Era de noche y ya me había acostado. De pronto sentí un dolor de cabeza como nunca había sentido, no por su intensidad, sino porque me dio la impresión de que no podía pensar ni hablar. También noté que no podía mover con libertad el brazo y la pierna derecha, ni la cabeza.
De inmediato me puse a orar a Dios y pensé: "Tú me enviaste para que haga Tu voluntad y harás que la tarea sea cumplida". Al pensar así, me refería a mis obligaciones con mis hijos que aún estaban todos estudiando. Poco después sentí mucho amor y seguridad en que Él me estaba sosteniendo en esos momentos.
Además, tratando de hablar lo mejor posible, le pedí a una de mis hijas que pidiera de inmediato la ayuda de una practicista de la Ciencia Cristiana para que orara por mí.
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