Un día comí demasiado y me dolía mucho el estómago. Me acosté y empecé a orar a Dios. Yo le pedí que me diera fuerzas, y en ese instante se me quitó el dolor. Cuando llegó mamá le conté y se alegró mucho.
Culiacán, Sinaloa, México
Testimonio
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!