Desde hace más de un siglo, algunos han observado una especie de "contienda" entre el método de curación que ofrece la Ciencia Cristiana y la medicina convencional que adopta la mayor parte de la sociedad occidental. Pero esa no es la mejor forma en que estos dos sistemas se relacionen entre sí. La competencia de uno contra el otro no constituye la base más sólida para que alguno de ellos sirva a la sociedad más eficazmente.
Viéndolo de esta manera, ni la medicina material actual ni la práctica actual de la Ciencia Cristiana deberían definir la atención ideal de la salud. Las obras sanadoras de Cristo Jesús deberían ser la norma. Él sanó instantáneamente ceguera y epilepsia; revertió de inmediato una parálisis de toda la vida y años de hemorragias, transformó al pecador y resucitó muertos. Ningún sistema ha igualado los logros del maestro Sanador.
Por más distante que parezca la norma que Jesús estableció, tanto la Ciencia Cristiana como la medicina convencional deberían medir sus éxitos en relación con este nivel elevado y no con el historial limitado que tiene cada uno. Ambos sistemas quedan empequeñecidos cuando lo hacen. Es verdad, tanto la Ciencia Cristiana como la medicina material pueden señalar ejemplos notables de haber ayudado a los que se enfrentan al sufrimiento. Sentimos profundo respeto por la forma en que la sociedad es bendecida por los desinteresados esfuerzos y vigorosa respuesta de aquellos que desean ayudar a la gente en el ámbito de la medicina material. Los que se hallan en dicho ámbito necesitan desarrollar un respeto similar por el inmenso bien que la Ciencia Cristiana ha traído a muchos que buscan ayuda en su enfoque espiritual de la curación.
Una atmósfera de respeto, en lugar de sospecha u hostilidad, debería caracterizar las actitudes de ambos sistemas. Probablemente sea cierto que los Científicos Cristianos sean menos dogmáticos que el resto del público (que depende generalmente de la atención médica) cuando surge una emergencia y hay que aferrarse a un sistema a toda costa. Muchos se quedan con su sistema material porque no se dan cuenta de que puede haber una alternativa eficaz. Cuando los Científicos Cristianos toman la decisión de seguir apoyándose en la atención y tratamiento en la Ciencia Cristiana, no es porque no sepan que hay otras alternativas, ni tampoco es porgue la Iglesia los obligue a descartar la medicina material. La eligen porgue han razonado y evaluado inteligentemente la situación, y considerado las experiencias que han tenido en su propia vida.
El Científico Cristiano está buscando lo que realmente da resultado. Pero, así como un médico atento tiene en cuenta muchos factores, el Científico Cristiano no basa toda su evaluación en cómo hacer frente a un caso basándose en lo que aparenta ser la condición en la superficie, o a corto plazo, Tiene en cuenta una guía mucho más profunda y espiritual al tomar su decisión. No hay nada en las enseñanzas de la Ciencia Cristiana que exija que un padre busque tratamiento en la Ciencia Cristiana para sus hijos basándose en una fe ciega, sino que la guía natural para que los padres elijan el tratamiento a utilizar es la sabiduría y la experiencia genuina de la curación eficaz.
Puesto que los antecedentes generales de la Ciencia Cristiana en cuanto a la curación de niños posiblemente han sido una de las contribuciones más importantes que esta denominación religiosa ha hecho a la sociedad, sería de esperar que las leyes y reglamentos no ejercieran una indebida presión sobre los padres para que renuncien a lo que han comprobado ser un método de tratamiento exitoso para promover la salud espiritual, moral y física de una persona. No se debería forzar a ningún padre a sentir temor de practicar un método de curación que ha demostrado ser eficaz para su familia. Ningún sistema ha probado ser cien por cien exitoso, y la sociedad no debería privarse o discriminar contra un sistema que no sólo ha tenido razonable éxito, sino que es sumamente prometedor para todos.
La fundadora de la Ciencia Cristiana valoraba a quienes trabajan en el campo de la medicina "que dejan que la Ciencia Cristiana prospere o caiga por su propio mérito o demérito, ..." Ella pensaba que las leyes se desarrollarían en una forma que corregiría la injusticia. Y ofreció una receta para que los sistemas materiales y espirituales se vean el uno al otro: "Para evitar toda acción desagradable y no cristiana—a medida que entremos, en virtud del gran amor de Dios, en sendas de vida más espirituales—cada clase de sanadores, los médicos de la materia y los metafísicos, debe ponerse de acuerdo para estar en desacuerdo y luego esperar pacientemente a que Dios decida, como seguramente lo hará, sobre cuál es el verdadero sistema de medicina". Escritos Misceláneos 1883—1896, págs. 80, 81.
