Sobre su cómoda hay una botella de gin sin abrir, como un diario recordatorio de la vida que dejó atrás.
Cuando tenía 15 años, mi amigo David (no es su nombre verdadero) comenzó a beber alcohol y a fumar marihuana con frecuencia. Con el tiempo, drogas y licores más potentes pasaron a ser parte de su rutina diaria. Al recordar qué lo llevó por ese camino de autodestrucción, David dice: "Corrían los años 70 y era muy común hacerlo. Era un estilo de vida lleno de sexo, drogas y rock & roll".
Cuando le pregunté qué lo llevó a beber y a las drogas, respondió: "Fueron varias cosas, entre ellas que mi vida familiar no era muy feliz, aunque no trato de culpar a nadie. Me gustaba sumergirme en ese olvido mental, y me sentía aceptado socialmente".
Cuando se fue de su casa a los 17 años, David ya estaba consumiendo drogas diariamente. Cursaba sus estudios universitarios en psicología y justicia penal, de modo que daba la impresión de que estaba bien. "Fui asesor residente durante tres años, tenía un trabajo, me gradué con honores y tenía beca. Lo bueno, o tal vez lo malo, es que siempre podía dar la impresión de ser una persona exitosa y realizada", dice al recordar esos años. Luego agrega riendo: "Yo era un drogadicto al que le iba muy bien".
Después de graduarse de la universidad a los 21 años, David tomó consciencia del problema que tenía. Por Primera vez se dio cuenta de que los demás pensaban que era un alcohólico y que no se podía confiar en él. "Mi familia creía que yo tenía un serio problema con la bebida", afirma David. Recuerda que su comportamiento arruinó varias reuniones familiares. "Yo era un borracho vulgar y despreciable", recuerda, "y además no me sentía feliz. Era una mala combinación".
Surgieron problemas de salud que él asociaba con su estilo tan destructivo de vivir, y vio que su vida social cambió cuando sus amigos fueron dejando atrás esa vida. A esta caída en espiral se le sumaron tres accidentes automovilísticos por manejar embriagado.
Además de todo esto, David tuvo un cambio a nivel emocional, pues sentía como un vacío interior, sin motivos para vivir. Fue entonces que comenzó a buscar un sentido de propósito. Sintió el profundo deseo de saber más acerca de Dios y el significado de su vida.
Entonces comenzó a leer sobre metafísica. Aunque conocía el libro Ciencia y Salud porque su abuela lo había estudiado durante muchos años, David nunca lo había leído. Decidió leerlo e intentó comprenderlo desde una perspectiva intelectual. También conversó acerca de las ideas del libro con un sanador espiritual que comprendía Ciencia y Salud.
David recuerda: "La palabra Espíritu no tenía ningún significado para mí. Mi comprensión más elevada de espíritu era el espíritu escolar. Para mí no tenía ningún significado decir que las cosas eran espirituales. Cuando finalmente logré comprender lo que el sanador espiritual estaba diciendo — que Dios es Espíritu y el hombre es espiritual— no fue tanto que estuviera convencido, sino toda una revelación. Percibí que este concepto era real. A partir de allí vislumbré por primera vez que mi verdadero ser es en su totalidad una creación espiritual de Dios".
Al pensar que era espiritual y creado por Dios, David decidió aplicar esta idea al hábito de fumar, que quería dejar. Llegó a algunas conclusiones lógicas: "Si esa afirmación es verdad, entonces el cigarrillo no puede tener ningún poder sobre mí y no me puedo sentir atraído por él. Y simplemente dejé de fumar, jamás volví a tocar un cigarrillo".
David se interesó mucho en desarrollar su relación con esta Presencia divina. Afirma: "Estaba obteniendo una comprensión más elevada de quién soy, qué soy, y para qué estoy aquí. Y esto me trajo una profunda sensación de bienestar y tranquilidad interior". También notó que su salud había mejorado, incluso sanó de un problema de acné que había tenido desde su adolescencia.
En el lapso de dos años, mientras profundizaba su entendimiento de su identidad espiritual, dejó de beber y de tomar drogas. Explica: "No traté necesariamente de dejarlos, sino que desaparecieron naturalmente a medida que trataba de poner en práctica lo que estaba aprendiendo".
Actualmente David es un exitoso hombre de negocios, tiene un matrimonio feliz y dos hijos en la universidad. "Mis hijos creen que siempre he sido un hombre recto", dice riendo. David ha logrado dejar atrás su pasado y quedarse solamente con la riqueza del crecimiento espiritual que logró a través de esta experiencia.
