Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

La curacíón metafísica

Anunciemos las buenas nuevas

Del número de noviembre de 2008 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Frente al estante donde Heloísa Gelber Rivas guarda sus libros de cocina, hay un juego de verdaderos libros de “cocina”, Ciencia y Salud por Mary Baker Eddy, la Biblia, concordancias y un Himnario de la Ciencia Cristiana.

De hecho, se encuentran en cada cuarto de su departamento, antiguo hábito de la época en que su esposo, Horacio, era Primer Lector de La Iglesia Madre y la pareja vivía en la residencia del Primer Lector en la Avenida Commonwealth. “Era una casa grande”, dice riendo. “Así que yo tenía un juego de libros junto a cada teléfono. De esa manera, si alguien Ilamaba, los libros estaban justo donde los necesitaba”.

Al terminar sus estudios universitarios Heloísa se fue de Brasil, su país natal, y muy pronto hizo de Boston su hogar adoptivo. Comenzó como traductora en La Iglesia Madre, y a lo largo de los años ocupó varios puestos, desde redactora asociada y redactora en jefe de los Heraldos de la Ciencia Cristiana, a Presidenta de La Iglesia Madre, de donde pasó al puesto que ocupa actualmente como cogerente del Cuerpo de Conferenciantes. Heloísa habla con fluidez inglés, español, portugués, francés, italiano y alemán. Hace poco viajó para dar conferencias en Alemania, Angola y todo Asia, así como por los Estados Unidos.

Recientemente tuve la oportunidad de conversar con ella en su casa de la calle Beacon, con vista al río Charles. Hablamos sobre algo que esta dedicada practicista y maestra de la Ciencia Cristiana hace con mucho amor y naturalidad: dar a conocer la Palabra.

Jesús dijo: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura”. Marcos 16:15. Heloísa, hace muchos años que eres conferenciante de la Ciencia Cristiana, ¿qué quiere decir para ti “predicar” el evangelio? ¿Y qué significa para aquellos que no somos conferenciantes?

Predicar el evangelio significa literalmente anunciar a la gente las buenas nuevas acerca de Jesús. Él le pidió esto a todos sus seguidores. Algunos realmente predicaban, contando su historia abiertamente en los mercados y lugares de reunión. Pero muchos otros predicaban viviendo de acuerdo con sus enseñanzas, y sus vidas eran una prueba concreta de lo que habían aprendido. No sólo porque tenían un nuevo concepto de lo que significa “amar a tu prójimo como a ti mismo”, sino también porque su nueva manera de pensar elevaba las condiciones en que vivía la gente. Jesús percibió y enseñó que la realidad espiritual acerca de Dios y el hombre es perfecta y armoniosa y está siempre presente. De esta forma los enfermos eran sanados de sus enfermedades y la armonía era restablecida. Todo aquel que comparte el mensaje del cristianismo está, en cierta forma, predicando el evangelio. Los conferenciantes de la Ciencia Cristiana Ilevan a su público las nuevas acerca de la Ciencia de la curación y sus infinitas posibilidades de elevar el pensamiento de la humanidad a un concepto más alto de lo que es Dios.

Jesús predicaba y sanaba, individual y colectivamente, frente a multitudes, pero no descendía a su nivel de pensamiento, sino que los elevaba a donde él estaba. Nosotros también debemos hacerlo. Jesús no estaba literalmente “predicando” o dando discursos todo el tiempo, sino que discernía allí mismo dónde estaba la identidad espiritual de todas las personas con quienes se encontraba. Predicar en ese sentido no consiste simplemente en expresar palabras, sino en vivirlas. Y ellas seguirán influyendo el pensamiento de la humanidad. La verdad que él enseñó sigue resonando: "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. Mateo 24:35.

Como practicista de la Ciencia Cristiana, tu trabajo de curación se basa principalmente en la oración poderosa y silenciosa. Un desarrollo sagrado. ¿Qué ocurre cuando te Ilaman los pacientes y tienes la intuición de que, en realidad, te están pidiendo “consejo”?

Cada practicista hace lo que es divinamente inspirado a hacer. Lo que es correcto para un paciente puede no serlo para las necesidades de otro. El practicista no es un consejero, sino que es Ilamado para percibir la verdad espiritual, el hecho espiritual, acerca de esa persona. Y lo cierto es que el paciente sólo se relaciona con su Padre-Madre Dios, inseparable del Principio divino.

La Biblia dice: “Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda”. Isaías 30:21. Me gusta ayudar al paciente a reconocer los pensamientos que vienen directamente de Dios; no se trata de una voz humana que les dice lo que tienen que hacer o adónde ir. Vienen como una intuición que brinda una paz indiscutible, una sensación de que las decisiones son correctas.

En Ciencia y Salud leemos: “La intercomunicación proviene siempre de Dios y va a Su idea, el hombre”. Ciencia y Salud, pág. 284. De esto se trata la verdadera comunicación, y todos pueden tenerla. La sensación de que Dios está hablando contigo viene sin sombra de dudas, no produce nerviosismo ni ansiedad alguna, y siempre te guía en la dirección correcta.

Entonces cuando alguien te Ilama por alguna razón secreta —estoy decidida a divorciarme, por ejemplo— ¿tu función es abrir el pensamiento de esa paciente para que tenga una perspectiva más amplia de la situación?

Mi función como practicista es saber que la persona puede escuchar la guía de la Mente divina, de la cual nunca está separada. Entonces el paciente puede decidir lo que se necesite hacer. Todas las soluciones prácticas serán correctas siempre que se sepa con certeza que nunca podemos estar separados de Dios. Expresamos amor y compasión cuando mantenemos el pensamiento firme en el reino de la verdad espiritual acerca del hombre de Dios. El practicista nunca deja ese reino de la realidad espiritual para aconsejar acerca de una situación humana, sino que ayuda al paciente a apoyarse en el hecho de que “Dios no está separado de la sabiduría que confiere”. ibíd., pág. 6.

En la Biblia encontramos muchas evidencias de curaciones instantáneas. ¿Qué ocurre con los casos prolongados? Es obvio que el practicista espera una curación instantánea con cada tratamiento.

La base fundamental del trabajo espiritual del practicista, o sea, la oración, es la totalidad de Dios o Su omnipresencia. En esa presencia no hay enfermedad. El practicista no parte del punto de vista de la enfermedad como una realidad que necesita desaparecer gradualmente, o que el paciente necesita liberarse de algo. Es necesario disipar la creencia humana en la discordancia, la cual tiene lugar en la consciencia humana. Y eso no toma tiempo. La creencia humana siempre espera un proceso de curación. Pero lo que ocurre como resultado del trabajo metafísico, u oración en la Ciencia Cristiana, es que la sugestión de enfermedad pierde su influencia en el pensamiento humano. Esto quiere decir que deja de intimidarlo a medida que se reconoce totalmente que la enfermedad no existe en la Mente divina. Aunque a veces pueda parecer que una curación está tomando mucho tiempo en manifestarse, percibir que la salud y la armonía son un hecho espiritual es siempre instantáneo. De manera que, cuando un caso parece prolongarse nunca debemos presumir que alguien tiene un problema que no ha sanado. De otro modo, cuando se produce una hermosa curación ¿diremos entonces que hay un problema sanado?

El paciente necesita darse cuenta de que todo su ser siempre ha estado —y está ahora mismo— intacto. Una curación lenta se debe a la lenta percepción de que no hay nada que sanar. El practicista siempre debe partir del punto de vista de la perfección de la creación de Dios, sin importar cuál sea el cuadro humano. La creencia en un pasado bueno o malo, o de una vida imperfecta, necesita ser reemplazada por el hecho de que el hombre y Dios son inseparables. Esa es la Vida verdadera.

Mary Baker Eddy hizo esta notable declaración en Ciencia y Salud: “Si alguien ingiriera por equivocación una porción de veneno y muriera, aunque médico y paciente hubiesen esperado un desenlace favorable, uno se preguntaría si fue la creencia humana lo que causó la muerte. Por cierto que sí, y tan directamente como si el veneno se hubiera tomado intencionalmente”. ibíd., pág. 177. Ella nos está presentando algo muy sorprendente, ¿no es cierto? Que la “mente mortal” no es el pensamiento personal de alguien, sino una creencia del mundo.

Este pasaje indica la necesidad de enfrentar mentalmente —de lidiar— con la creencia humana. Millones de personas abrigan la creencia de que ciertos elementos que se encuentran en las sustancias materiales son peligrosos, venenosos, letales y capaces de quitarle la vida a alguien. O bien, que algunas sustancias específicas pueden restaurar la salud a un cuerpo enfermo. El consenso general de la humanidad es que estas sustancias tienen el poder de afectar la vida humana. Para la mente mortal lo único que existe son los pensamientos discordantes que se guardan en la mente de los mortales, y que son generalmente aceptados.

Cuando hablo de “enfrentar mentalmente” la creencia, me refiero a insistir mentalmente en el punto de vista opuesto, o a revertir la proposición de que la sustancia material pueda tener poder. Esto se hace a través de la certeza mental de que sólo existe una inteligencia en el universo, que esta inteligencia es la Mente infinita que gobierna todo el universo, y que esta Mente es Dios. Puesto que esta Mente es infinita y suprema, podemos negarnos a aceptar que está integrada por componentes que son agresivos contra ella misma. De modo que el único poder y sustancia real que existe es el poder y la sustancia de Dios, que sólo puede producir el bien. Reconocer y saber este hecho espiritual y confiar en esta Mente infinita constituye la oración científica en la Ciencia Cristiana. Tiene como efecto la restauración de la salud, la recuperación de la normalidad y la armonía en la existencia humana. En otras palabras, acalla las proposiciones de la mente mortal.

A veces la mente mortal parece muy temible. Como si se tratara de la Ciencia Cristiana contra esa fuerza malvada que está allá afuera.

La base de toda oración es que no existe poder que se pueda oponer al bien ni hacer frente a lo que Dios es. Cuando aceptamos que esta Mente es Dios y que es suprema e infinita, no podemos realmente tener miedo de alguna otra mente allá afuera que pueda estar pensando algo equivocado. Ciencia y Salud describe la mente mortal como la suposición de que existe una mente separada de Dios, separada del bien, y que el mundo cree en esta Ilamada mente, que es mortal en lugar de inmortal. Esto quiere decir que sus proposiciones parecen ser reales y verdaderas y se manifiestan en la experiencia humana como preocupación y falta de felicidad, o como una condición de enfermedad. No podemos darnos el lujo de sentirnos impresionados por ella. No existe ningún poder terrible allá afuera que pueda tener mala influencia. Y los pensamientos hipotéticos de la mente mortal no pueden tener efecto alguno cuando nos damos cuenta de que son realmente hipotéticos. Todo pensamiento que no proviene de la Mente divina, no es verdadero.

Todo pensamiento que no proviene de la Mente divina, no es verdadero.

La Sra. Eddy insistió en la importancia de esto en otro pasaje de Ciencia y Salud: “Hablando científicamente, no hay mente mortal de la cual producir creencias materiales, que nacen de la ilusión. Esa mal Ilamada mente no es una entidad”. ibíd., pág. 399. Entonces entendamos claramente que “allá afuera” no hay nada que esté pensando que algo está mal y que de alguna manera tenga poder sobre nosotros.

¿Qué puedes decir de esa ubicua presencia médica que también parece estar en todos lados? Los titulares y avisos comerciales hablan a diario de ataques de apoplejía, infartos y cáncer. La verdad es que están en todas partes.

Lo que está apareciendo por todo el mundo es una influencia intimidante que produce temor y empuja a la gente a tomar medidas para protegerse de todos esos males que supuestamente pueden presentarse en sus vidas. Y todo aquel que tiene miedo anhela algo que le dé paz, algo en lo que pueda apoyarse para sentirse seguro, protegido, para evitar ser una víctima impotente de éste o aquel peligro. Cuando comenzamos a comprender la Ciencia del ser, la Ciencia de nuestro ser, nos hacemos cargo con confianza de todo lo que podamos necesitar, ya sea salud o cualquier otra situación. Y si por alguna razón algo parece salir mal, nos aferramos al pensamiento: Yo estoy segura en la presencia de Dios. Esto es partir de la base de que realmente conocemos la verdad de que Dios es el único poder y la única presencia.

La expresión “conocer la verdad” no es jerga de la Ciencia Cristiana, proviene de las palabras de Jesús: “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. Juan 8:32. Jesús conocía esta misma verdad cuando dijo: “El reino de Dios dentro de vosotros está”. Lucas 17:21, según Versión Moderna. Esta manera de pensar es la mejor forma de responder a cada desafío que en frentamos, porque estamos hablando desde la perspectiva espiritual y mental de la realidad de Dios. Respetamos la filantropía del mundo médico, pero los Científicos Cristianos operan dentro de un reino totalmente diferente.

Y es un reino totalmente diferente, no una medicina alternativa.

La Ciencia Cristiana no es algo a lo que recurrimos simplemente para resolver problemas. No estamos hablando de orar aquí y allá o de recurrir a Dios para obtener curación, una vida mejor, seguridad económica o buenas relaciones. Es mucho más poderosa que eso. Es el cumplimiento de las palabras de Jesús, una vez más: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. Mateo 24:35. El poder de estas palabras todavía habla a la consciencia humana, y siempre lo hará. Ese es el Cristo viviente, siempre hablando a la consciencia humana.

La gente busca respuestas respecto a quiénes son, cuál es su propósito en la vida. Quieren descubrir que hay un poder espiritual superior que gobierna todo el universo. Tienen la intuición de que Dios es real pero quieren una manera inteligente de relacionarse con Él, en lugar de creer meramente que Dios existe. La Ciencia Cristiana responde plenamente a estas aspiraciones y nos da toda la estabilidad espiritual que anhelamos.

Simplemente pensemos en todos los experimentos y teorás, en todas las formas diferentes de cuidar el cuerpo que existen para mantener la salud y encontrar alivio —todo eso cambia constantemente. Si uno mira los avances médicos de hace 500 años, ahora parecen primitivos e ignorantes. Consideremos la medicina, incluso de hace cinco años, y ocurre lo mismo, a menudo es considerada anticuada y totalmente obsoleta. De modo que todas esas proposiciones de la tecnología moderna que hoy en día se consideran lo más avanzado que existe y son capaces de producir condiciones que son “casi milagrosas”, en muy corto tiempo serán reemplazadas por otras tecnologías de avanzada. Mientras que el hecho de que Dios está presente es inmutable, y es necesario reconocerlo espiritual y mentalmente. La humanidad poco a poco estará preparada para admitir que la Mente es Dios, entonces será capaz de ver por qué las palabras de Jesús no pasaron al olvido, a pesar de todos los cambios en la historia humana.

Heloísa, cuando das conferencias alrededor del mundo estoy segura de que percibes que ocurre algo único en cada conferencia ¿Consideras que a veces tienes cierta intuición espiritual o espontaneidad que te impulsa a cambiar alguna idea o a elaborar un poco más algún pensamiento popular?

La conferencia contiene un mensaje específico Pero cuando le hablo a un público en vivo, naturalmente trato de responder al pensamiento de los presentes. No es cuestión de convencerlos o de convertirlos, sino más bien de tener la valentía de invitarlos a pensar, a razonar, a descubrir, a ser inspirados. Me gusta sentir la respuesta del público y lograr que participen. Como conferenciantes de la Ciencia Cristiana, nunca estamos atados a un molde o a un texto fijo, aunque cada conferencia contiene un mensaje cuidadosamente preparado y eso es lo que se transmitirá, pero no es una repetición de palabras. Lo importante es elevar el pensamiento a la altura espiritual.

No existe separación entre Dios y el hombre. Este conocimiento nos bendice.

¿Para quién es realmente una conferencia de la Ciencia Cristiana? ¿Es sólo para la gente nueva?

Citando al Apóstol Juan, la Sra. Eddy dice: “‘Os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre’. Entiendo que ese Consolador es la Ciencia Divina”. Ciencia y Salud, pág. 55. Todos tienen el derecho de comprender que el Consolador está aquí, y que trae consuelo, curación y propósito a la vida de la gente. No importa cuánto haya estudiado la Biblia o los escritos de la Sra. Eddy, todo aquel que asiste a una conferencia siempre se Ileva algo que lo bendecirá. Pienso que si alguien tiene un concepto equivocado acerca de la Ciencia Cristiana, yo no necesito explorar ese territorio, simplemente tengo que declarar los hechos correctos con mucho amor. Y eso es verdad dondequiera que voy, cualquiera sea el país, la cultura o la iglesia filial.

Entonces lo que estás diciendo es que una conferencia para el público incluye a los Cientificos Cristianos.

La palabra público no se refiere a aquellos que no son Científicos Cristianos. Una reunión pública está abierta a todos, no importa quiénes son ni de dónde vienen. Un ambiente cerrado o un grupo selecto de personas que esté dentro de un salón donde no se le permite la entrada a la gente que está en la calle, no es algo público. El público es gente. Incluye a todos. Busqué la palabra público y encontré una definición muy pertinente: “...la gente en general”.

Los miembros de la iglesia juegan un papel muy importante en una conferencia porque son los que auspician la reunión. Tienen la responsabilidad de responder a las ideas que se presentan. La presencia de los auspiciadores ayuda a crear una atmósfera espiritual sanadora que es fundamental y que todos los que asisten pueden sentir. Y debería ser natural para ellos querer compartir esta Ciencia con aquellos que todavía no la conocen, o que quizás tengan conceptos equivocados acerca de la Ciencia Cristiana.

Realmente tienen que tener el deseo de traer invitados a la conferencia. Si uno no tiene el deseo ferviente de dar a conocer la Ciencia Cristiana a la gente de su comunidad, no hay, en realidad, una conferencia. La conferencia no es una reunión privada de iglesia.

Volviendo a lo que estabas diciendo acerca de que no es necesario ampliar los conceptos errados acerca de la Ciencia Cristiana, sino transmitir lo que es correcto, ¿qué piensas del concepto de que simplemente nos quedamos sentados a orar, y no estamos allá afuera en las trincheras, de que no estamos “haciendo” algo?

Hay varios pasajes en la Biblia que nos dicen que Jesús se apartaba de la gente para orar. La Sra Eddy con frecuencia se retiraba para estar sola, se iba a su cuarto y pasaba muchas horas orando. Tanto Jesús como la Sra. Eddy oraban para estar en comunión con Dios, para poner su pensamiento de acuerdo con la Mente divina, para alinearse con esta Mente porque eso les daría el nutrimento espiritual que determinaría sus acciones. Está bien hacer lo que necesitamos y desarrollar nuestras actividades durante el día, pero a medida que lo hacemos nos esforzamos continuamente por “conocer la verdad” de que no existe separación entre Dios y el hombre. Este conocimiento nos bendice de una manera que va más allá de lo que podamos imaginar.

El Sermón del Monte en la Biblia, dice que Jesús “subió al monte; y cuando estuvo listo, vinieron a él sus discípulos.” Mateo 5:1, según la versión King James. A mí siempre me gustó la frase “y cuando estuvo listo”, porque para mí quiere decir que él no sólo fue allí físicamente. Primero tuvo que encontrar su propia paz.

Pienso que lo más importante que podemos hacer es tomarnos un momento muchas veces durante el día, para realizar esa misma callada oración, para tener esa comunión de pensamiento y en quietud estar conscientes de que somos uno con la Mente divina. Y saber que Dios es todo el bien. Necesitamos alinear nuestro pensamiento con lo que Dios conoce. Esto nos guiará a realizar acciones que traerán beneficios y bendiciones a todo el mundo. Los esfuerzos humanitarios que realizan las personas son maravillosos. No obstante, el papel de un Científico Cristiano es diferente. Es saber que el Principio divino está en funcionamiento. ¿Cuántas veces al día debemos orar? Si lo hacemos por unos pocos segundos muchas veces al día simplemente tomándonos unos momentos para saber que Dios esta allí mismo donde nosotros estamos, y que todo está bajo Su control, ¿cuánto tiempo toma darse cuenta de eso? ¿Y qué alcance puede tener ese pensamiento? Hagamos eso, sintamos el poder que brinda reconocer la presencia misma de Dios por unos momentos. Cuando Jesús dijo: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”, Mateo 24:35. nos estaba diciendo que sus enseñanzas y el poder de las mismas para sanar y salvar no eran tan sólo para su época. Son para siempre.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / noviembre de 2008

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.