Yo era una mujer fuerte de 62 años, y estaba encargada de la limpieza de uno de los pisos en un asilo de ancianos. Era un trabajo muy duro, pero lograba hacerlo. Un día, me avisaron que mi esposo, que estaba de viaje en México, había muerto repentinamente. Viajé con mis hijas para hacer los trámites necesarios, y cuando regresé a Colorado ya no pude volver a trabajar. Era como si se me hubieran terminado las fuerzas; la vida ya no tenía sentido para mí.
Pronto caí en una depresión tremenda. Iloraba mucho. Cuando iba a ver a la psicóloga loga ella marcaba la hora en que empezaba y dejaba de Ilorar. No quería hablar, ni ver a nadie. Mi salud estaba completamente quebrantada. Los médicos me diagnosticaron seis enfermedades: depresión, hipertensión, colesterol, problema de tiroides, principio de diabetes y glaucoma. Me dijeron que podía quedar ciega instantáneamente. Caminaba jadeando, en una cuadra tenía que parar cuatro veces para tomar aire. Tomaba seis medicamentos diferentes, los cuales tenían efectos secundarios y yo los estaba sufriendo. Todo esto hacía que viviera en constante temor.
Siempre he sido creyente en la palabra de Dios y he estado en busca de la Verdad, pero para mí todo era malo, todo era pecado, vivía un cristianismo muy oprimido y sufrido.
Un día, una de mis hijas me invitó a una conferencia sobre la Ciencia Cristiana. Cuando escuché lo que decía el conferenciante, sus ideas me parecieron inaceptables por las creencias que había tenido durante 30 años, aunque sin alcanzar a comprender la Verdad.
Antes de que terminara la conferencia, nos regalaron el libro Ciencia y Salud y empecé a leerlo inmediatamente. Pronto descubrí que me negaba a aceptar que necesitaba este libro para comprender la Biblia que yo había leído por tantos años. Con todo, lo seguí leyendo.
Unos meses después Ilegué a la página 468 y encontré la “declaración científica del ser”, que dice en parte: “El Espíritu es Dios, y el hombre es Su imagen y semejanza. Por lo tanto el hombre no es material; él es espiritual”. Esta fue para mí la realidad que ya conocía, pero no había logrado entender.
En la Biblia leemos: “Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía... Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (Hebreos 11:3, 6). Esas dos citas bíblicas Ilenaron mi corazón y mi mente, y poco después dejé gradualmente todos los medicamentos porque comprendí que Dios me hizo perfecta. Por lo tanto, entendí que no necesitaba de algo material, como los medicamentos, que no tenían nada que ver conmigo, porque soy espiritual. Ésta es una verdad para todos. Jesús sanaba porque veía al hijo perfecto de Dios, no a un enfermo. Nosotros tenemos la garantía absoluta de Dios de que somos por siempre sanos.
Sané de todas las enfermedades que tenía desde hacía tres años. De hecho, hace un tiempo me hicieron un examen físico para hacerme ciudadana de los Estados Unidos y allí confirmé que ya no tenía ninguna de esas dolencias. Estoy muy agradecida a Dios por haber Ilegado al conocimiento de la Ciencia divina.
Bolder, Colorado, EE.UU.