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para jóvenes

Sin rastros de adicciones

Del número de marzo de 2011 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Sobre su cómoda hay una botella de gin sin abrir, como un diario recordatorio de la vida que dejó atrás.

Cuando tenía 15 años, mi amigo David (no es su nombre verdadero) comenzó a beber alcohol y a fumar marihuana con frecuencia. Con el tiempo, drogas y licores más potentes pasaron a ser parte de su rutina diaria. Al recordar qué lo llevó por ese camino de autodestrucción, David dice: "Corrían los años 70 y era muy común hacerlo. Era un estilo de vida lleno de sexo, drogas y rock & roll".

Cuando le pregunté qué lo llevó a beber y a las drogas, respondió: "Fueron varias cosas, entre ellas que mi vida familiar no era muy feliz, aunque no trato de culpar a nadie. Me gustaba sumergirme en ese olvido mental, y me sentía aceptado socialmente".

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