker Eddy descubrió, era para el mundo y sanaba el mundo. Sentí que mis horizontes se ampliaban mental, espiritual y visiblemente, de una manera totalmente nueva.

Ese día antes del almuerzo, recibí cuatro llamadas de gente que no conocía, pidiendo tratamiento en la Christian Science desde los cuatro rincones del mundo: América del Sur, Australia, el Medio Oriente y Canadá. La verdad que yo había percibido acerca del poder sanador del Cristo que nos abraza a todos dondequiera que estemos, ya estaba allí presente antes que recibiera las llamadas, y todas las personas que me telefonearon sanaron muy rápidamente. Para mí ésta fue una lección invalorable, porque me enseñó que nuestra experiencia es tan expansiva como nuestro pensamiento, y que atraemos a ella lo que somos y lo que ya está en nuestro pensamiento. Recibí esas llamadas sólo porque Dios ya me había preparado para recibirlas.

El poder sanador del Cristo estaba presente antes de que recibiera las llamadas.

Me llama la atención la clara distinción que usted hizo entre su papel y el de Dios. Como practicista tenía un trabajo que hacer. Sin embargo, pareciera como si gran parte de su labor hubiera sido simplemente ser testigo de la actividad que Dios estaba realizando, reconocer lo que la Ciencia del Cristo estaba haciendo por el mundo.

Me gusta pensar en que en realidad no hay ni practicista ni paciente. Tan sólo Dios y Su idea. De modo que el practicista no trae la luz a la habitación, por así decirlo. Simplemente indica a la persona cómo encender la luz. De modo que es la luz la que produce la curación. Jesús dijo: "Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres". Juan 8:32. Es la Verdad la que libera, no es usted ni yo, ni nadie más. Nuestro trabajo consiste simplemente en conocer y confiar en la Verdad.

Hay un ejemplo que me resulta muy útil para aclarar este punto. Cuando vemos una película, a veces estamos tan acostumbrados a ver las imágenes — persecuciones en auto o enfrentamientos con armas de fuego, o lo que sea— que pensamos que eso es lo que está ocurriendo. Pero la verdad es que lo único que tenemos ante nosotros es una pantalla limpia e intacta. Lo que vemos son tan solo imágenes proyectadas que no forman parte alguna de la pantalla, y nunca se mezclan con ella. Es muy importante comprender con claridad qué tenemos delante.

Cuando sabemos la verdad, vemos tan solo la pantalla y no las imágenes de la película que se proyectan en ella. Y lo mismo ocurre en nuestra vida diaria. No importa qué imágenes pasan frente a nosotros, ya sean de enfermedad, pecado, desastres, pobreza, o cualquier otra cosa, nuestro trabajo consiste en ver la presencia del Cristo, el amor de Dios, allí mismo. Ser testigos de esa pureza y perfección absolutas de Dios.

¿Cómo lo logramos?

Piense qué pasaría si estuviéramos en el centro del sol y miráramos hacia fuera. ¿Qué veríamos? Sólo veríamos luz, ¿no es así? Ahora, ¿qué pasaría si nos pusiéramos en el centro de Dios y miráramos desde allí? ¿Qué veríamos? Sólo veríamos a Dios; sólo veríamos el bien.

Ver las cosas como el Padre las ve significa comenzar con nuestra unidad con Él, sabiendo que estamos en el corazón mismo de Dios, mirando con Él. Y luego, preguntarnos: ¿Qué está viendo Dios ahora mismo en medio de esta dificultad, este desastre, esta catástrofe? No estamos afuera de Dios mirando hacia Él. Estamos unidos con Dios mirando desde Él.

Su pequeña hija había desaparecido sin dejar rastro.

Uno de los ejemplos más claros del poder que brinda esta perspectiva, ocurrió cuando recibí la llamada de una madre desesperada. Su pequeña hija había desaparecido sin dejar rastro hacía 24 horas. Después de hablar con ella acerca de la omnipresencia y omnipotencia del Amor, y asegurarle que su preciada hija nunca podía estar fuera de ese cuidado, colgué el teléfono y me volví a Dios con todo mi corazón para saber lo que Él estaba viendo.

La situación era bastante difícil. Pero me pregunté: "¿Acaso Dios está aceptando que una de Sus amadas ideas pueda estar en peligro o fuera de Su tierno cuidado? De ninguna manera. Y cuando le pedí a Dios que me mostrara lo que Él estaba viendo en ese momento, me invadió una sensación clara de amor y de paz, y literalmente pude ver la visión que Dios tiene de Su propio universo, ordenado, a salvo y hermoso, lleno de Sus ideas, gobernado y guiado por Él, y obediente a cada uno de Sus mandatos. Me vino claramente al pensamiento un pasaje de Ciencia y Salud: "No hay más de un creador y una creación. Esa creación consiste en el desarrollo de ideas espirituales y sus identidades, las cuales están comprendidas en la Mente infinita y eternamente reflejadas". Ciencia y Salud, pág. 502-503. Por un momento, vislumbré qué significaba estar "comprendidas en la Mente infinita", y vi que todas las ideas estaban dentro de ese abrazo. Supe que esa era la única verdad. En muy poco tiempo, llamó la policía para decir que habían encontrado a la niña, sana y salva, de la manera más inesperada e inusual.

De manera que, ver como Dios ve no significa tratar de llegar a Él como si de alguna manera nos hubiéramos apartado de Su lado. "Amados, ahora somos hijos de Dios", 10 de Juan 3:2. dice la Biblia. Esto está en tiempo presente. No quiere decir que vamos a ser hijos de Dios cuando estudiemos un poco más la Biblia o leamos un poco de Ciencia y Salud. Somos los hijos e hijas perfectos de Dios ahora mismo. Somos uno con Dios en este mismo momento.

Mary Baker Eddy no llamó a esta Ciencia del Cristo, "la Ciencia del llegar a ser". La llamó "la Ciencia del ser". Y cuando Dios le habló a Moisés se llamó a Sí Mismo "YO SOY". Éxodo 3:14. No dijo: "Yo voy a ser", sino YO SOY. Se trata del ahora, del eterno ahora de Dios.

Ésa es realmente la base para una práctica eficaz: nuestra inmortalidad. Mary Baker Eddy escribió: "Usted nunca podrá demostrar espiritualidad mientras no declare que usted es inmortal y comprenda que lo es". The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 242. De manera que el hecho de que en realidad nunca hemos nacido, nunca hemos vivido en la materia, y que no podemos morir en la materia — porque somos totalmente espirituales, eternos, uno con Dios— es fundamental para nuestra práctica de la Christian Science, porque nos muestra que somos tan puros, perfectos, felices y libres ahora, como lo hemos sido siempre.

Cuando creemos que hemos nacido en la materia, nos sentimos inclinados a aceptar las creencias, declaraciones y problemas de la mortalidad. Pero nosotros no hemos nacido en la materia. Somos tan inmortales como lo es un número. ¿Qué podemos agregar a un número? ¿Acaso alguna enfermedad? Por supuesto que no. No podemos agregarle ninguna creencia porque un número es inmortal, eterno e infinito. Tenemos que comprender que eso también es verdad acerca de nosotros mismos.

He descubierto que cuando no logramos resolver alguna situación en nuestra vida, es muy útil preguntarse: "¿Acaso tuve este problema hace 500 años? Por supuesto que no. ¿Lo tuve hace 100 años? No. ¿Lo tuve hace 50 años? ¿Cinco años? ¿Acaso lo tuve hace cinco minutos? La respuesta es siempre "no" porque soy tan inmortal ahora como lo era hace 500 años, y como voy a serlo dentro de 500 años.

Me encanta lo que dice. Una de las cosas que me han llamado más la atención a lo largo de los años al leer los relatos de las curaciones de Jesús en la Biblia, es el sentido de inmediatez que caracteriza su obra. "Y al instante su lepra desapareció", "inmediatamente le dejó la fiebre". Mateo 8:3; Marcos 1:31. El ministerio de Jesús consistía en mostrar a la humanidad que no vivimos en la materia ni dentro de los confines del tiempo, sino en el eterno ahora de Dios, del Espíritu. No es de extrañar que esa idea siga siendo tan fundamental para la curación.

Definitivamente. Recuerdo una ocasión en que estaba volando de regreso a Inglaterra desde los Estados Unidos. En ese entonces, yo estaba lidiando con varias situaciones, tanto en la práctica como en mi vida personal, y no sabía cómo se iban a resolver. Al acercarnos al aeropuerto de Londres, el piloto anunció que el avión no podía aterrizar porque no había pista disponible y llegaríamos demorados. Entonces comenzamos a volar en círculos.

Al principio me sentí molesta. Pero entonces me di cuenta de que era un mensaje que yo necesitaba escuchar y refutar. Me estaban diciendo que mi vida estaba "demorada"; que yo estaba dando vueltas y vueltas, sin propósito alguno, y no tenía pista donde aterrizar ni puerta donde llegar, perdiendo tiempo y energías. ¡Qué mentira más grande!

De inmediato comprendí que ése no era el mensaje de Dios para mí ni para nadie, ya fuera en ese avión o en tierra. Él tenía un propósito determinado, un fin — podríamos decir una pista— preparada para que cada idea correcta pudiera aterrizar. Un himno de la Christian Science afirma que la "promesa fue cumplida". Frances Thompson Hill, Himnario de la Christian Science, N0 171. El Espíritu no sólo prometió, sino que cumplió. La obra de Dios fue terminada, no la dejó con cabos sueltos e inconclusa. Percibí claramente que la provisión de Dios es inmediata y completa, en ella no hay espera ni retrasos.

Casi de inmediato nos autorizaron a aterrizar. Pero lo más importante es que durante las siguientes semanas descubrí que ese mensaje tan simple — de que en la Vida divina, en el eterno ahora, no hay demora alguna, sino siempre una conclusión buena, categórica e inmediata— solucionó muchas de las situaciones complicadas y no resueltas que debía sanar.

Necesitamos liberarnos de las ataduras que dicen que estamos en una etapa en particular de la vida, ya se trate de la edad o de alguna situación con la que estemos lidiando. Jesús estaba envuelto en pañales cuando lo pusieron en el pesebre, y Lázaro fue atado con vendas después de su aparente muerte. Podríamos decir que dichas ataduras son la creencia en la mortalidad, y eso es justamente lo que dejar de lado.

Resulta interesante que M. B. Eddy usara la misma frase para bautismo que para sepultura en el glosario de Ciencia y Salud, "sumersión en el Espíritu". Ciencia y Salud, pág. 581, 582. De manera que a medida que sumergimos el pensamiento en el Espíritu, en el verdadero sentido de las cosas, encontramos nuestra verdadera identidad. Y esta identidad espiritual no es restringida, sino que se encuentra liberada de las ataduras que tratan de mantenernos encerrados bajo condiciones materiales, en un cuerpo material, en determinada edad, en una historia material.

Entonces sentimos la increíble alegría, el entusiasmo y la admiración que son nuestros ahora mismo como hijos de Dios.

Es realmente esa capacidad de ser como un niño lo que nos ayuda a sentir la presencia de Dios ¿no es así?

Así es. Los niños sienten muy fácilmente la presencia de Dios. Para comprender esto, tan solo hay que observar cómo saltan de alegría por las cosas más pequeñas. No se esfuerzan por sentir amor y entusiasmo, simplemente los sienten. Y ésa es una cualidad maravillosa que nosotros necesitamos atesorar en nosotros mismos. Somos los niños de Dios, no los adultos de Dios.

Conocer la inocencia y pureza innata que nos pertenecen a mí y a mis pacientes, me ha ayudado mucho en la práctica. Es estar dispuestos a confiar y aceptar. Un niño pequeño toma con confianza la mano de su papá o de su mamá para cruzar la calle, porque sabe que estará a salvo.

Es necesario estar dispuesto a confiar y a aceptar la ayuda de Dios.

En el mundo de hoy — donde a veces parece que tenemos tantos soportes materiales donde apoyarnos, y otras, nada que nos sostenga— es muy fácil olvidar que tenemos un Padre-Madre omnipresente que cuida de nosotros y siempre nos está guiando y sosteniendo con Su abrazo amoroso.

Es por esa razón que la capacidad de confiar es tan esencial. Porque todo a nuestro alrededor trata de convencernos de lo contrario: que fallamos, que estamos solos o cualquiera de los otros cien reclamos que presenta. Pero eso no es verdad. No podría ser verdad para nadie. Cada uno de nosotros es el hijo de Dios. Estamos unidos a nuestro Padre quien nos ama profundamente, y nuestra labor como practicistas de la Christian Science es poner nuestra mano en la Suya y confiar en lo que nos está diciendo sobre Su creación. No existe opinión más importante.

En el primer capítulo del Génesis leemos: "Hagamos al hombre a nuestra imagen", Génesis 1:26. y en cierto sentido, eso es realmente la práctica. Es decir, hagamos al hombre, veamos al hombre, a la imagen misma de Dios. Y yo no puedo hacer eso si confío en otra opinión que no sea la de Dios. Tengo que ver como Él ve. Eso es lo que produce la curación. Y Dios sólo se ve a Sí Mismo. "Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él", 10 de Juan 1:5. dice la Biblia. Ésa es la clave. Y cuando llegamos a ese punto, a ese lugar de absoluta confianza en la luz, no hay tinieblas, y la curación es instantánea.

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