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Para Jóvenes

¿A QUIÉN LE PREGUNTO?

Del número de mayo de 2009 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Esta pregunta me la hacía constantemente cuando terminé mi carrera de Artes Plásticas con especialidad en fotografía.

Muchos me decían que seria difícil vivir de la fotografía porque hay mucha competencia. Aceptar la derrota ante las dificultades parecía ser la norma y eso me hacía sentir como un engranaje más en un mundo que gira sin control.

Por un tiempo estuve ansiosa pues sentía que "tenía que hacer" muchas cosas —estudiar una maestría, buscar trabajo, exponer mis fotos y demás—; pensaba que al hacerlo lograría ser feliz.

No obstante, había aprendido a confiar en Dios por sobre todas las cosas. En lo íntimo sabía que Él es como la brújula que me puede llevar a puerto seguro cuando me encuentro perdida en la tormenta de la inseguridad y el miedo. La oración podía traerme paz y ayudarme a encontrar respuestas con más claridad.

Comencé a leer el capítulo sobre la oración en Ciencia y Salud, y allí aprendí que orar es tratar de comprender a Dios, es reconocer Su omnipresencia, omnipotencia y omnisciencia. Percibí que orar no es una mera súplica a un Dios lejano que difícilmente pueda oírme, sino llegar a estar completamente segura de que la Mente divina gobierna Su creación de manera armoniosa, con bondad, inteligencia y sabiduría. Poco a poco me fui llenando de felicidad al darme cuenta de que Su amor infinito me incluye a mí y a todos mis semejantes, puesto que nadie puede encontrase fuera de esa infinitud.

Las ideas de la Biblia también me dieron mucho aliento. Sobre todo, las palabras del Maestro del Cristianismo, Cristo Jesús, cuando dice: "...vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis" (Mateo 6:8).

Sin embargo, durante varios meses todo parecía estar estancado. Aun así esa etapa de mi vida fue muy significativa porque me permitió darme cuenta de que con tantas distracciones me había olvidado de quién era. Había estado tan ocupada preocupándome por mi futuro, que no me había dado el tiempo de pensar en mí como un ser espiritual, como la idea completa de un Dios que es todo amor.

Una vez que logré tener armonía y paz en mi pensamiento, todo empezó a fluir. Pronto comencé a tener trabajos muy interesantes que disfruté muchísimo. En uno de ellos tuve que documentar la labor de una organización ecologista, que era justamente lo que yo había deseado hacer. Además no tuve que luchar ni competir con nadie para obtenerlo, simplemente confié en el Amor divino y todo llegó a mi puerta. Así con el tiempo he tenido muchas experiencias como ésta, que me han permitido hacer hermosos viajes de trabajo y conocer gente muy interesante. Lo más valioso para mí es que he aprendido a confiar en el Amor divino.

No digo que no haya habido altibajos y titubeos, pero siempre que he acudido a la Mente divina he encontrado la idea adecuada para resolver mis problemas. Además, vivo en un lugar que me encanta, con un alquiler que pago con comodidad, y tengo todo lo que necesito. El camino y la búsqueda han estado colmados de bien.

Ya no me preocupa tanto si voy a estudiar una maestría o dónde voy a trabajar el próximo año, porque me queda claro que puedo confiar en el Amor para encontrar el mejor camino.

Qué podemos hacer cuando necesitamos tomar una decisión importante en nuestra vida? ¿A quién le preguntamos o en quién podemos confiar?

Saber que la Vida es Dios mismo y que Él nos gobierna, nos da una ventaja infinita para progresar. Mary Baker Eddy escribió en Ciencia y Salud: "El propósito y el motivo de vivir rectamente pueden lograse ahora. Una vez logrado ese punto, habréis comenzado como debíais... Si trabajáis y oráis con móviles sinceros, vuestro Padre os abrirá el camino" (pág. 326:18).

Cuando estaba en mi último año de bachillerato me preguntaba qué iba a hacer el próximo año. En aquel entonces quería estudiar teatro, pero en mi ciudad no enseñaban esa carrera, y mis padres no estaban dispuestos a que me fuera a otra ciudad, ya que donde vivo hay muy buenas universidades donde podía estudiar otra carrera. Finalmente le pedí a Dios que me guiara. Oraba reconociendo el amor que mi Padre–Madre Dios siente por mí. con la certeza de que Él me mostraría lo que debía hacer. Ocurrió que un día, estando en una tienda, encontré una revista que alguien había dejado olvidada. La tomé y algo me hizo fijar la mirada en un recuadro donde mencionaba la carrera de ingeniería. Me impresionó tanto que después de leer todo lo que decía, decidí estudiar dicha carrera.

Disfruté mucho al cursar estos estudios, y comprendí que cuando uno humildemente cede a la voluntad de Dios todas las cosas le ayudan a bien. Sabiendo que todo el poder es de Dios, no hay lugar para malas decisiones, sino que todas son buenas porque están guiadas y se desarrollan bajo el amor del infinito sostenedor, como Ciencia y Salud promete en su Prefacio.

Todos podemos dejar en manos de Dios nuestra vida. Él nos muestra en el momento más conveniente el camino a seguir. Dios, en Su infinito amor, nos guía a tomar siempre la decisión correcta.

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