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Momentos de renovación

Del número de noviembre de 2008 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Como un amanecer a principios de la primavera que silenciosamente transforma el paisaje invernal en un refugio y trae esperanza al gorrión solitario, que en vez de migrar se quedó y soportó las duras tormentas de nieve, el poder renovador de Dios tiene un impacto enorme tanto en las cosas grandes como en las pequeñas. El Salmista sugiere lo mismo cuando dice: “[Tú] renuevas la faz de la tierra”. Salmo 104:30. En una escala muy diferente también ora diciendo: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio”. Salmo 51:10. El poder renovador de Dios tiene una manera de resolver problemas tan grandes como nuestro planeta y tan pequeños como un gorrión.

Es bueno saber esto porque a medida que avance el siglo XXI es muy probable que las necesidades de la humanidad surjan en ambas medidas. Por un lado, la infraestructura de toda una nación —sus caminos y puentes, represas y diques para prevenir inundaciones, y demás— puede estar tan abandonada que requiera de reparaciones y reemplazos. Por el otro, una persona sola —que tal vez tenga un órgano que no funciona bien— puede que se sienta abrumada por el temor y esté luchando por sobrevivir. El poder renovador de Dios ofrece ayuda en ambos casos y puede traer soluciones donde no parece haber ninguna.

El Alma inmortal nos percibe a cada uno como una idea en constante renovación.

Estas soluciones siempre están en armonía con la naturaleza de Dios. La Deidad inmaterial nunca reemplaza la materia corroída por materia reluciente. Jamás intercambia materia enferma o decadente por materia Ilena de vitalidad. Dios no funciona dentro de una estructura material, sino que expresa continuamente Su naturaleza espiritual. Esto es renovación. A medida que percibimos este hecho en nuestra oración, nos resulta más fácil dejar de lado las creencias materiales y reemplazarlas por la comprensión espiritual. Entonces comenzamos a percibir nuevas vistas del poder renovador de Dios.

Pensemos en Dios como Amor divino. El Amor valora profundamente su propia creación y lo hace ahora mismo, a cada instante. Puesto que este aprecio divino procede constantemente del Amor todopoderoso, renueva de continuo las esperanzas de todo aquel que de otro modo se sentiría muy desalentado. El temor y la desesperación pierden su dominio y desaparecen cuando la certeza de la presencia del Amor va afianzándose en el pensamiento. Y como consecuencia se produce la curación.

También podemos pensar en Dios como Mente infinita, la fuente de toda inteligencia. La Mente conoce sus propias ideas. A decir verdad, cada idea adquiere una forma nueva porque es reconocida de una manera diferente y se la percibe constantemente como nueva. Esta renovación se produce en la consciencia y es un hecho enteramente espiritual. No obstante, la evidencia de este nuevo impulso en la consciencia se manifiesta en la vida diaria. Una evidencia del poder renovador de la Mente infinita podría ser, por ejemplo, un grupo de trabajadores que decide dejar de lado los modelos viejos e ineficientes y es receptivo a aplicar enfoques más modernos y productivos para resolver los problemas.

Del mismo modo, podemos recurrir a los otros nombres de Dios para percibir diferentes dimensiones de Su poder renovador. Uno de ellos es el Principio divino, el cual establece y ordena Su creación y mantiene cada fase de ella en correcta relación con todos los otros aspectos de la creación. El Principio divino está siempre en vigor, actuando por nosotros, universalmente.

El Alma inmortal nos identifica y percibe a cada uno como una idea en constante renovación. El Alma mantiene nuestra identidad espiritual, la cual no tiene elementos declinantes, sino sólo constante y renovada fortaleza, así como facultades cuyo funcionamiento es siempre perfecto. Por su lado, la Vida indestructible vigoriza, vivifica y estimula todo en la creación. Nada puede resistirse a la Vida. Y nosotros, por ser su emanación misma, somos renovados a cada instante y son repuestas nuestras fuerzas.

La acción liberadora de la Verdad divina nunca permite que alguien quede atrapado en un ciclo de deterioro. Y la Verdad hace esto con renovación y sin interrupción. Cuando tomamos conciencia de la acción liberadora de la Verdad, nuestra consciencia revitalizada ayuda a renovar todo el planeta. Tomar conciencia de nuestra propia libertad espiritual puede contribuir también a liberar a las personas con quienes nos encontremos. Podemos ayudar a sanar y a regenerar a otros, aunque lo hagamos de a una persona a la vez.

Como explica Mary Baker Eddy en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: “La consciencia construye un cuerpo mejor cuando la fe en la materia se ha vencido. Corregid la creencia material con la comprensión espiritual y el Espíritu os formará de nuevo”. Ciencia y Salud, pág. 425.

Regocijémonos de que la renovación se está produciendo ahora, no sólo en los ciclos de la naturaleza, sino en todo el mundo, cualquiera sea la estación del año. El Espíritu está en todas partes de guardia, manteniendo y cuidando con ternura de su creación, inspirando constantemente en todo corazón humano una nueva consciencia de vida y una renovación espiritual.

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