Apreciados amigos del Heraldo:
Hace algún tiempo me encontraba en un estado profundo de confusión y tristeza. El fallecimiento de mi mamá se había dado en una situación bastante difícil y no lograba sentirme bien. Aunque me esforzaba mucho por orar, no tenía una dirección clara por lo que no encontraba consuelo suficiente.
Un día hablé con una practicista de la Christian Science acerca de la situación en la que me encontraba. Esta persona no dudó en orientar mi oración con verdades espirituales como la de regocijarnos en la inmortalidad de nuestro Hacedor, y en el hecho de que Dios está cuidando de Su creación y no puede permitir que nadie falte.
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