Empezar de nuevo tiene un atractivo especial. No solo es el anticipo de un futuro más promisorio, sino que nos brinda la oportunidad de dejar de lado todo aquello con lo que ya no queremos vivir. Ya sea que se trate de malos recuerdos, adicciones o conceptos negativos acerca de nosotros mismos, liberarnos del pasado puede ser motivo de gran regocijo.
Se puede comenzar de nuevo de muchas maneras y sus formas son tan variadas como los problemas que queremos borrar. No obstante, lo que no varía cuando se busca la guía espiritual, es que todo comienzo nuevo y promisorio requiere que nos acerquemos más a Dios. Que oremos con humildad para que nuestra vida se reconcilie con nuestro Padre-Madre Dios, y percibamos aún más nuestra verdadera naturaleza como imagen y semejanza de este Padre celestial, y sigamos más de cerca las enseñanzas y el ejemplo de Cristo Jesús.
Cuando una persona decide comenzar de nuevo por haber percibido la realidad espiritual, no sólo mejora su propia vida, sino que tiene un efecto positivo en todo lo que la rodea. Dichas personas revelan más de la creación eterna de Dios, sacando a luz, en cierto sentido, el reino de los cielos en la tierra. Esta es la acción del Cristo, que reforma y sana a la humanidad.
La Biblia promete: "Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas". 2 Corintios 5:17. Y en el Glosario de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, Mary Baker Eddy define al Cristo como "la divina manifestación de Dios, la cual viene a la carne para destruir al error encarnado". Ciencia y Salud, pág. 583. Este Cristo, o Verdad, se manifiesta justo donde parece estar el error y prueba que este error — ya sea un dolor del pasado o una dificultad presente— no tiene poder real. El Cristo revela qué es verdad, demostrando que lo que parece ser una nueva evidencia del bien, en realidad estuvo presente todo el tiempo.
Esta acción renovadora del Cristo es totalmente espiritual. Este cambio necesario no se produce gracias a la mera decisión humana de dejar atrás lo viejo, sino cuando nuestro ser es subyugado por lo Divino. Sólo el Cristo, la divina manifestación de Dios, promete un nuevo comienzo verdadero.
Me sentía atrapada por la adicción al cigarrillo.
Aprendí esta importante lección cuando me liberé de la adicción al cigarrillo. Había sido atrapada por este hábito cuando estaba en la universidad y un fabricante de cigarrillos nos dio muestras gratis. Pero no fue sino hasta dos años después de tener el hábito que quise dejarlo. Echaba a la basura los paquetes de cigarrillos y a los pocos días compraba más. Me sentía culpable todo el tiempo porque en esa época se les enseñaba a las mujeres que no debían fumar.
No obstante, cuando mi esposo y yo empezamos a estudiar la Christian Science, recuperé la esperanza de liberarme de esa adicción. Inmediatamente, comencé a percibir un sentido más puro de mi identidad espiritual, y dejé de aceptar el sentido de culpabilidad. Mientras aprendía más acerca de la Christian Science, también oraba con una practicista de esta Ciencia, y a ella parecía no importarle si yo fumaba o no. En una ocasión le mencioné el hábito y me contestó que yo tenía cosas más importantes en que pensar, dándome entender, como lo veo ahora, que tenía mucho que aprender sobre cómo demostrar la Christian Science. En otras palabras, la curación implica mucho más que meramente solucionar un problema visible. No obstante, tomé la decisión de dejar de fumar, y estaba segura de que en esa ocasión lo lograría. Pero fallé una vez más.
Me pregunté: ¿por qué, si ahora mis deseos son más puros que nunca? "Las corrientes de la naturaleza humana se precipitan en contra del curso correcto..." escribió Mary Baker Eddy, quien descubrió la Christian Science. Era obvio que en mi caso, la impulsividad humana se había precipitado una vez más para tomar el curso de la voluntad humana y así tratar de dejar de fumar. Su declaración continúa diciendo: "La ley del amor dice: 'No se haga mi voluntad, sino la Tuya', y la Ciencia Cristiana prueba que la voluntad humana se pierde en la divina..." Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 12.
A partir de entonces, oraba a toda hora con la oración de Jesús "No se haga mi voluntad, sino la tuya". Lucas 22:42. Las palabras de Jesús aquí corresponden con su petición en el Padre Nuestro: "Hágase Tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra". Mateo 6:10. M. B. Eddy hace la siguiente interpretación espiritual de este pasaje: Capacítanos para saber que — como en el cielo, así también en la tierra— Dios es omnipotente, supremo. Ciencia y Salud, pág. 17. Yo estaba descubriendo que en realidad hay una voluntad, y ésta es divina. Y ese sentido espiritual del Padre Nuestro indica la manera en que todo pensamiento y acción en nuestra vida están bajo el control de esa voluntad divina. Debemos conocer la omnipotencia y la supremacía de Dios aquí mismo, ahora mismo, y no reconocer ninguna otra influencia más que Su Cristo.
Con esta nueva vislumbre espiritual, decidí no usar la voluntad humana para dejar de fumar. A partir de ese momento no volví a fumar. Ni siquiera parecía que había dejado de fumar; más bien era como si nunca hubiera fumado. Todavía había cigarrillos a mi alcance, puesto que mi esposo se liberó del hábito tiempo después; pero nunca me sentí tentada a fumar, ni siquiera pensé en hacerlo. Se presentó ante mí una vida totalmente nueva llena de libertad. Lo viejo realmente había quedado atrás como si nunca hubiera existido. Fue como despertar de un sueño, como si la adicción sólo hubiera parecido real hasta que me di cuenta de que nunca había sido parte de mí.
Este despertar se expresa poéticamente en un himno que dice en parte: "Oh soñador, despierta de tus sueños,/ levántate, cautivo, libre ya;/ que el Cristo rasga del error el velo/ y de prisión los lazos romperá". Himnario de la Christian Science. No 202.
La promesa de que podemos despertar del sueño de estar cautivos por antiguas creencias acerca de nosotros mismos, se renueva constantemente. La afirmación bíblica "habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos", indica que el ser mortal, con sus defectos y debilidades, no es el verdadero estado de nadie, ni ahora ni nunca. El "viejo hombre" que estamos dejando atrás, nunca tuvo un ser verdadero. Ha sido simplemente una ilusión, una falsa representación de la individualidad real y eterna de la creación de Dios. El siguiente versículo habla de revestirse "del [hombre] nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno". Colosenses 3:9, 10. Revestirse del hombre nuevo no es intercambiar un modelo mortal por uno material mejorado. Es el reconocimiento de la perfección permanente de la creación de Dios, un reconocimiento del Cristo, la verdadera identidad de cada uno de nosotros.
Cristo Jesús es el que mejor representó al hombre real y ha sido un ejemplo para millones de personas a través de los siglos. Dejemos que el Cristo entre en nuestros corazones y revele lo que es cierto acerca de la creación de Dios, recibiendo así la inspiración que necesitamos para que una vida nueva reemplace a la vieja. Sin duda, estas vidas nuevas elevarán espiritualmente también a otras personas.
No podemos evitar regocijarnos por el impulso que brinda el Cristo para que dejemos atrás lo viejo y nos revistamos de lo nuevo.
