Cuando uno conversa tan solo unos minutos con Colleen Douglass, practicista y maestra de la Ciencia Cristiana, muy pronto percibe que mantiene su vida en el camino acertado: su dedicación a la Ciencia Cristiana y el amor por su familia.
Antes de entrar en la práctica pública de la Ciencia Cristiana, hace más de 20 años, Colleen trabajó extensamente en el mundo de los negocios donde desarrolló programas de marketing y comunicación para clientes nacionales e internacionales, principalmente en el área de viajes y turismo. Cuando estudiaba en la universidad, desarrolló un programa de verano para educación y recreación en la reserva navajo en el estado de Arizona. Ella les da crédito a los diversos grupos étnicos, tanto de los Estados Unidos como del exterior, por haberle dado "un sentido elevado de la universalidad de las verdades reveladas en la Ciencia Cristiana".
Colleen también escribe mucho sobre la Ciencia Cristiana y colabora con frecuencia con nuestras publicaciones periódicas. Continuando con el amor por la enseñanza de toda la vida (fue profesora de inglés a nivel secundario y de bachillerato), se graduó de maestra de la Ciencia Cristiana en 1997.
Hace poco conversé con Colleen acerca de sus reflexiones sobre la Ciencia Cristiana. Este es un extracto de nuestra charla.
Colleen, de joven buscaste respuestas sobre la naturaleza de tu existencia y de la realidad. Y hubo algo en la Ciencia Cristiana que tuvo sentido para ti. ¿Qué fue lo que tanto te atrajo y que era racional en esta Ciencia?
La Ciencia que en ella hay. Mary Baker Eddy escribió en su libro de texto: "Se ha dicho, y con razón, que el cristianismo tiene que ser Ciencia y que la Ciencia tiene que ser cristianismo, de lo contrario uno de los dos es falso e inútil; pero ninguno de los dos carece de importancia o de verdad y son iguales en demostración".Ciencia y Salud, pág. 135. Eso tuvo sentido para mí. O bien el cristianismo tenía que ser una Ciencia, o el cristianismo no era verdad. Y puesto que la Ciencia Cristiana es la Ciencia del Cristo—la Ciencia del camino divino mediante el cual Jesús sanó y demostró dominio sobre las circunstancias materiales—me interesó mucho comprender mejor la Ciencia Cristiana como Ciencia, viéndola como una Ciencia, y probándola como tal.
Claro está que la Ciencia tiene doble significado. Cuando se escribe con mayúscula, se refiere a la actividad de la verdad espiritual que fundamenta la realidad absoluta. Y la Ciencia Cristiana también cumple con la definición general de ciencia con minúscula como: "...un sistema de conocimiento que abarca las verdades generales o la operación de las leyes generales, en especial, aquellas que se obtienen y se prueban mediante un método científico"; y "un sistema o método que reconcilia los fines prácticos con la ley científica".Merriam-Webster Dictionary.
Para mí, el aspecto de la Ciencia Cristiana como Ciencia es lo que hace que su estudio y práctica sean tan interesantes. Especialmente cuando uno comprueba, como esas definiciones sugieren, que los resultados prácticos provienen de la ley científica. Yo no soy un científico con minúscula. No soy químico, físico ni astrónomo. Pero me considero principalmente científica, una científica que abraza la religión cuando la misma está correctamente definida. Y la Ciencia Cristiana define correctamente la religión.
El aspecto religioso de la Ciencia Cristiana—el cristianismo—es esencial porque constituye el aspecto ético. Es la parte que nos enseña a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, incluso a amar a nuestros enemigos. El cristianismo sienta nuestras bases moralmente en las Bienaventuranzas y en todo el Sermón del Monte que dio Jesús.Véase Mateo, caps. 5-7. Pero para mí la sombrilla es la Ciencia, y la religión, o el cristianismo, entra justo debajo de ella.
Lo que dices pone de relieve un concepto esencial de la Ciencia Cristiana: la religión y la ciencia van de la mano. De hecho, la religión y la ciencia no pueden separarse.
Esa percepción tan única al principio tuvo un impacto en mí y permaneció conmigo. Ha habido muchas señales a lo largo del camino. Por ejemplo, ayudar en la crianza de los hijos de mi esposo. Hace unos años escribí acerca de Kevin, mi hijastro menor, quien hoy es como mi propio hijo.Véase "Belle-mere Or Beautiful Mother," Christian Science Sentinel August 25, 1997, p. 11. Cuando él vino a vivir con nosotros, carecía de algunos modales y disciplina que uno desearía en un niño. Era muy problemático. Durante el primer año de nuestro matrimonio, Kevin rompió virtualmente todo lo que en la casa yo valoraba. No importaba lo que mi esposo y yo hiciéramos, él siempre se metía en problemas. Finalmente me di cuenta de que nada de lo que hacíamos daba resultado.
Cuando vivía en la casa de su madre, había sido diagnosticado como hiperactivo y estaba medicado. Pero al venir a vivir con nosotros, dejamos de medicarlo. Castigarlo por mal comportamiento no daba resultado, así que pensé: "Necesito sacar a luz el Cristo que está en él. Ese espíritu del Cristo—esa consciencia de su verdadera naturaleza divina—es parte integral de la identidad espiritual de Kevin, y tengo que sacar a la superficie ese espíritu del Cristo que está en él".
Yo oraba mucho, pero reaccionaba cuando Kevin hacía algo malo, y me olvidaba de que debía "sacar a la superficie al Cristo que está en él". O sea que oraba y reaccionaba, oraba y reaccionaba. Y eso tampoco daba resultado. Así que me di cuenta de que tenía que resolver otro aspecto de la situación que estaba rehuyendo. Lo que ocurría era que yo nunca había querido ser madre, y tener un hijo era un gran desafío para mí en aspectos que no tenían nada que ver con el comportamiento de Kevin. A mí me encantaba tener una carrera profesional. Pero, poco a poco, todos los hijos de mi marido se vinieron a vivir con nosotros. Yo había sido renuente a que Kevin lo hiciera porque sabía que traería muchos problemas. Y esos temores se confirmaron cuando se mudó permanentemente. De modo que yo tenía que crecer en mi entendimiento de la Ciencia del Cristo de la que hemos estado hablando. Finalmente, crecí, me desarrollé y cambié así como Kevin cambió.
A veces cuando lidiamos con una persona nos volvemos impacientes o incluso nos enojamos con ella por su comportamiento, en lugar de comprender—e insistir en nuestro corazón—que ella tiene el derecho de conocer su naturaleza semejante al Cristo.
Porque todos tenemos el derecho de alinear nuestro pensamiento con Dios y sentir la unidad científica que tenemos con la Vida inmortal, la Mente incorpórea, el Amor divino.
Y experimentar la paz que viene con ese conocimiento. De modo que así es como oramos por ello. Durante el bachillerato, Kevin tuvo una tremenda transformación. La hiperactividad se transformó en una gran energía para concretar metas productivas. Un momento determinante fue cuando finalizo' el bachillerato y le pidieron que regresara a su escuela secundaria para dar una clase sobre etiqueta y buenos modales. A Kevin lo habían suspendido de esa misma escuela por mal comportamiento. Así que para mí el hecho de que le pidieran que regresara para enseñar esa clase fue una muestra del maravilloso crecimiento espiritual que se había operado en él. Hoy tiene dos hijos y es un excelente padre.
Al escuchar esa historia, Colleen, también veo que alcanzaste a percibir más claramente al verdadero Padre de Kevin, y, por supuesto, me estoy refiriendo a Dios, al que Mary Baker Eddy se refiere como nuestro "mismo origen inteligente".Ciencia y Salud, pág. 276.
Definitivamente. Tuve que orar mucho con eso. Pero sabes, Jeffrey, es maravilloso trabajar con esta naturaleza transformadora del Cristo—que es un concepto esencial en la Ciencia Cristiana—porque con demasiada frecuencia simplemente aceptamos ciertos errores de carácter en nosotros y en los demás. Quizás estemos hablando con alguien por teléfono que es descortés, y entonces reaccionamos. A su vez, he descubierto que como practicista, como estudiante de esta Ciencia, mi trabajo consiste en atravesar con la oración esa fachada mortal y ver la naturaleza semejante al Cristo en operación en la consciencia humana. Y siempre que he hecho esto he visto una transformación—resolución, paz, curación—una y otra vez.
¿Tienes algún ejemplo?
Recibí la llamada de un señor que tenía un bulto en la ingle que le provocaba molestias. Él había estado orando pero el bulto persistió durante varias semanas y tuvo miedo. Ahora, como dije antes, la labor del practicista es ver esa naturaleza semejante al Cristo cuando la gente no puede verla por sí misma. Y eso fue exactamente lo que hice. Luego me contó que en el término de dos horas después de llamarme, el bulto drenó y su cuerpo volvió a la normalidad. Esto ocurrió hace varios años y no ha vuelto a repetirse.
¡Qué hermosa curación! Veamos qué ocurrió. Cuando afirmaste la verdadera y divina identidad semejante al Cristo de ese hombre, declaraste que su identidad no incluye imperfección ni perturbación alguna, ¿no es así?
Claro. Volvamos a lo que hablamos sobre la Ciencia. Cuando era joven decidí cambiar la base de mi pensamiento de la materia al Espíritu. Esto hizo que en los años siguientes tratara de entender qué quiere decir ser espiritual. Una de las cosas que percibí es que una bala no puede penetrar una idea espiritual. Menciono esto porque hace unos años tuve que orar por un hombre a quien le habían disparado. Y lo que hice fue insistir en que una idea espiritual no puede ser aplastada, quemada ni desgarrada; no puede ser invadida por un virus; no puede tener un tumor. Para demostrar estos hechos inmutables es necesario cambiar de paradigma, de un pensamiento basado en la materia, a una vida totalmente basada en el Espíritu. Ese cambio mental permite que se produzca la transformación y la curación de las que hemos estado hablando. De modo que cuando recibo una llamada, como en el caso de ese hombre, me aseguro de cambiar de paradigma; no estoy tratando de dar un tratamiento mediante la oración al nivel del problema, sino elevando mi pensamiento por encima del problema para ver qué es la Vida realmente, que está basada en el Espíritu y, por lo tanto, está libre de problemas, es sana y armoniosa.
La Ciencia Cristiana es, de hecho, metafísica, lo que quiere decir que está por encima o más allá de la física, de manera que el tratamiento eficaz tiene que tener lugar por encima y más allá del reino físico. Por eso es tan importante cambiar a una base espiritual. Entonces, en el caso de ese señor que me llamó, volví a pensar en qué es la Vida y quién debía ser este hombre como expresión de la Vida: un ser enteramente espiritual, una idea espiritual que no puede ser manchada, mancillada ni enferma en ningún sentido. Y luego, a medida que me aferré a esta visión espiritual de ese hombre, se produjo, como consecuencia lógica, la curación del cuerpo humano, que es la expresión visible de una construcción mental. En otras palabras, cuando dejé de ver a esta persona a través de los lentes de la materia, lo vi como la expresión pura de Dios, del Espíritu, y se produjo la curación.
Me viene al pensamiento una línea de Ciencia y Salud: "Una idea espiritual no tiene ni un solo elemento de error, y esa verdad elimina debidamente todo lo que sea nocivo".Ibíd., pág. 463.
Correcto. Yo oro mucho con esa frase porque es fundamental para la Ciencia de la curación espiritual. Como dijiste, es un principio que tiene resultados demostrables y confiables en la experiencia humana. Yo trato de mantener constantemente en mi pensamiento lo que estamos probando en la Ciencia Cristiana; es importante comprender esto. Estamos probando los hechos acerca de nuestro ser. Sin darnos cuenta probamos la irrealidad de la materia porque estamos ocupados en demostrar lo que es verdad. La palabra demostración a menudo se usa incorrectamente. Con frecuencia usamos demostración para hablar sobre la curación física o un nuevo trabajo o una relación restaurada. Mientras que la Sra. Eddy a menudo usaba la palabra demostración para referirse a cosas como demostrar al Cristo o demostrar la Ciencia de la Vida. Esa es la verdadera demostración. La curación es una consecuencia o el fruto de la demostración.
A menudo cuando oramos estamos tratando de liberarnos de algo. Cuando hacemos esto, aún no hemos visto qué es la Vida, lo cual es crucial para la curación eficaz. La curación requiere de ese cambio mental del que estábamos hablando. Requiere que, mediante la oración, movamos nuestro pensamiento dentro de la luz de lo que es verdad. Y ese cambio, ese estar en la luz, nos permite demostrar la Ciencia de la Vida con toda seguridad.
Lo cierto es que estamos acostumbrados a practicar la ciencia en nuestro diario vivir. Por ejemplo, aplicamos la ciencia de las matemáticas y podríamos decir que practicamos la ciencia de la gravedad a diario. Incluso la ciencia de la química, digamos, cuando horneamos un pastel o usamos una receta para hacer un rico postre.
Es decir que puede ser muy natural para nosotros practicar de la misma forma la Ciencia Cristiana como una ciencia. La Ciencia Cristiana, como todas las ciencias, requiere de tenacidad y disciplina, pero esta Ciencia no es difícil de demostrar, porque es la Ciencia del Amor, la Ciencia de la Vida.
Cuando era joven, un practicista me dijo que la Ciencia Cristiana es muy simple. Después aprendí que se reduce a dos puntos, a lo que Mary Baker Eddy llama "los dos puntos cardinales": "...la nada de la vida e inteligencia materiales y la poderosa realidad de Dios, el bien, que incluye todo".ibíd., pág. 52. Esa es la intersección entre la Ciencia de la Ciencia Cristiana, o la Ciencia del Cristo, y la curación. Cuando volvemos a esos dos puntos cardinales, se producen curaciones de todo tipo. En las últimas páginas de Ciencia y Salud podemos encontrar curaciones que datan de hace más de cien años y que comenzaron con esos dos puntos.
¿Qué más has aprendido acerca de lo que es la Vida que te haya ayudado a atravesar esa fachada mortal de la que hablaste, y como resultado, sanar con eficacia?
Tengo una oficina en Beverly Hills. Me he hecho amiga de la hipnoterapeuta que ocupa la oficina enfrente de la mía. No hace mucho, la invité a almorzar para preguntarle cómo funciona el hipnotismo, aunque no para aprender acerca del mismo. Tuvimos una fascinante conversación. Una de las cosas que me dijo fue que los científicos han descubierto que la mente subconsciente no puede distinguir la diferencia entre la realidad y la fantasía. Y cuando uno lo analiza, así es como funciona el hipnotismo. Cuando alguien quiere dejar de fumar, la hipnosis cambia su realidad. La persona pasa de sentir que fumar es irresistible, a considerarlo repugnante. Ahora bien, un practicista de la Ciencia Cristiana nunca entraría en la mente humana para acabar con algo así, esa no es su labor. En lugar de eso, el practicista apela a la Mente divina y abraza la consciencia que emana de esa Mente.
¿Y hacer eso, apelando en oración a la Mente divina, hace que uno, o la persona por la que estamos orando, despierte de la fantasía, del sueño de vida mortal a la realidad de la Vida inmortal?
Así es. Lo despierta a la realidad de cómo es la Vida en verdad: libre de adicciones, tentaciones, totalmente armoniosa y libre de problemas.
El fenómeno de la hipnosis me hace pensar en una verdad mucho mayor: Lo que nosotros creemos y pensamos modela nuestra experiencia, porque vivimos en un universo mental.
Y en cierto sentido, todos sabemos eso, no sólo los Científicos Cristianos. Si te sientas en el banco de un parque y observas a la gente pasar, lo más probable es que puedas percibir si han tenido un buen o un mal día por la manera en que se comportan. Eso es la consciencia manifestándose. Si le preguntas a alguien qué piensa de un ser querido, te dice lo que le encanta acerca de esa persona, y por lo general no te menciona ningún aspecto material. Nunca podrías identificar visualmente a la persona que describe basándote en lo que ha comentado de ella, porque se concentra únicamente en sus cualidades. De manera que en cierto sentido, todos sabemos que vivimos en un universo totalmente mental.
Mary Baker Eddy invirtió las suposiciones básicas acerca de la mente y la materia. Descubrió que la mente humana no es el resultado de la materia. Es justamente lo contrario: la materia es un resultado de la mente humana.
Ella también descubrió que, como señala en el prefacio de Ciencia y Salud: "...la mente humana... no es factor en el Principio de la Ciencia Cristiana".ibíd.., pág. x. La Mente divina—no la mente humana—sana. La Mente divina eleva el pensamiento fuera de la experiencia humana, por encima de la llamada mente humana. Y eso es lo que produce la curación.
De modo que cuando practicamos "el sistema científico de la curación divina",ibíd., pág. 123. no adoptamos un enfoque físico. No aplicamos la oración a la materia. Tomamos un enfoque metafísico, un enfoque espiritual. Cedemos en consciencia a la presencia y al poder de la Mente divina.
Y cuando hacemos eso, cuando percibimos que Dios es la única Mente y el Principio de nuestro ser, todo en nuestra experiencia se armoniza.
Estábamos hablando de la demostración y también acerca de cómo la gente practica la ciencia de las matemáticas de manera tan natural todos los días. Bueno, cada vez que resolvemos un problema matemático, demostramos el principio de las matemáticas. Y lo mismo ocurre con la Ciencia Cristiana: Nos esforzamos por demostrar que ese Principio existe, ese Principio que llamamos Dios.
Aquí resulta útil lo que los científicos han aprendido acerca del hipnotismo. Si la mente subconsciente—llamémosla mente humana—no puede percibir la diferencia que existe entre la realidad y la fantasía, ¿quiere decir entonces que esa mente está basada en la inteligencia? ¿Está acaso basada en la realidad? La Ciencia Cristiana afirma: La mente humana no es un factor en el Principio de la Ciencia Cristiana.
Todos sabemos que no se puede confiar en la mente humana porque no puede ver la diferencia entre la realidad y la fantasía. Lo sabemos cada vez que el sol sale y se pone, cuando en realidad es la tierra la que gira sobre su eje. Lo sabemos cuando vemos que las vías del tren se juntan en el horizonte. No obstante, continuamos confiando en algo que ha demostrado ser totalmente indigno de confianza. En los últimos 110 años, las ciencias han avanzado más que en todos los años precedentes. ¿Por qué? Porque las ciencias teóricas han permitido que la inteligencia—no los sentidos materiales—indiquen el camino. La inteligencia, mediante ecuaciones matemáticas, revela la realidad, y luego los científicos la prueban. Son capaces de probar cosas que serían imposibles si se apoyaran estrictamente en los estudios y observaciones empíricas. Y lo mismo es verdad con las personas. Si nos apoyamos en la observación empírica para que nos diga qué es verdad, nunca comprenderemos qué es la Vida. De manera que tenemos que comenzar con el Principio, Dios, y luego ver qué emana de ese Principio. Comencemos allí. En un nivel más elevado que los sentidos materiales.
Me hiciste pensar en otra frase: "Empezar bien es terminar bien".ibíd., pág. 262.
Exactamente. Ante todo, he comprobado que la curación eficaz requiere que comencemos en el lugar correcto, lo que quiere decir comenzar con lo que es verdad, no con el problema. Comenzar con la Mente divina, no con la mente humana. Mucho de lo que hemos hablado—la operación del Principio divino, el papel que la mente humana y la Mente divina juegan en la curación—se resume en Ciencia y Salud de la siguiente manera: "La curación física en la Ciencia Cristiana resulta ahora, como en tiempos de Jesús, de la operación del Principio divino, ante la cual el pecado y la enfermedad pierden su realidad en la consciencia humana y desaparecen tan natural y tan inevitablemente como las tinieblas ceden lugar a la luz y el pecado a la reforma".ibíd., pág. xi. Cuando leo esas palabras, "la operación del Principio divino", pienso en la Ciencia, porque la Ciencia se basa en el Principio. Y con esto volvemos al comienzo, lo que me atrajo a la Ciencia Cristiana, y me mantiene allí, la Ciencia, la Ciencia práctica.
Permíteme agregar un último comentario, en relación a la regla de que tenemos que comenzar en el lugar correcto si queremos terminar en el lugar correcto. La Sra. Eddy dijo que si llegamos a un paciente con el Amor, el paciente sanará.Véase ibíd., pág. 365. Debemos tener suficiente amor por la idea de Dios—por el verdadero concepto del hombre y la mujer—para no ver a un mortal que está luchando con algo. Tenemos que tener un amor tan puro por la idea de Dios que haremos lo que hizo Jesús, ver la perfección de todos. Y cuando tenemos este amor, percibimos que es totalmente imposible que un paciente pueda sucumbir a lo que algunas religiones llaman los siete pecados capitales. Percibimos que es totalmente imposible que pueda haber mala práctica mental, que pueda haber alguna resistencia contra la Verdad, el Amor. Eso para mí es primordial.
Y eso fue justamente lo que ayudó a que se produjera un cambio en Kevin. Pasaste de sentirte confundida por no saber qué hacer y estar desesperada, a amarlo al ver su naturaleza verdadera y bondadosa.
Definitivamente. Como sabes, yo tenía que amarme a mí misma de igual manera. Y cuando lo hice, pasé de tener el interés centrado en mí, de sentir "Yo no estoy segura de querer criar niños", a interesarme por él y preguntarme: "¿Qué necesita este niño para llegar a ser un buen adulto?"
La historia bíblica de Jacob y Esaú me ayudó muchísimo. Como recordarás estos dos hermanos mellizos no se llevaban bien porque Jacob, el hermano menor, le había quitado el derecho de primogenitura y la bendición a Esaú. Entonces Esaú amenazó con matarlo. Cuando Jacob estuvo en comunión con Dios, él no oró para cambiar a Esaú, sino para que su propia naturaleza fuese transformada, y cuando esto se produjo, Esaú lo saludó con un beso.Véase Génesis, caps. 32-33. Esa historia bíblica me ha mostrado qué debo hacer en mi relación con los demás. No es la otra persona la que necesita cambiar. Es mi propio concepto acerca de la idea de Dios que necesita cambiar. Y a medida que elevo ese concepto a Dios las relaciones se vuelven armoniosas. Las finanzas y el empleo se armonizan. Lo que llamamos nuestro cuerpo físico se armoniza. Todos los aspectos de nuestra vida—y la vida de los demás—se armonizan.
    