CUANDO SOLO EL ESPÍRITU SANA
TESTIMONIOS DE TODAS PARTES DEL MUNDO
Hace unos años, los médicos me diagnosticaron cáncer en la vagina y me dijeron que debía operarme. Mi suegra había muerto de esta enfermedad, así que yo tenía gran temor porque la había visto sufrir mucho. Me sentía igual que ella, no tenía cabello y experimentaba dolores en distintas partes del cuerpo.
Entonces me comuniqué con una hermana para contarle lo sucedido, y ella me dijo: “Aférrate a la vida”. Además me dio la dirección de una iglesia de la Christian Science, y me sugirió que buscara allí a una practicista para que me ayudara mediante la oración. Así lo hice, y me presentaron a una señora muy amable quien, después de escuchar lo que me pasaba, me habló con mucho cariño y me llevó a la Sala de Lectura donde me regaló el libro Ciencia y Salud y la Biblia. Entonces me dijo: “Odilia, a partir de este momento vamos a afirmar que no tienes nada”. Pero yo no creía y pensaba: “¿Cómo puede ser que leyendo este libro me vaya a sanar?”
Como me sentía mal a veces no me daban ganas de leer, entonces les pedía a mi esposo o a mi hija que me leyeran las páginas que la practicista me había recomendado estudiar. Poco a poco, fui aprendiendo que la materia no se enferma, que yo soy espiritualmente perfecta y que, por ser hija de Dios, la enfermedad no me pertenecía. Mi fe se iba afianzando cada vez más.
Un día, mi hijo me llevó a ver a un médico homeópata. En el trayecto, le dije que le agradecía mucho lo que estaba haciendo, pero que yo me iba a sanar. Él se sorprendió mucho. Entonces le expliqué lo que había sucedido y que con la lectura del libro me sentía contenta y muy bien físicamente. El cabello me había crecido y ya no tenía ningún dolor. El médico me dio un medicamento pero yo no lo tomé, sino que continué aferrándome a la verdad de que era hija de Dios y, por lo tanto, perfecta. Como leemos en ese mismo libro: “El hombre es idea, la imagen, del Amor, no es físico. Es la completa idea de Dios e incluye todas las ideas correctas”. (pág. 475)
Continué asistiendo a la iglesia y estudiando el libro junto con la Biblia. Me gustaba el Salmo 23 porque me daba mucho aliento, en especial la parte que dice: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo” (versículo 4).
Tiempo después, me hicieron otro ultrasonido y me dijeron que estaba mejorando. Así continué orando durante siete meses, hasta que un día los médicos me dijeron que me iban a operar, pero antes me harían unos estudios. Yo insistí en que estaba muy bien y no tenía nada. Entonces me hicieron unos exámenes muy minuciosos y no encontraron absolutamente nada. Ellos no comprendían lo que había sucedido e incluso hicieron una junta de cinco médicos y confirmaron que no había vestigio alguno de la enfermedad. Estaba totalmente sana.
Esta curación me ha afianzado mucho en Dios. Me demostró que realmente somos Sus hijos y que Él nos creó sanos y completos. También comprendí que nuestro Padre-Madre Dios no nos manda las enfermedades.
Oro mucho al Padre, no por mí nada más, sino por todos, porque la curación que yo recibí de Él es maravillosa, y quiero compartirla con los demás.
Estoy muy agradecida a Dios por esta curación y a la orientación de mi hermana, de otro modo no habría conocido la Christian Science.
México DF, México
