Hace un tiempo se presentó en la ciudad de Nueva York una pequeña obra musical de la que posteriormente se hizo una película llamada La pequeña tienda de los horrores. La estrella principal era una planta extraterrestre que hablaba y tenía un apetito voraz. Cuanto más alimento le daban, más hambre tenía. Su constante demanda era DAME DE COMER.
A veces, cuando miro la pila de cuentas del alquiler, la tarjeta de crédito, el teléfono y la electricidad, me acuerdo de esa planta tan hambrienta. Es como si me gritaran: "Págame, dame de comer". Y a veces uno no sabe si va a haber lo suficiente para "alimentar" a todas.
Lo sorprendente es que esto puede ser un problema tanto para el propietario de una empresa de construcción, como para uno de sus operarios que trabaja por hora. Los dos se preguntan si van a tener suficiente. Ambos están tan preocupados por los miembros de su familia que dependen de ellos, que a veces lo único que escuchan es: ¡DAME DE COMER, PÁGAME!
Me gustaría hablar sobre dos ideas que me han ayudado a silenciar esas voces en mi vida. La primera se encuentra en la epístola a los Filipenses en la Biblia: "Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús". Filipenses 4:19. La segunda es de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras. Este libro, más que ningún otro, me ha ayudado a comprender que las enseñanzas y consejos de la Biblia son sumamente importantes y útiles hoy en día. En sus últimas páginas encontré esta frase: "El Espíritu alimenta y viste debidamente todo objeto a medida que se evidencia en la línea de la creación espiritual, así expresando tiernamente la paternidad y maternidad de Dios". Ciencia y Salud, pág. 507.
"Dios suplirá todo lo que nos falte". ¿Cómo? ¿Cómo puede Dios pagar la cuenta de la electricidad? Es obvio que Dios no tiene una chequera. Sin embargo, desde el Antiguo hasta el Nuevo Testamento, innumerables personas en situaciones desesperadas descubrieron que Dios realmente los liberaba, los salvaba y cuidaba de ellos. La historia de José muestra cómo toda una región fue protegida de la hambruna. En su jornada a la Tierra Prometida los hijos de Israel podrían haber muerto de sed o inanición, pero agua y maná aparecieron en el desierto. En otras ocasiones, sus enemigos los tenían rodeados y Dios les mostró la manera de escapar. Una viuda estuvo a punto de que le quitaran a sus dos hijos como esclavos para que pagara sus deudas, y la provisión se manifestó. Jesús alimentó a miles de personas desamparadas en un lugar apartado, y con cinco panes y dos peces todos fueron saciados. Todos estos hechos parecen milagros. Pero si los analizamos más profundamente, revelan una verdad divina, una ley espiritual, que trae hoy a nuestra vida este cuidado y esta ayuda.
En la cita de Ciencia y Salud, Mary Baker Eddy menciona la tierna paternidad y maternidad de Dios. En estos relatos bíblicos ella percibió una ley que Cristo Jesús ejemplificó en su vida. Cuanto más unidos a Dios nos sintamos, cuanto más lo comprendamos y nos apoyemos en el Amor divino, tanta más veremos en nuestra vida Su cuidado benévolo y digno de confianza.
Tú conoces y sientes la conexión que el amor mantiene entre tú y tu familia. Sin embargo, esto refleja débilmente la conexión que existe tú y tu Padre-Madre Dios. Todo bien, todo amor, toda inteligencia, toda provisión viene de la Divinidad. Piensa en la manera en que una madre vigila y cuida de su hijo. Ahora, piensa en qué se siente al ser este hijo, porque son aún más estrechos el cuidado y la vigilancia que el Amor divino guarda sobre nosotros. A medida que aprendemos esto, nos resulta natural volvernos a Dios cuando lo necesitamos. Puede que al principio recurramos a Él por cosas materiales, para poder pagar una cuenta, por ejemplo. Pero eso es como cuando los discípulos miraron los cinco panes y luego los miles de personas hambrientas. Lo único que vemos es que no tenemos lo suficiente y que sólo podemos esperar un milagro.
Pero si leemos cuidadosamente los relatos de cómo Jesús alimentó a las multitudes, podemos ver que él no dudó, ni por un instante, de que todos serían saciados. Él no necesitaba de un milagro ni esperaba que ocurriera un milagro. Comenzó agradeciendo a Dios. El relato señala que para Jesús era inconcebible que una persona no tuviera prueba de su conexión con Dios, la fuente de todo el bien. Conociendo esta conexión, la oración de Jesús empezó con una gratitud ilimitada a Dios. Parece como que hubiera estado agradeciéndole por el cuidado que ya les estaba brindando a todos. La acción del Maestro hizo que el pensamiento de los discípulos cambiara de dirección. Empezaron a percibir que el cuidado de Dios era ilimitado y que Su bondad no estaba ausente. A medida que fueron percibiendo esto, se produjo un cambio en su pensamiento y comenzaron a compartir esta vislumbre con los demás. De esta forma, toda necesidad fue respondida.
El amor de Dios por nuestra familia es aún más grande que el que nosotros expresamos.
Tantas veces pensamos que necesitamos materia, dinero, para poder vivir, cuando lo que realmente necesitamos es inteligencia espiritual, estar conscientes de que Dios está cerca, de que Él tiene el control, de que nuestra vida está en manos del Amor divino, no en las de una pila de cuentas por pagar. Cuando los Hijos de Israel vieron por primera vez el maná, les pareció un milagro. Pero cuando empezaron a comerlo todos los días, año tras año, se transformó en algo natural. Aprendieron que Dios estaba siempre allí, cuidando de ellos y respondiendo a sus necesidades. Aprendieron a recurrir totalmente a Dios, y no a la materia o a otras personas, para satisfacer sus necesidades.
La mayoría de nosotros está en el proceso de aprender esa misma lección. Si tomamos la Biblia como nuestra guía y empezamos a aprender sus lecciones espirituales, como Ciencia y Salud nos ayuda a hacer, encontraremos que tanto nosotros como todos aquellos en los que pensamos, podemos tener esa misma prueba del cuidado de Dios.
En lugar de estar obsesionados por los gritos de "Págame; dame de comer", podremos hacer eco de las palabras de la Biblia: "Nada me faltará, porque Jehová es mi Pastor".
