Después que mi papá abandonó el hogar cuando yo tenía diecinueve años, mi mamá y yo quedamos sumidas en la más profunda tristeza. Por casi diez años padecí de fuertes dolores de cabeza, lo que me obligó a abandonar mis estudios universitarios.
Años después, tras recurrir a todas las especialidades de la medicina sin obtener ninguna mejoría, a pesar de los medicamentos que me suministraban, mi suegra me sugirió que consultara con una practicista de la Christian Science.
Un practicista, es una persona que dedica todo su tiempo a ayudar a los demás por medio de la oración. Ella con mucho amor me atendió, y me sugirió que estudiara algunos pasajes de la Biblia y de Ciencia y Salud. Entre ellos, el Salmo 23 que dice en parte: “Jehová es mi Pastor, nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma”.
Estas verdades se convirtieron en mi salvavidas y me aferré a ellas como una persona que se está ahogando. Comenzar a comprender que Dios era la fuente de toda provisión, salud, armonía y bienestar, paulatinamente trajo luz a mi pensamiento.
También me ayudó el Salmo 91, que dice en parte: “El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente... Mi Dios en quien confiaré. Él te librará del lazo del cazador, de la peste destructora. Con sus plumas te cubrirá y debajo de sus alas estarás seguro”. (v. 1-4)
Realmente, comencé a sentirme segura con esta nueva manera de pensar. Saber que Dios es omnipresente y omnipotente, me dio gran seguridad y confianza.
Otro pasaje que me enseñó mucho fue la declaración científica del ser de Ciencia y Salud: “No hay vida, verdad, inteligencia ni sustancia en la materia. Todo es Mente infinita y su manifestación infinita, porque Dios es Todo-en-todo”. (pág. 468)
Estos pasajes se convirtieron en una gran promesa para mí, pues pude entender que yo era la manifestación de la Mente, por lo tanto, los malestares físicos y mentales eran ajenos a mi naturaleza.
Tuve que vencer muchos temores y creencias arraigadas en mi conciencia. Fue un proceso de varios meses pero, paso a paso, mi cuerpo se fue “llenando de luz”, de la comprensión de que yo era la hija de Dios, y que Él era mi Padre.
El clima es parte de la creación de Dios y no puede afectarme.
Estudiaba esta Ciencia gran parte del día, y a medida que comprendía que era el reflejo de Dios, me daba cuenta de que no necesitaba ninguna medicina material para sentirme bien. Me ayudó mucho pensar que así como el sol y la luz del sol son uno, de la misma manera yo soy una con Dios.
El comprender que mi verdadero Padre-Madre es Dios, que yo era Su hija amada y que Él nunca me había abandonado, produjo la curación. Desde entonces las heridas de abandono fueron cicatrizando y comencé a ser una persona feliz. Mi mamá también pudo superar la tristeza al ver que no estaba sola y al entender más el significado espiritual del pasaje bíblico que dice: “Porque tu marido es tu Hacedor”. (Isaías 54: 5) Ella fue bendecida por esta nueva manera de pensar y, al igual que yo, sanó del dolor causado por esa separación.
Pasaron muchos años de esta curación y hoy somos una familia feliz. Esta nueva manera de pensar, y de apoyarnos solamente en Dios para resolver cualquier problema que se presente, se ha convertido para nosotros, en nuestra manera de vivir.
Montevideo, Uruguay
