Al igual que en el principio de la era cristiana, hoy la Ciencia Cristiana ha dado a luz a un “niño”. Mary Baker Eddy nos habla de este niño en un artículo sobre la Navidad: “En distintas épocas la idea divina toma diferentes formas, según las necesidades de la humanidad. En esta época toma, más inteligentemente que nunca, la forma de la curación cristiana. Este es el niño que hemos de atesorar”. Escritos Misceláneos, pág. 370.
Esta nueva venida del Cristo manifestada como “curación cristiana” Ilama a las puertas de nuestra época, golpeando a la puerta de la consciencia individual y colectiva para buscar un lugar donde anidar, desarrollarse y luego ser dado a luz.
Como los antiguos pastores, ya hemos visto el aparecer de la estrella que nos muestra el advenimiento de este niño. Es la luz de la Ciencia Cristiana, la estrella que brilla anunciando la Ilegada de la curación espiritual, este niño alabado por las huestes celestiales que anuncian su venida a los que aún velan como los pastores en los campos oscuros de la consciencia, pero alertas a cualquier resplandor divino. Ellos son los que vienen a contemplar y a adorar a este niño y a hacerlo suyo en la medida en que lo comprendan y atesoren.
Cada uno de nosotros ha sido en algún momento, uno de esos pastores que respondieron al aviso angelical que decía: “Ve y mira esta maravilla”. Y fuimos a ver y percibimos en otra persona a ese niño aún pequeño, que nos hizo sentir y querer anidarlo en nuestra propia consciencia. Espero que otros también hayan visto en nosotros el desarrollo de este niño de la curación cristiana.
El niño ha crecido y está listo para cumplir su cometido.
Cualquiera lo puede concebir en su consciencia sin importar su género, edad, raza, situación social o educación. Viene a quienquiera que tenga la consciencia receptiva y esté dispuesto a ir cambiando, poco a poco, hasta Ilegar a manifestar el carácter del Cristo.
En cierto sentido, todos, tanto hombres como mujeres, tenemos algo del carácter de “María”. Todos podemos alcanzar esa percepción pura e inocente que puede “concebir” la idea divina, o concepto correcto de la curación cristiana, y así sentirnos bendecidos y favorecidos al albergar a este niño maravilloso de la curación espiritual.
Este niño necesita de nuestro amoroso y continuo cuidado. Necesitamos alimentarlo a diario con la leche del Verbo, aprendiendo más acerca de la Mente divina y de nosotros como Sus ideas puras y perfectas. A este niño lo nutrimos cuando oramos y ahondamos nuestro estudio de la Ciencia divina. Todo esto ayuda a desarrollar nuestro entendimiento espiritual.
Así como a María le correspondió cuidar de Jesús en su infancia, nosotros también podemos trabajar para que este niño de la curación cristiana crezca sano y fuerte en nuestra consciencia y así pueda cumplir su cometido.
Pero este niño también necesita del carácter de “José” que todos podemos incluir en nuestra vida. Este José que valora y protege cada pequeña evidencia de esa curación; este José que defiende y lucha por la curación espiritual, y que seguirá a su lado hasta que el niño de la curación cristiana crezca, se fortalezca y madure para que la humanidad entera lo reconozca.
Quizá hasta tengamos que Ilevarlo a Egipto para defenderlo de los Herodes de la indiferencia, el escepticismo o el antagonismo, que quisieran destruirlo. En el libro Conocimos a Mary Baker Eddy, Martha Wilcox relata que M. B. Eddy le dijo: “Ahora Ileve su pequeño niño a Egipto y permítale que crezca hasta que se fortalezca lo suficiente como para ponerse de pie por sí solo”. “Con esto entendí”, dice Martha, “que se suponía que no hablase con nadie sobre lo que había recibido hasta que yo lo convirtiera en sustancia en mi propio pensamiento”. Conocimos a Mary Baker Eddy, pág. 121.
“Convertirlo en sustancia en nuestro pensamiento”, hacerlo nuestro, hacerlo parte de uno mismo, valorarlo, atesorarlo, pero como realmente es, sin interferencias materiales de ninguna clase, pues éstas sólo quieren destruirlo.
Puede también que en algún momento hayamos perdido al niño. Pero no lo busquemos con desesperación. Él está en el Templo. Es necesario esforzarse por transformar nuestra consciencia en ese templo o tabernáculo donde Dios es alabado, donde está nuestro niño. Como dice la Biblia: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? 1 Corintios 3:16. Aquí, en este templo en cada uno de nosotros, el niño de la curación cristiana Ilegará a su madurez espiritual dedicándose libremente a los negocios de su Padre, sanando todo pecado y enfermedad. Así la curación cristiana florecerá en nuestra vida y traerá grandes bendiciones a cada uno de nosotros y al resto de la humanidad.
Podemos, pues, entregar al mundo a este niño que hemos atesorado durante tanto tiempo y que ahora ha crecido y está listo para cumplir su cometido. Si en alguno de nosotros el niño no se ha desarrollado lo suficiente, podemos trabajar con firmeza para que esto suceda y así gozar con cada pequeño avance que logremos en la comprensión de nuestro niño amado: la curación cristiana.