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Protéjase de la venta de enfermedades

Del número de julio de 2006 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La medicina moderna es una industria mundial de trillones de dólares. De una forma u otra, ya sea a través del tratamiento, la capacitación, los impuestos, la televisión y otros medios, toca a casi todas las personas en las naciones industrializadas, y a la mayoría en los países en desarrollo. Para bien o para mal, es uno de los motores sociales y económicos de mayor influencia en el mundo. Afortunadamente, muchos concuerdan con que la mayoría de las personas que forman parte de esta monumental presencia, se dedican con extrema abnegación a aliviar el sufrimiento humano.

Lamentablemente, no todos actúan así. Como muchas personas saben, algunos individuos e incluso un porcentaje considerable de algunos sectores de la industria de la atención a la salud, han caído en prácticas en extremo cuestionables. También es muy triste tener que admitir que, con frecuencia, hay incluso casos de mala práctica médica.

Pero en este número del Heraldo queremos concentrarnos en una práctica tan difundida que afecta, diariamente, a millones, quizás, miles de millones de personas. Me refiero a los esfuerzos que realizan algunos en el campo de la atención a la salud para "vender la enfermedad". Es decir, a medida que surgen nuevos padecimientos, síndromes, quejas y condiciones, "necesitan" novedosos y más potentes medicamentos.

"Haz con los demás lo que quisieras que ellos le hicieran a tu hijo amado."

Los vendedores de enfermedades tratan de convencer a la gente de que está enferma, cuando puede que no lo esté, y que debe gastar su propio dinero, el de su compañía de seguros o el del gobierno, para comprar medicamentos o elementos que no necesitan, ni siquiera desde un razonable punto de vista médico. Debido a la enorme cantidad de gente que ve televisión y lee diarios y revistas alrededor del mundo, la publicidad y la promoción son las formas de persuasión más conocidas. Por ejemplo, ¿quién no ha escuchado o visto hace poco algún aviso publicitario sobre una enfermedad recientemente descubierta con un nombre muy técnico, recomendando que la gente se comunique con su médico para pedirle que le dé un tratamiento con cierto medicamento o aparato? ¿Somos cínicos o, tal vez, sensatos si sospechamos que dicho medicamento o aparato ya está en el consultorio del médico esperando a que lleguen nuevos pacientes?

Por más que uno se esfuerce, es difícil creer que alguien "venda" la enfermedad impulsado por la generosidad.

Considero que esto plantea por lo menos dos preguntas: ¿Qué es engañoso en esta práctica? Y, ¿qué se debe hacer para proteger de la misma a la sociedad?

La primera pregunta se puede contestar en diferentes aspectos. El más obvio se relaciona con la Regla de Oro, que es una enseñanza fundamental en toda tradición religiosa importante. Afirma que las personas que son amorosas e inteligentes hacen con los demás lo que querrían que les hicieran a ellas mismas. Hace poco, alguien sugirió un pequeño cambio a esta regla básica: "Haz con los demás lo que desearías que ellos le hicieran a tu hijo amado". No hay duda de que ninguno de nosotros querría que alguien tratara de convencernos de que nuestros hijos están enfermos y de que necesitamos someterlos a procedimientos médicos intrusos, y gastar un montón de dinero para comprar un remedio inútil, cuando están bien de salud.

De las necesidades más apremiantes de hoy (y hay muchas) una de las más dañinas y tristes es lo que nos infligimos a nosotros mismos cuando a conciencia y voluntariamente hacemos daño a otra persona, especialmente en busca de fama, poder o fortuna. La fundadora de esta revista, Mary Baker Eddy, asignó a El Heraldo de la Christian Science el desinteresado propósito de "proclamar la actividad y disponibilidad universal de la Verdad". En una ocasión ella escribió: "Al hojear los periódicos del día, es natural que uno reflexione que es peligroso vivir, pues el aire mismo parece estar tan cargado de enfermedades. Estas descripciones infunden en muchas mentes temores que, en alguna época futura, se exteriorizarán en el cuerpo. Una publicación periódica de nuestra propiedad contrarrestará en cierta medida el daño causado al público". Ella termina el artículo 'Una publicación oportuna", de la siguiente manera: "Si podemos ayudar a mitigar el sufrimiento y disminuir el pecado, ya habremos logrado mucho; pero si podemos llevar al pensamiento general esta gran verdad: que los medicamentos no producen, ni pueden producir la salud y la armonía, pues 'en él [la Mente] vivimos, y nos movemos, y somos', habremos logrado más".Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 8.

Quizás los aspectos más dañinos de "vender" la enfermedad, sean menos morales, financieros o físicos, que mentales. El espíritu humano anhela estar conectado con Dios, el Ser Supremo. Es tan natural como querer sentarse bajo los rayos del sol un día frío. La gente instintivamente siente la nobleza divina del hombre. Inherentemente sabemos que somos más que barro, o materia, no importa lo que la opinión popular o las teorías hechas por el hombre quieran alegar.

Entonces, "vender" la enfermedad intencionalmente o por ignorancia, es tratar de persuadir a la gente para que se aparte de su inclinación natural, se aparte de Dios, y busque la desolación de la materia como causa y efecto. Puede que éste sea el más engañoso de los empeños humanos. El profeta Isaías dijo: "Dejaos del hombre, cuyo aliento está en su nariz". Isaías 2:22.

La verdad es que el hombre no es un mortal frágil o noble, ni una mezcla compleja de sustancias materiales diseñada con inteligencia. El hombre es algo que los sentidos físicos no pueden ver y no puede ser identificado por la ciencia material ni el intelecto humano. El hombre es una creación totalmente espiritual de Dios. Donde parece haber formas materiales, allí mismo en las sublimes cámaras de la Mente divina, se encuentra el reflejo preciado de Dios.

Esta identidad es tan incomprensible para la creencia y razón basadas en la materia, como el hidrógeno, que es invisible a la vista. Pero para el pensamiento basado en la espiritualidad, como el de un niño, el hombre es la creación amada de un Dios del todo amoroso, hecho a Su imagen y semejanza. El hombre es formado por la Mente, Dios, amado por el Amor, Dios, y controlado por el Principio, Dios.

¿Qué forma de medicina daría la Mente, que es el Espíritu infinito, a su creación? ¿No sería acaso mental y espiritual? Mary Baker Eddy lo plantea de manera contundente: "Siendo Dios Todo-en-todo, hizo la medicina; pero esa medicina era la Mente. No pudo haber sido la materia, que se aparta de la naturaleza y del carácter de la Mente, Dios. La Verdad es el remedio de Dios para toda clase de error..."Ciencia y Salud, pág. 142.

Es necesario estar alerta a los engaños del comercialismo corrupto.

Entonces "vender" la enfermedad es negar al hombre su derecho de nacimiento e inducir un sentido falso de existencia. Es por esa causa que esos enfoques carecen de principio y por esa razón la sociedad con el tiempo los expulsará, como ladrones detectados por un sistema de alarma. Las enfermedades inventadas por la mercadotecnia y los tratamientos a medias, son tan falsos como alegar que la tierra es plana.

Otra decepción en la venta de enfermedades es la función de los medicamentos mismos. Muchos concuerdan en que tomar medicamentos puede producir cambios en el cuerpo humano. No obstante, no hay total acuerdo en qué es lo que produce dichos cambios. Una creencia ampliamente difundida es que los productos químicos que contienen las drogas tienen poder para actuar sobre las sustancias químicas que forman el cuerpo. Pero un número cada vez mayor de observadores cuestionan dicha hipótesis. Por ejemplo, ¿cómo pueden los placebos producir cambios en el cuerpo cuando no tienen ningún valor medicinal?

Algunos de estos observadores están convencidos de que los medicamentos producen cambios en el cuerpo por el poder que tiene la creencia o la fe de ese individuo en el poder de los mismos. Razonan simplemente que los medicamentos actúan sobre el cuerpo, en gran parte como la vergüenza hace que la cara se ruborice o el temor que las palmas de las manos transpiren.

Éste fue uno de los notables descubrimientos de Mary Baker Eddy. Ella observó que "es la fe en el medicamento el único factor en la curación". ibíd., pág. 370.

No obstante, la siguiente parte de su descubrimiento desborda de ternura. Es que el Cristo, la Verdad eterna de Dios reflejada en el hombre hecho a Su imagen, puede corregir y destruir toda creencia falsa y todo pecado que perjudique el cuerpo.

Este conjunto de ideas amorosas y verdaderas, llamado Christian Science — tan radical para el pensamiento popular— es de fundamental importancia para que la humanidad logre salir de la oscuridad del materialismo y entrar a la luz, liberándose así de toda enfermedad, pecado y esclavitud de la materia. Es como un río de agua pura que fluye por el desierto. Trae esperanza y alegrías genuinas a los seres humanos, que tanto la necesitan y están tan ansiosos de recibirla.

Los esfuerzos por vender la enfermedad tratan de revertir este flujo del pensamiento humano hacia la iluminación espiritual. Reprimen la esperanza al imponer la creencia errónea de que los medicamentos materiales tienen el misterioso poder de sanar.

¿Qué se puede hacer contra los intentos de "vender" la enfermedad?

¿Cómo podemos defendernos mejor contra tales prácticas?

Quizás una forma sea mantenernos alerta, conscientes de lo que está ocurriendo, de lo que entra en nuestro pensamiento cuando leemos, escuchamos o vemos lo que difunden los medios de comunicación; así como, discernir, tanto como sea posible, todo móvil o práctica engañosa.

Tal vez también no permitir que se nos engañe para que admiremos, temamos o ignoremos dichas prácticas. Esta revista y otras publicaciones nos ayudan a lograrlo. En mis esfuerzos por mantenerme alerta, he descubierto que las publicaciones más útiles son la Biblia y Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras. Quienes leen con detenimiento estos libros descubren que sacan constantemente a la luz las prácticas y móviles corruptos, y enseñan claramente la verdad acerca de Dios y el hombre, que nos protege de ellas. Descubrimos que en la medida que estemos conscientes de que Dios es todo el bien y que el hombre fue creado a Su semejanza, somos menos indiferentes, temerosos, ignorantes de la supuesta habilidad que tiene la materia para beneficiarnos o hacernos daño y somos atraídos por ella.

Otro paso es reconocer que el amor de Dios nos eleva por encima de la creencia de que estamos desvalidos ante los esfuerzos organizados para engañar y hacer presa a la sociedad. El comercialismo corrupto y engañoso no tiene parangón con el poder que tiene la sagrada vislumbre y el Amor divino. Ciencia y Salud afirma: "El mal no es supremo; el bien no carece de poder; ni son primarias las llamadas leyes de la materia y secundaria la ley del Espíritu". ibíd., pág. 207.

Estas prácticas terminan por destruirse a sí mismas. De hecho, hay amplia evidencia de que la sociedad está buscando alternativas menos intrusas y materiales (y en consecuencia, menos dañinas y adictivas) a la atención material de la salud. Esto es parte del continuo progreso del pensamiento humano. Y muchos estudios muestran que la oración es el sistema que tiene más demanda.

Las prácticas falsas actúan como una represa que trata de detener el flujo irresistible del Cristo, la Verdad, el que tarde o temprano romperá o fluirá por encima de todo obstáculo. Nada — ningún método promocional o plan cuidadosamente concebido, profundamente financiado u organizado— puede oponerse al poder gentil que tiene el Amor divino para proteger y bendecir a la familia humana. ¿Qué puede impedir la llegada del amanecer?

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