Ayudar a los demás. Este tema caracteriza la vida y obra de Abigail Warrick, practicista y maestra de la Ciencia Cristiana.
Ya de adolescente, Abby sintió la necesidad de colaborar con los demás, de hacer una diferencia positiva en el mundo, y al terminar la universidad se dedicó a la enseñanza de literatura inglesa. Su carrera en educación comenzó en Ciudad del Cabo, África del Sur, donde también enseñó religión e historia. Posteriormente, obtuvo una maestría en educación en la Universidad del Sur de Illinois, en los Estados Unidos. A lo largo de los años, la enseñanza la llevó a varios países, hasta que llegó a un suburbio de Melbourne, Tecoma, Australia, donde vive actualmente.
Con el tiempo, la idea de ayudar a los demás se hizo más profunda, y en el año 2003 Abby dejó su carrera académica para anunciar su práctica pública de curación en la Ciencia Cristiana en el Christian Science Journal. Tres años más tarde, se graduó de maestra de la Ciencia Cristiana. Hoy, aunque Abby todavía disfruta de la literatura—especialmente la poesía—su vida se centra en la curación y en llevar el mensaje de la Ciencia Cristiana al mundo.
Cuando Abby y yo comenzamos a intercambiar ideas por e-mail de un extremo al otro del planeta, le pedí que me contara una de sus experiencias más memorables en la Ciencia Cristiana.
Cuando tenía veinte años, salí de viaje en automóvil por la zona rural de África del Sur. Mi hermano manejaba y un amigo de él iba en el asiento delantero. Yo iba atrás. La mayoría del trayecto vimos muy poco tráfico y como por largos trechos la carretera era recta, mi hermano iba a muy alta velocidad, a unos 140 km por hora.
En un momento dado, nos acercamos a un camión de acoplado grande que iba despacio. Mi hermano puso el intermitente y se movió al otro carril para pasarlo. En ese mismo momento, el camión, sin hacer ninguna indicación, se nos cruzó delante. Levanté la vista a tiempo para ver que en un segundo íbamos a chocar con tremenda fuerza contra el enorme remolque de hierro. Me invadió el terror, especialmente porque no llevaba puesto el cinturón de seguridad (en Sudáfrica no se requiere para los asientos de atrás). Pero hice lo que era muy natural para mí en momentos de peligro: recurrí de inmediato con todo mi ser, con toda mi consciencia, a Dios como el único poder supremo de mi vida.
En seguida sentí que el temor desaparecía, y me vino claramente y muy fuerte el pensamiento de que me relajara y no me preparara para la colisión. Pude hacerlo, cosa que hubiera sido imposible si hubiera estado tiesa de miedo. Luego se produjo un tremendo impacto. El auto dio varias vueltas antes de detenerse con las ruedas para arriba. Yo estaba de espaldas contra el techo del automóvil en medio de una montaña de vidrios rotos. Mi hermano y su amigo estaban encima de mi cabeza, suspendidos de sus cinturones de seguridad, sin daño alguno.
Cuando salimos del auto totalmente destruido, me di cuenta de que, aunque yo no había tenido puesto un cinturón que me mantuviera en mi lugar, no tenía ninguna herida, ni siquiera un rasguño. El conductor del camión (que no tenía licencia para conducir) también salió ileso. Él fue a llamar a la policía. A todos nos sobrevino una gran sensación de libertad.
Yo tenía la certeza de que el poder divino nos había protegido para que no fuéramos heridos durante el choque, y fue muy conmovedor ver que ese poder permaneció con nosotros como un padre amoroso lo haría, manteniéndonos conscientes por el resto del día de Su tierno cuidado, en lugar de que sintiéramos conmoción y temor.
Era un día muy caluroso y soleado, y me sentía un poco mareada, así que me tendí al lado de la carretera y cerré los ojos, mientras esperábamos a que llegara la policía. Mi hermano y su amigo hicieron lo mismo. Muy pronto, escuché una voz dulce que en Afrikaans me decía: "Die Here het u gered!", que quiere decir: "Dios los salvó".
Abrí los ojos y vi a una pareja de ancianos que me miraba. Extendieron sus manos y me levantaron, y abrazándome me llevaron a su pequeña cabaña que estaba a unos 100 metros de allí. El lugar tenía piso de tierra, pero estaba esmeradamente limpio y arreglado. Me lavaron los pies, me dieron algo de beber y unas galletas, y me hicieron recostar en su cama. Nunca olvidaré el amor y paz que sentí durante esa hora que pasé en el fresco, silencioso y humilde hogar. Aún hoy me habla de la grata presencia de Dios, expresada de maneras prácticas y tangibles, cuando recurrimos a Él en busca de refugio y consuelo.
No recuerdo nada del choque. En lugar de vivir con una horrible memoria del desastre, tengo todo lo contrario, el recuerdo de la maravillosa prueba de que la protección y el cuidado de Dios están a nuestra disposición instantáneamente.
Abby, hablemos acerca del estado de pensamiento que tuviste durante esa experiencia. ¿Cómo explicarías el hecho de que tenías la certeza de que era la protección de Dios y que no fue tan solo una coincidencia feliz lo que hizo que todos salieran ilesos?
Bueno, por supuesto que eso no fue un milagro personal. Yo simplemente recurrí a Dios como la base de mi vida, en lugar de recurrir a mi propia manera humana de ver las cosas. Cuando me torné a ese poder, algo que había hecho muchas veces en situaciones difíciles y había obtenido curación y ayuda, me sentí segura. Supe que Dios estaba allí. Y aunque no sabía cómo Él me salvaría estuve dispuesta a confiar en Su poder. Me sentí inmediatamente en paz al confiar en Él. Me mantuve tranquila porque estuve consciente de que mi verdadero ser estaba en Dios y era, por lo tanto, totalmente espiritual, no un objeto material sujeto al azar.
La verdad espiritual de que Dios es amor superó esa situación peligrosa, porque la existencia espiritual es superior a un sentido físico de existencia. Otra forma de decir esto es que las leyes de Dios tienen autoridad espiritual y moral sobre la materia porque tienen su base en la Verdad divina, y esta Verdad nunca cambia. Es más grande que nuestro sentido humano de lo que constituye sustancia y poder. Las verdades espirituales superan—en realidad, extinguen—las creencias que nos ha dado la educación sobre la física y la biología, o cualquier otra doctrina humana.
El hecho fundamental acerca de las leyes de Dios es que demuestran que nuestra vida está basada en el Espíritu, no en la materia y, por lo tanto, nuestra vida es mantenida por ese Espíritu que llamamos Dios. El Espíritu no depende de la materia para expresarse, y podemos obtener vislumbres de la realidad espiritual cuando reflexionamos profundamente acerca de este hecho. Dios se comunica con nosotros a través del sentido espiritual, no mediante los sentidos de la materia. De manera que la curación y la salvación son el resultado natural de estar en comunión con Dios, el Principio de la vida.
Descubrimos que este Principio nos salva de manera radical, particularmente en situaciones donde no vemos ninguna solución humana. Estas experiencias nos guían a asimilar la idea de que Dios no está contenido en la materia y, por ende, nos permite experimentar un sentido más fuerte, verdadero y elevado de la vida. Entonces hemos encontrado una seguridad y un consuelo que es invulnerable y considerablemente superior a la mejor capacidad humana. Ahora mismo podemos experimentar la verdad espiritual de que "Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones". Salmo 46:1. Simplemente tenemos que confiar en estos hechos espirituales. Ni bien dejamos realmente de lado nuestras ideas preconcebidas, que se limitan a las teorías materiales, y las reemplazamos por una manera de pensar y ser totalmente nueva y más expansiva, descubrimos en cierta medida la naturaleza del Espíritu, tal como yo lo descubrí en el accidente con el coche.
Esa confianza ciertamente te protegió y te liberó del temor y del pánico. Ese es tan solo uno de los muchos aspectos de la libertad inherente a la Ciencia Cristiana. ¿Por qué no comentas cómo has sido liberada a través de tu estudio de esta Ciencia de esas creencias que nos mantienen aprisionados y de otras formas de limitación?
La libertad es uno de los temas en que más me place pensar. Lo que pasa es que nada ocurre si no hay libertad para hacerlo. Me gusta pensar en la historia de la creación en el primer capítulo del Génesis, que afirma: "Y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas". Génesis 1:2. Me encanta el hecho de que antes de que nada existiera, Dios ya se movía. Para que haya movimiento es necesario que haya libertad. Todos sentimos la necesidad de movernos, de ser movidos, y de actuar basándonos en lo que nos mueve. Eso es estar vivo.
Las leyes de Dios demuestran que nuestra vida está basada en el Espíritu.
Pero a mí me gusta ir más allá y pensar en la libertad de ser espiritual. Para mí, esa es la libertad más elevada, porque la espiritualidad nos lleva infinitamente más allá de nosotros mismos. Nos guía para que conozcamos a Dios. Siento que nada puede ser más conmovedor y profundo que descubrir el Principio de la creación. Mary Baker Eddy escribió: "La causalidad espiritual es la única cuestión a considerar, pues, más que ninguna otra, la causalidad espiritual se relaciona con el progreso humano". Ciencia y Salud, pág. 170. Razonar desde un punto de vista espiritual—como la base de todo lo que es real, de todo lo que tiene vida—nos da una visión mucho más libre acerca de las posibilidades que nos presenta la vida humana, que razonar partiendo de los enormes y agobiantes límites de la materia con todas sus obstrucciones.
Pienso que la gente a menudo es atraída hacia la espiritualidad sin saber específicamente por qué, porque la espiritualidad, con su atmósfera de libertad, es innata en todos. Es la fuente de nuestro ser y de nuestras genuinas motivaciones y más elevadas aspiraciones.
Probablemente, lo que más nos atrae hacia el Espíritu sea nuestro reconocimiento de la bondad y el amor de nuestro Creador. Percibimos vislumbres de la belleza del Espíritu en un momento, una imagen, un pensamiento, que nos lleva más allá de nosotros mismos y sugiere una armonía y gracia que superan la comprensión humana. Cristo Jesús nos mostró esta conciencia. Su ministerio demuestra que él tenía la vista puesta en la belleza, la bondad, la perfección, el poder del Espíritu. Y vivió sus días totalmente libre, sin ser atemorizado por las circunstancias materiales.
Jesús enseñó que la libertad es una condición de la verdad, como cuando dijo: "La verdad os hará libres". Juan 8:32. Para mí esta declaración destaca que la Verdad divina es autoexistente y del todo poderosa. Un error no tiene base que lo sustente para oponerse a la Verdad. No hay lugar para contienda alguna. Y las verdades de Dios nos ayudan a liberarnos de cualquier situación aparentemente opuesta a Dios.
Un área en que muchos de nosotros puede que nos sintamos aprisionado es en las relaciones personales. Por ejemplo, yo tenía un familiar que me resultaba muy difícil de tratar. Parecía estar siempre enojada y quejándose de las cosas. Empecé a orar por la situación porque la veía con frecuencia. Un día, a pesar de tener muchas ocupaciones, me vino la idea de ir a visitarla. Cuando llamé, su esposo contestó el teléfono y me dijo que no era un buen momento porque ella estaba de muy mal humor. Le dije que iría de todos modos. Cuando llegué, él abrió la puerta y me indicó que ella estaba en cama, que no quería hablar y que no valía la pena que la viera. No obstante, entré en la habitación donde fui recibida con una mirada de furia. Pero yo sentí que eso no era nada. Sabía que ese estado de ánimo no formaba parte de la verdadera naturaleza que Dios le había dado a esta mujer, así que sonreí, la besé, me senté en la cama y me puse a conversar con ella. Su frío silencio duró unos cinco minutos, al cabo de los cuales comenzamos a hablar con mucha calidez. Me agradeció, feliz por haberla ido a visitar. ¡Su esposo estaba aún más contento!
Me di cuenta de que yo había obtenido mi libertad al no verla a ella—o a ningún otro—como una creación airada. Mis oraciones me guiaron a aferrarme a la bondad de Dios, que yo sabía tenía realidad y sustancia espiritual. Dios sólo produce amor, paz y armonía. Él no causa resentimiento, temor ni odio. Así fue como el apoyarme en la verdad espiritual para percibir la situación, produjo la curación. La actitud de ella cambió y se ha vuelto cada vez más afectuosa y comunicativa. La oración puso al descubierto que la paz y la armonía están siempre presentes y son poderosas porque tienen su fuente en el Espíritu omnipresente. El enojo y la negatividad sólo pueden persistir si reaccionamos en contra de ellos.
Me trajo un gran sentido de libertad y de invulnerabilidad ver cómo un sentido espiritual de vida puede disolver el poder de los pensamientos airados y obstinados, ya sean nuestros o ajenos. Dios nos ha hecho fuertes y libres. Mas esta fortaleza y libertad es espiritual. No vamos a encontrar esta libertad total ahondando en la psicología, la biología humana o las teorías materiales. Pero cuando sabemos qué es realmente la verdad, como dijo Jesús, nos brinda libertad.
Encontramos que, como Jesús enseñó y demostró, apoyarnos solamente en las verdades espirituales nos saca de los límites materiales y nos da un sentido pleno de la creación real. No obstante, para lograrlo es necesario comprender que tener un sentido material de la vida es totalmente inadmisible. Sólo así estamos preparados para dejar de lado todo preconcepto falso. Esta libertad basada en la espiritualidad me ha permitido abandonar todo temor a las enfermedades y me ha liberado de muchas circunstancias adversas.
Las verdades espirituales nos sacan fuera de los límites materiales para percibir la creación real.
Tú vives en Australia, y la Ciencia Cristiana–y La Iglesia Madre–fueron establecidas en los Estados Unidos, ¿cómo ayudas a otros a comprender la universalidad de esta Ciencia? ¿Has encontrado resistencia de parte de personas de otros países que ven la Ciencia Cristiana como una religión estrictamente estadounidense?
Bueno, la Ciencia Cristiana tuvo que ser fundada en alguna parte, ¿no es así? Pero cuando se trata de las cosas del Espíritu, es natural ver que todo lo que tiene que ver con la cultura y la nacionalidad es externo a la sustancia real de la verdad espiritual. Ocuparnos tan solo del aspecto geográfico o cuestiones similares nos hace perder de vista la importancia de este descubrimiento que está cambiando el mundo, el descubrimiento de la realidad espiritual. La Verdad, por su naturaleza, debe ser universal, y esa universalidad es dinámica y brinda gran motivación. La Verdad también unifica al mundo porque nunca varía ni depende de nada que no sea ella misma. Es igual para todos.
Los estereotipos no siempre son útiles, pero menudo tenemos que lidiar con ellos en la cultura popular, y puede que estén mezclados con axiomas válidos. Uno de esos estereotipos es la asociación que existe entre la cultura estadounidense y la libertad. Pienso que es significativo el hecho de que Estados Unidos haya sido fundado por personas que buscaban libertad religiosa. Este aspecto de su historia no se aparta de la universalidad de una verdad, como es la Ciencia del Cristianismo, que fue descubierta por una estadounidense. El hecho de que haya sido descubierta en los Estados Unidos no hace que la Ciencia Cristiana sea estadounidense. No obstante, el lugar donde fue descubierta pone de manifiesto el hecho de que la libertad de pensamiento conduce al descubrimiento de cosas nuevas.
Incluso en lo que respecta a los problemas mundiales, si consideramos que la solución es ante todo espiritual, la necesidad de que todos progresemos espiritualmente se vuelve obvia, urgente y fundamental. Encerrar esta labor tan importante dentro de un cuadro de dimensiones culturales o nacionales, es imposible. Reduciría a una teoría sin importancia la sustancia misma de la relación que existe entre la verdad y la libertad. Por ejemplo, la importancia de una hermosa pieza musical no radica en el piano donde se tocó originalmente, sino en la inspiración que la produjo y la continua expresión de dicha inspiración. De la misma manera, la Ciencia Cristiana trasciende la nacionalidad. Las verdades de la Biblia me traen siempre un nuevo discernimiento respecto a la naturaleza de Dios y de mí misma como Su creación, y son tan infinitamente importantes que es imposible pensar que pueden estar encerradas en una era o lugar en particular. Estas verdades hablan acerca de la naturaleza misma de la existencia, de lo que significa existir, de la manera más fundamental. La Ciencia Cristiana revela el significado espiritual de estas inspiradas palabras de la Biblia, y nos permite llegar a su sustancia, y esto es Dios revelándose a Sí mismo a nosotros, Su creación.
Esto va mucho más allá de la nacionalidad, aunque pienso que es muy significativo que la Ciencia Cristiana haya sido fundada en un país que ofrecía la libertad necesaria para pensar y actuar fuera de los marcos del convencionalismo y la tradición. Esto me dice que mi descubrimiento personal de Dios, la Verdad, necesita que mi pensamiento tenga esa misma libertad para pensar y liberarse de convenciones materiales. Destaca el hecho de que para que la inspiración espiritual se afiance en mí, no tiene que haber ninguna confusión en mi pensamiento que me impida pensar espiritualmente.
Actualmente el mundo está atravesando una situación muy difícil. Las economias están cambiando de curso, y la gente siente temor e incertidumbre por el futuro, tanto a largo como a corto plazo. La Ciencia Cristiana realmente puede cambiar el mundo. Así que, ¿cómo podemos hacerlo? ¿Qué papel cumple el movimiento de la Ciencia Cristiana, no sólo en situación económica actual, sino también para sanar la enfermedad en todo el mundo?
Para enfrentar problemas tan grandes a nivel mundial, pienso que es bueno comenzar por ver que Dios no ha dejado a la humanidad sin respuestas, sin esperanza, sin ayuda. La gente hoy, como en tiempos bíblicos, siente el efecto del pensamiento inspirado por la Presencia divina. Este efecto es inconfundible y profundo. Por ejemplo, la vida de los profetas en la Biblia habla de poderosas curaciones y de cómo escaparon de situaciones devastadoras—ya fueran leyes injustas o tiranías—demostrando que la oración, la comunión con Dios, tiene el poder de liberarnos de todo y de cualquier cosa que sea. Y el Nuevo Testamento habla de la venida de Cristo Jesús y de su ministerio de curación y transformación que cambió el mundo.
La Ciencia Cristiana examina este poder divino y su fuente, Dios, y permite a todos hacer lo mismo para superar problemas de todo tipo. Sin embargo, para lograrlo hay que trabajar. Exige consagración y la disposición de dejar de lado nuestras premisas, a veces muy arraigadas. Pero esto libera enormemente. Y esto me hace pensar en lo que dice Mary Baker Eddy de que necesitamos considerar la causalidad espiritual, porque esto es lo que más se relaciona con el progreso humano.
Cuando comenzamos con la perspectiva inspirada y poderosa de la Palabra de Dios, estamos trabajando fuera de los límites materiales. Cuando vemos que las limitaciones materiales no son muros que Dios creó, ejercemos dominio espiritual sobre todo aquello que nos mantiene prisioneros. Estas limitaciones son el resultado de nuestros propios conceptos equivocados. La misión de Jesús y de los profetas fue alertarnos sobre estos conceptos equivocados y llevarnos a pensar de una manera completamente nueva, de una manera divina. Cuando transformamos nuestra manera de pensar, es cuando realmente progresamos. Percibimos la verdadera Ciencia del universo, que está más allá de los problemas de la materia.
Esta Ciencia destruye la enfermedad, por ejemplo, demostrándonos que Dios no hizo la enfermedad. Esta Ciencia divina proporciona el método—nuestra propia oración que alinea nuestro pensamiento con la Verdad divina—que nos permite perder el temor a la enfermedad. Entonces podemos probarnos a nosotros mismos que el mal de cualquier tipo, incluso la enfermedad, no forma parte de la creación de Dios. La Ciencia Cristiana elimina el halo de misterio y disuelve la propensión material a ser confundidos por la creencia de que la vida es material en lugar de espiritual.
Tenemos dominio espiritual sobre todo aquello que nos mantiene prisioneros.
Una vez que nos damos cuenta de que las respuestas verdaderas a los dilemas de la vida no se encuentran en el cerebro humano, en las teorías materiales ni en la tecnología, comenzamos a mirar en la dirección de las soluciones reales y permanentes. Comenzamos a contemplar el hecho de que Dios no nos ha dejado aquí frágiles y desamparados ante toda clase de desastres, sino que nos ha dado dominio sobre el mal y el dolor. Eso es porque las leyes de Dios son inteligentes y lógicas. No son misteriosas ni efímeras. Tienen sentido y son prácticas.
Respecto a la crisis financiera que está amenazando a todo el mundo en este momento, es fundamental examinar esta ley del Amor en acción. Muchos expertos, así como la gente en general, reconocieron de inmediato que esta crisis es el resultado de la codicia, el temor y las prácticas corruptas. La ley espiritual contiene un imperativo moral. A la larga, las prácticas erradas nunca tienen éxito. Y aunque la situación es difícil, en realidad se está produciendo una curación, porque la gente en todo el mundo se está dando cuenta más claramente que nunca, de que la codicia es una receta para el fracaso, y que la única forma de asegurar el futuro para todos es a través de la justicia y la honradez.
Podemos comprender que el comportamiento que carece de principio es sólo eso, acciones que no tienen al Principio, no tienen mandato divino y, por lo tanto, carecen de poder genuino para obtener logro alguno. La ley divina sostiene la integridad y justicia, de manera que no tenemos que tener miedo de que las acciones de otros nos puedan privar de algo bueno. El bien que tenemos en la vida viene directamente de Dios. Tiene una base firme e inquebrantable. Cuando confiamos en que las leyes divinas de justicia y misericordia nos gobiernan acertadamente, vemos que estamos siempre de nuestra vida debe venir de algo mucho más elevado que el comportamiento humano. Debe tener su fuente en la Verdad divina, de otro modo será variable y estará sujeta a la falibilidad humana.
Esta percepción tiene fuerza espiritual. La ley de Dios mantiene la integridad en los negocios, así como en todo lo demás. Y esta ley es irresistible. A medida que tomemos en serio las demandas de vivir espiritualmente—no tan solo leer acerca de ellas—y comprendamos la necesidad de que gobiernen nuestra vida, veremos un mejoramiento en toda esfera de pensamiento, que es donde comienza toda acción. El poder de la Ciencia Cristiana para cambiar el mundo es inmensurable, porque entraña descubrir la realidad espiritual y la verdadera naturaleza de Dios. Y ésa es una ocupación a la que cada uno de nosotros debe dedicarse por toda la eternidad, pues tiene un potencial infinito para el bien.
