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Un tratamiento con certeza

Del número de septiembre de 2010 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Quizás una de las declaraciones más audaces del libro Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras de Mary Baker Eddy, sea esta: "Guiado por la Verdad divina y no por conjeturas, el teólogo (es decir, el estudiante—el expositor cristiano y científico—de la ley divina) trata la enfermedad con resultados más seguros que cualquier otro sanador sobre la tierra". Ciencia y Salud, pág. 459.

La autora sabía que ella estaba escribiendo esto no sólo para su época, sino para las décadas, incluso los siglos, por venir. Algunos podrían decir que cuando ella lo escribió, la atención médica era, para las normas de hoy, bastante primitiva. Pero ¿qué podemos decir de los medicamentos milagrosos, los procedimientos quirúrgicos modernos, incluso algunas de las prácticas exóticas de hoy de las que ella no tenía ningún conocimiento? ¿Es acaso su afirmación realista para el futuro? ¿En todas partes del planeta?

Desarrollar estadísticas para respaldar la declaración puede ser intimidante. Tratar de desaprobarla puede ser imposible. En realidad sus palabras podrían haber sido escritas para un propósito mucho más profundo que las comparaciones. Las mismas están escritas dentro de un contexto. Aparecen en un capítulo titulado "Enseñanza de Ciencia Cristiana", y el capítulo está en un libro que tiene la intención de dar a conocer, a aquellos preparados para recibirla, la revelación de la práctica absoluta de la curación. Esta práctica incluye la total salvación de la mortalidad. Ninguna otra práctica de curación hace una afirmación así.

Para el sentido mortal, quizá no parezca lógico que la oración cristiana pueda ser absolutamente científica, segura demostrable. No obstante, estas enseñanzas están dirigidas al sentido espiritual de la persona, no al típico sentido mortal. Y todo individuo tiene este sentido de inmortalidad, aunque no se haya desarrollado mucho en él. La Sra. Eddy comienza el párrafo sobre "Resultados seguros" de la siguiente manera: "La Ciencia Cristiana parece abstracta al sentido mortal, pero el procedimiento es sencillo y los resultados son seguros si la Ciencia es comprendida". Ibíd.

Ella percibió que el enfoque de la oración que Jesús enseñó era una Ciencia, una ley, era la certeza del Cristo y no conjeturas, ni una mezcla de esperanza y duda, o una fe ciega. Este capítulo trata sobre la "enseñanza". Comprender esta Ciencia entraña el conocimiento de sus orígenes. Ser un sanador eficaz incluye el discernimiento de este origen y de cómo llega a la consciencia. Aceptar humildemente la Ciencia confiere autoridad a nuestra habilidad para sanar. La Ciencia verdadera, la verdad absoluta, es de Dios. Dios es la Verdad, y la Verdad es la esencia de la Ciencia divina. Esta realidad llega a la consciencia a través de la luz espiritual, la luz del Cristo, el divino mensaje que se impulsa a sí mismo en cada persona.

La realidad se manifestó más que nunca en la experiencia humana por medio de la vida de Jesús. El mensaje de Dios de infinita bondad y espiritual, resplandeció en el nacimiento virginal, irradió en las curaciones de enfermedad y pecado, dolor y muerte, y expresó su máximo brillo en el perdón expresado en la cruz, en la resurrección de la tumba, y al liberarse de la materia en la ascensión.

El Consolador que Jesús prometió es la Segunda Venida o la reaparición del Cristo. Conocer todo esto es lo que nos permite obtener, una vez más, "resultados más seguros que cualquier otro sanador sobre la tierra". Esta cadena de la aparición del Cristo es una enseñanza indispensable de la Ciencia Cristiana. Más que intentar convencer a un escéptico, o a la mente carnal y su desprecio por el Cristo, esta enseñanza, cuando se recibe con la humildad de un niño, silencia la oposición y abre la puerta para que se produzca la curación absoluta.

Cuando tratamos un problema mediante la Ciencia divina, debemos preparar nuestro pensamiento con la cadena de la Verdad que sustenta nuestra oración. Dios es infinitamente bueno. Él ama a Su creación. Ese amor encuentra su evidencia en la luz, en el Cristo que revela el amor que Dios tiene por nosotros. Se expresó en Cristo Jesús, en su promesa de un Consolador, en el descubrimiento de la Ciencia Cristiana, en su promesa de que podemos tratar un caso con resultados más certeros que cualquier otro sanador en el mundo. El amor que tenemos por esta línea de verdad emergente en la consciencia y el discernimiento de la misma, son los que otorgan autoridad a nuestra labor.

Usted no es un sanador librado a la suerte. Cada gramo de poder que usted expresa proviene de esta línea del amor de Dios, Y esta "línea" es la historia de la presencia eterna de Dios, de Su constante e ininterrumpida perfección, que preserva por siempre la unidad que usted tiene con Dios.

Cuando ora, usted trata el caso con toda certeza porque ama lo que Dios le está revelando sobre el origen de este método sanador. Dios le está asegurando que es la reaparición de Su Cristo lo que produce resultados seguros.

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