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la curación metafísica

Alimento para el pensamiento alerta

Una conversación con Rebecca Odegaard.

Del número de marzo de 2011 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Desde hace tiempo Rebecca Odegaard tiene la pasión de alimentar a la gente. Siendo una joven madre en Londres, durante un año hizo un curso intensivo de cocina en el Prue Leith's Cookery School. Poco después, regresó con su familia a los Estados Unidos y aprovechó la oportunidad para aplicar sus habilidades culinarias. Consiguió lo que consideró el trabajo de sus sueños donde regenteó un restaurantelalmacén "hogareño" en un pueblo rural de la costa Atlántica, donde pasó los días cocinando sopas y ensaladas, sándwiches y pasteles caseros para sus clientes. "Me encantaba hacer que la gente se sintiera cómoda y feliz, y expresar arte en los platos que cocinaba", me dijo Rebecca con entusiasmo cuando conversamos por primera vez.

Con las tareas que tenía con su familia y la iglesia —en ese entonces tenía dos niños pequeños, y su marido viajaba con frecuencia— Rebecca estaba muy ocupada. Y una noche su trabajo se multiplicó cuando fue elegida Segunda Lectora de su iglesia filial. Además, pronto comenzó a recibir llamadas de vecinos y miembros de su iglesia solicitando ayuda; querían ser alimentados espiritualmente. "Para mi fue muy claro que necesitaba dejar de preparar esos ricos platos y, en cambio, dar tratamientos en la Ciencia Cristiana", explica.

REBECCA: Después de vender el negocio y dedicarme totalmente a la práctica, me encontré de pasada con uno de mis clientes, y él me dijo: "Te extrañamos. ¿Qué estás haciendo ahora?" Le contesté: "Bueno, tal vez te suene raro, pero soy practicista de la Ciencia Cristiana". Y me contestó: "¿Sabes?, el ambiente que se vivía en tu negocio era la manera en que una iglesia debería ser".

Él se dio cuenta de que lo que estaba haciendo no era tan distinto, y lo que ahora servía era algo diferente. Y esto se transformó para mí en una linda metáfora, porque era pasar de alimentar a unas pocas personas en una hostería de campo, a dedicarme a nutrir la consciencia humana con algo que siempre satisface. Fue un cambio, pero fue natural.

El otro día me llamó la atención el titular de un sitio en la Web que decía: "¿Qué hay de espiritual en 'no ser religioso'?" El artículo esencialmente decía que cada vez más personas ya no se identifican como religiosos, sino como "espirituales".

Yo pienso que ser espiritual implica que hemos aceptado un punto de vista divino de la realidad. Significa que estamos alineados con una teología. En otras palabras, no somos espirituales por nuestra propia cuenta; somos espirituales porque somos la creación de Dios. La espiritualidad tiene que ver con Dios. No está centrada en mí, sino en Él. Y creo que ese tipo de aversión contra la religión, quizás como resultado de no saber qué es la realidad, es una forma de magnetismo animal que quisiera reducir la fuerza de la oración y de la práctica espiritual rechazándola, clasificándola incluso de invención humana, en lugar de lo que es: el efecto de la presencia benigna de Dios en la humanidad.

También parecería que disminuye la organización de la iglesia humana.

Cuando uno pasa frente a una iglesia, cualquier iglesia, en muchos casos la han transformado en algo para responder a los problemas humanos con sistemas materiales: psicología, grupos de apoyo o asesoría. Las iglesias han sido desplazadas en lugar de ser fortalecidas para poder responder a la necesidad humana. No obstante, cualquiera que haya recibido respuesta a su oración sabe que aun el asesoramiento o consejo del amigo más bondadoso y bien intencionado no puede compararse con la oración respondida. Para mí, Dios es nuestro Consejero. Dios es nuestro Médico, nuestro Ministro, nuestro todo. El magnetismo animal quisiera tratar de destrozar a cualquiera o cualquier cosa que eleve la consciencia humana al entendimiento de que todos somos ideas espirituales y sagradas de Dios.

A mí me fascina la idea de que la Iglesia no es una idea del hombre. Es la idea de Dios. Conozco una iglesia que tuvo muchas reuniones de miembros en las que se habló de cerrar la iglesia: "Somos nosotros solos. Nadie viene; a nadie le interesa". Pero coincidiendo con esto, algo mucho más maravilloso estaba ocurriendo en ese pequeño grupo de valerosos pensadores espirituales: tenían la determinación espiritual de que la iglesia es de Dios. De manera que, a lo largo de los años, más de una vez se pusieron firmes para permanecer en la iglesia y permitir que Dios les manifestara el propósito de esa iglesia. Vi con mis propios ojos cómo esa iglesia se levantaba con efervescencia y crecía, y cuando parecía que el último estudiante de la Escuela Dominical saldría por la puerta, la misma se volvió a llenar. Los miembros están enseñando en la Escuela Dominical, con bebés en sus brazos, la gente está apareciendo y ahora esa iglesia es como un pequeño panal lleno de actividad. Cuando vemos que la Iglesia es una idea de Dios, y nos mantenemos firmes en Su idea simplemente por el amor que sentimos por ella, vemos más evidencias de que Él está con nosotros. Dios no se encoge de hombros, no se aparta de Su creación ni permite que se marchite. Entonces, ¿por qué hemos de hacerlo nosotros? El Cristo es por siempre vibrante, vital, activo y sanador. De modo que es muy bueno ver evidencias de eso en nuestras iglesias, y agrandarlas.

Sin embargo, la mente humana tiende a ser testigo y a agrandar sólo su propio sentido limitado de las cosas: enfermedad, desaliento, y cosas por el estilo.

Fatalidad y melancolía... Pero Jesús detuvo la procesión. Y me encanta que cuando él vio una procesión fúnebre del único hijo de una viuda, no se quedó allí mirando sin hacer nada. La detuvo. Lucas cuenta: "Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron".Lucas 7:14. Considero que todo pensador alerta, espiritualmente científico, tiene la habilidad, cada día, de detener mentalmente algún tipo de procesión en el pensamiento que sugiera falta de vida, de salud, de vitalidad espiritual y dominio. Nada ocurre fuera de la consciencia. Así que es en la consciencia donde interceptamos la limitación en cualquier forma que se presente. Y no sólo detenemos el impulso de la marcha del maligno, sino que lo invertimos, y permitimos que el Cristo se haga cargo y lo domine.

Y negarnos a aceptar lo que vemos y experimentamos a nivel humano no es lo que comúnmente se llama "negarse a aceptar las cosas como son".

Esa expresión es el ejemplo perfecto de magnetismo animal, porque se apropia de algo que es parte esencial del tratamiento en la Ciencia Cristiana—negar el mal o "error"—y se burla de ello. El remedio perfecto para destruir el mal es negarle toda existencia, identidad o poder. Pero hoy, cuando alguien dice: "No quieres aceptar las cosas como son", la gente se mofa. De modo que estos términos a veces pueden introducirse subrepticiamente y ser aceptados sin que uno se dé cuenta, y ya sea por ignorancia o incluso sin tanta ignorancia, burlarse de algo que es sumamente beneficioso. Si estamos alertas podemos ver que es en realidad una burla contra el Cristo, el cual defiende la totalidad de Dios, y al mismo tiempo niega a Satanás.Véase Mateo 4:1—11. ¿No es acaso más natural para nosotros apoyar mediante la oración el concepto de que negarse a aceptar el mal es una actividad propia del Cristo? Hoy, ahora mismo, cada vez que alguien con toda sinceridad apela al Cristo eterno, está negando el mal, y abogando por la supremacía de Dios. Tenemos que estar dispuestos a defender el pensamiento de la mentalidad mundana que, con un pie en el sentido material de vida, trata al mismo tiempo de alcanzar el sentido espiritual. Los dos pies tienen que estar juntos, comprometidos con el Espíritu, o Dios, vigilando el pensamiento, manteniendo la consciencia pura y radicalmente espiritual. A mí me gusta la idea de que el Amor absoluto hace esto. Es el Amor, Dios, lo que nos capacita para adherirnos a la realidad espiritual. El Amor hace que abracemos su idea, su realidad, y la protejamos de manera que la consciencia humana la acepte, y se eleve por encima de las creencias en el sufrimiento. Es por esta razón que nosotros, como metafísicos, debemos tratarnos a nosotros mismos a diario. Nuestro pensamiento debe estar en un lugar donde podamos, desde una posición de dominio y fortaleza, ayudar a otros. Por lo tanto, orar por uno mismo no es egoísta. Es algo sabio de hacer. Es una necesidad.

Hablemos del tema que, como tú dices, "nadie quiere hablar".

¿Te refieres al rumor de que la Ciencia Cristiana no sana o no está sanando?

Sí, estoy pensando específicamente en los casos cuando un Científico Cristiano muere, a pesar de sus oraciones, especialmente cuando se trata de alguien que consideramos que tiene un pensamiento más espiritualizado o una comprensión más plena de la Ciencia Cristiana que nosotros. La mente humana tiende a preguntarse: "Si fulano de tal no puede sanarse, ¿cómo es posible que yo pueda sanar? ¿Será que la Ciencia Cristiana sana en realidad?"

Esto me recuerda algo en lo que estuve pensando esta mañana. Es un Estatuto en nuestro Manual de la Iglesia que dice: "Un Cristo". Sección 7. De acuerdo con los libros de texto de la Ciencia Cristiana —la Biblia y Ciencia y Salud Con Clave de Las Escrituras— y con todas las enseñanzas de la Sra. Eddy, los miembros de esta Iglesia no deberán abrigar ni expresar una creencia en más de un Cristo, el Cristo del cual dan testimonio las Escrituras".Manual de La Iglesia Madre, pág. 42. He pensado mucho en esto... al principio no parece referirse al gobierno de la iglesia, aunque reconocer a un solo Cristo es la esencia misma de la Iglesia y su gobierno divino. Sin embargo, llama la atención porque es un Estatuto especial. Yo lo veo como un constante y firme recordatorio de que los Científicos Cristianos tienen un solo Cristo, un Modelo. Un miembro querido de nuestra iglesia no es un Modelo. Una persona que se considera prominente en el movimiento de la Ciencia Cristiana no es un Modelo, el Cristo es el Cristo nos asegura que todos los hijos de Dios son por siempre profundamente valorados y amados; nunca pueden perderse. Aquellos que han fallecido continúan en la Vida como nosotros. Al mantener nuestra mirada en el Cristo, tenemos la convicción espiritual e inamovible de que podemos confiar todo a Dios y al amor que tiene por nosotros. Jamás dejamos de ver curación cuando recurrimos al Cristo, porque el Cristo nunca falla. Su éxito es inevitable.

¿Qué es el Cristo para ti?

Yo me inclino a pensar que el Cristo es un toque, el toque de Dios. Si estamos sentados en la iglesia, o en un momento de oración silenciosa en casa, es ese sentimiento espiritual y tangible de que Dios está allí mismo donde nosotros estamos, que todo está bien, y que somos Sus hijos.

Los himnos nos permiten tan bellamente tomar consciencia de esto, porque con frecuencia son escritos como resultado de un encuentro con el Cristo. Uno de mis compañeros constantes es la frase: "A salvo en Tu Amor, vivimos", del Himno No 66 del Himnario de la Ciencia Cristiana (según la versión en inglés). Para mí esta frase capta lo que el Cristo produce en nosotros, una ola de sagrada seguridad. Estamos llenos de la certeza de que pase lo que pase, estaremos seguros en el amor de Dios.

La Sra. Eddy usa el término Cristo en muchos contextos diferentes, y en uno de sus escritos dice: [Jesús] era inseparable del Cristo, el Mesías —la idea divina de Dios, afuera de la carne".Ciencia y Salud, pág. 482. Ese concepto de que el Cristo es una idea divina destaca este punto de que cuando recurrimos al Cristo en busca de curación, no estamos dependiendo de una personalidad humana para sanar, la nuestra o la de otra persona, lo cual es un concepto muy liberador, ¿no es así?

Muy liberador. Cuando recurrimos al Cristo nos estamos afiliando con la idea divina y dejando de lado la personalidad material y sus creencias. En otras palabras, no estamos recurriendo a algo afuera de nosotros mismos, sino que estamos aceptando que la idea divina es nuestra identidad. En esta asociación con el Cristo, somos mantenidos en la perfección del Cristo. Nosotros también estamos “afuera de la carne”. Estamos tan a salvo y somos tan completos como el Cristo, y a medida que percibimos esto, la necesidad de curación se evapora. Descubrimos que estamos sanos.

Yo tengo escrita una lista de las formas en que Mary Baker Eddy utiliza el término Cristo. La misma me permite refrescar mi pensamiento de vez en cuando con todas las diferentes instancias en que la Sra. Eddy da ese concepto espiritual. Ella incluso habla del Cristo como de “él” en sus escritos. [“¿Por qué aquellos que profesan seguir a Cristo rechazan la religión esencial que [él] vino a establecer.”Ibíd., pág. 27, según orginal en inglés.] De modo que ella estaba muy dispuesta a usar el término de la forma que su revelación la guiara a hacer. Me encanta el hecho de que cuando leemos Ciencia y Salud y otros de sus escritos, realmente tenemos que dejar de lado el intelectualismo personal sobre lo que ella está diciendo acerca del Cristo, y ser como un cántaro vacío. Y es por eso, pienso yo, que a tanta gente le gusta leer Ciencia y Salud continuamente, porque a medida que lo hacen la perspectiva humana, y ciertamente la perspectiva mortal, de lo que es el Cristo, desaparece, y el Cristo revelado ocupa su lugar.

He estado leyendo varias biografías de Mary Baker Eddy, y me ha llamado la atención ver cuán a menudo ella insistía al hablar con sus estudiantes y miembros del personal de su casa, que enfrentaran la oposición al Cristo —lo que ella llama magnetismo animal— en el pensamiento. Que lo hagamos en nuestro propio pensamiento, ella insistió. Y hacemos esto entendiendo la totalidad de Dios. No hay ninguna fuerza maligna “allá afuera” con la que batallar.

Y no se trata de que, o bien estamos viendo la totalidad de Dios, o destruyendo el magnetismo animal. Es todo lo mismo. Es verdad, el magnetismo animal no está “allá afuera”. Lo difícil y furtivo de esto es que parece ser nuestro propio pensamiento. Es por esa razón que la Sra. Eddy no deja de mencionar en todos sus escritos que la sabiduría divina no nos permite estar, día tras día, con la ingenuidad del cristianismo que dice: “Dios es Todo, Dios es Todo”, mientras el mal penetra en el pensamiento. De allí la advertencia de Cristo Jesús, que la Ciencia Cristiana reitera, de ser “vigilantes”, de estar vigorosamente atentos a esto porque el magnetismo animal opera mediante esos pensamientos casi imperceptibles que van en aumento y que nosotros pensamos que son nuestros.

Esos pensamientos que nos vienen, ya sea abiertamente o a escondidas, son el mal que por su naturaleza misma nos haría daño a nosotros o a otras personas.

Y esos pensamientos pueden ser tan imperceptibles como cuando escuchamos decir: “Fulano de tal no se ve muy bien”. O, “Hoy nada me sale bien”. Empieza con estas pequeñas, a veces sutiles, sugestiones tan anormales para nosotros, y que nada tienen que ver con la manera de pensar propia del Cristo. Aceptar que esas sugestiones solapadas, como es el desaliento, son normas lógicas de nuestro propio pensamiento, nos lleva por el camino del pensar no científico, un razonamiento que como apenas se desvía de la espiritualidad, creemos que se justifica.

Como es por ejemplo, creer que una enfermedad debe ser real porque esa dificultad física se ha manifestado por mucho tiempo.

O lo que considero incluso más nocivo, es que la manera de pensar materialista ha continuado por mucho tiempo. Creer que vivimos en dos lugares, que tenemos una existencia que es humana y mortal, y que aparte tenemos esta identidad espiritual que no conocemos muy bien. Pero la verdad es todo lo contrario. Somos espirituales. Somos la imagen y semejanza de Dios ahora mismo. Nunca seremos otra cosa. Y este sentido mortal de la existencia, la personalidad y así sucesivamente, son una imposición en nuestro pensamiento y en nuestra vida. No son nuestra vida.

Esta mañana estaba pensando en un himno que es maravilloso y está muy bien escrito. Dice así: “Mi fe no habrá de vacilar / por más que ruja el mal. / Ninguna angustia terrenal / hará mi fe temblar”.Himnario de la Ciencia Cristiana, No 205.

Esto está expresado con mucha inteligencia porque vacilar significa tener un concepto cada vez más disminuido y casi imperceptible de nuestra fe y de quiénes somos en verdad. Gradualmente disminuye o nos roba nuestro sentido espiritual puro que tanto valoramos y amamos. De modo que esta disminución se refiere al magnetismo animal y sutil que nos viene como un pensamiento falto de fe, o una concesión innecesaria a la manera de vivir material, y es una forma de humanizar nuestra experiencia en lugar de hacerla cada vez más semejante al Cristo.

No obstante, la Sra. Eddy en sus escritos nos da la receta para defender el pensamiento de esas sugestiones. En la página 392 de Ciencia y Salud hay un buen ejemplo. Junto al título marginal “Guardando la puerta”, ella escribe: “Estad de portero a la puerta del pensamiento. Admitiendo sólo las conclusiones que queráis que se realicen en resultados corporales, os gobernaréis armoniosamente”. Y para mí esa es la esencia de cómo encarar, o destruir, el magnetismo animal.

¿Has tenido alguna experiencia que ilustre esto?

En una ocasión, tuve un problema físico y estuve orando por un tiempo. Era bastante serio y me di cuenta de que necesitaba estar de portero en el pensamiento. Una mañana, estaba en la cama y ya ni siquiera podía sostener un libro, pero pensé: “Muy bien, voy a hacer lo que dice la Sra. Eddy”. Y me sorprendí al ver cuántas sugestiones sutiles se habían transformado en parte de mi mentalidad. Cosas pequeñas como: “Me siento tan débil”, o “Hace tanto calor, y no me siento cómoda para nada”. Y estos pensamientos inútiles y serpentinos se entretejían una y otra vez con mis oraciones. No obstante, cuando me mantuve realmente firme de portero y vigilé cada pensamiento, comencé a eliminarlos uno tras otro. Pensé: “Es tan fácil hacerlo”.

Pero a veces aceptamos y tenemos esa manera de pensar vaga, débil, y yo diría distraída, que desfila ante nostros como si fuera nuestro propio pensamiento. Es tan sutil, es como la música de fondo en una tienda, que apenas nos damos cuenta de que se está escuchando. Pero estas sugestiones no son y nunca serán nuestros propios pensamientos, porque sólo los pensamientos de Dios son legítimos y tienen esa consciencia, esa sustancia propia del Cristo, la pureza y el amor que representa el hogar para nosotros. Cuando el Cristo prevalece en nuestro pensamiento vemos la realidad y experimentamos curación.

¿No fue el Apóstol Pablo quien dijo que debemos llevar “cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”? En una ocasión, un conferenciante de la Ciencia Cristiana destacó en una charla que Pablo no dijo uno que otro pensamiento, sino todo pensamiento.

Otra frase bíblica similar que valoro mucho es llevar “cautiva la cautividad”. [“Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres”.Efesios 4:8.] Me encanta esa frase porque eso es lo que hace el Cristo. Reúne todo lo que nos mantendría cautivos o atados a las creencias materiales, lo pone de manifiesto y lo destruye mediante la luz que trae el Cristo. La cautividad es amarrada y echada fuera. Y eso demuestra la inconfundible supremacía de Dios.

Entre las cualidades de pensamiento que necesitamos fomentar porque reciben naturalmente al Cristo, están el conocimiento de uno mismo y la humildad, ¿no es así?

Sí, es el examinarse y amarse verdaderamente a uno mismo, amando al Cristo que está en nosotros, amando la semejanza a un niño que está en nosotros, la pureza de pensamiento. Y tenemos que amarlo tanto como para estar dispuestos a hacer cualquier cosa para preservarlo.

Hablaste de parecerse a un niño, y yo sé que has estado muy activa en las salas para niños y Escuelas Dominicales por muchos años, alimentando a la siguiente generación de pensadores. ¿Qué les has enseñado a los bebés y a los niños pequeños?

Les enseñé lo que ellos querían saber. Al mismo tiempo que los veía buenos y capaces, les enseñé cosas sencillas y prácticas, como sostener un himnario. Cómo dar vuelta las páginas con cuidado. Empezamos con los pasos más elementales para prepararlos para la Escuela Dominical: cómo escuchar y cómo orar. Siempre que les pedía que oraran ellos simplemente se arrodillaban en el suelo y se ponían a escuchar. Orar es innato en nosotros, así que no es algo que tenemos que imponerles a los niños. Si les sugerimos que lo hagan ellos responden.

En un momento dado, comenzamos a traer a este grupo de pequeños de la sala de niños a la Escuela Dominical, y no mucho después me nombraron Superintendente de la Escuela Dominical. Entonces eliminamos por completo la sala de niños. Los bebés venían y formaban parte de la Escuela Dominical, incluso los más nuevos. Funcionó de lo más bien. Los maestros y yo vimos que la Sra. Eddy no dice en el Manual de la Iglesia que los niños comienzan la Escuela Dominical a los dos o cuatro años. Ella dice: “En las clases de la Escuela Dominical... se admitirán alumnos hasta la edad de veinte años...”, Manual, pág. 62.pero no designa a qué edad comienzan. Y nos sentimos alentados por lo que ella afirma en Ciencia y : “A los niños debiera enseñárseles la Ciencia Cristiana, o sea, la curación por la Verdad, entre sus primeras lecciones...”, y luego agrega: “Eso hace accesible a la Ciencia Cristiana a edad temprana”.Ciencia y Salud, pág. 237.

En los últimos años, también has enseñado una clase de varias edades a través de Skype, así como clases a jóvenes que están en el bachillerato. ¿Qué consejos darías para enseñar a este grupo de jóvenes mayores?

Siempre he sentido que el deber de la Escuela Dominical es fomentar practicistas de la Ciencia Cristiana. De modo que para mí, es importante que estas clases sean como las que tienen en el colegio. Estoy de pie, les enseño y les doy tarea. Es una profesión. Yo no les enseño acerca de sus problemas, ni los pongo en evidencia pidiéndoles que hablen de su vida. La clase se trata de Dios. Y si el maestro les enseña acerca de Dios, su pensamiento se inspira y ellos pueden hacer la conexión con su propia vida. Cuando el maestro ama a Dios y siente que lo que está enseñando es lo más importante del mundo, es muy difícil para un alumno recostarse en su silla y no participar. Ellos perciben el entusiasmo y lo práctico que es lo que se les está enseñando, y no quieren perderse nada bueno.

El maestro tiene que prepararse toda la semana, y mediante la oración conocer a fondo lo que va a enseñar. En una ocasión, un maestro de la Ciencia Cristiana —un señor muy querido—me dijo: “Mueve continuamente la cinta de los libros”. Los libros viejos tenían cintas como marcadores, y lo que él me quiso decir fue que siguiera leyendo y estudiando las Escrituras y los escritos de la Sra. Eddy. No puedes dejar de progresar si mantienes en el pensamiento las ideas espirituales que encuentras en ellos y las practicas.

¿Cuál piensas que es hoy la mayor demanda para los Científicos Cristianos?

Practicar realmente lo que se nos ha enseñado. Como sabemos, vigilar el pensamiento es esencial, de modo que hay que hacerlo a diario para poder sanar. No sólo para nosotros mismos y nuestras familias y pacientes, sino para nuestro mundo. Esto es lo que nosotros debemos hacer, atender lo que parecen ser enormes problemas que el mundo estah enfrentando. Incidentes como el derrame de petróleo en el golfo de México y las cenizas que arrojó el volcán en Islandia, los podemos enfrentar mediante nuestra oración diaria. Son situaciones que nosotros, como Científicos Cristianos estamos totalmente equipados para manejar mental y espiritualmente. Después de todo, vivimos en una atmósfera mental, y estamos viendo hoy en el mundo el resultado del pensamiento colectivo, de manera que a medida que reconocemos la basta e infinita naturaleza de Dios, y aceptamos el hecho de que Dios es el único que dirige la armonía, vemos más orden y concordancia en la atmósfera física. Nada nos impulsará a vigilar el pensamiento, sino el amor a Dios y el amor de Dios que está en nosotros. Así es como, en lugar de meramente observar al mundo, lo estaremos alimentando.

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