Hace dos años, decidí viajar a un país asiático con un programa de intercambio de la universidad para estudiar mercadotecnia. Extrañaba mucho mi casa y hablaba muy a menudo con mi mamá quien me ayudaba recordándome que Dios con Su amor me había provisto de un hogar, y que ese hogar es mi consciencia.
Cuando estaba por terminar el primer semestre, al no poder quedarme otro semestre más, pues no tenia materias que me revalidaran, traté de encontrar una pasantía en una empresa de la zona. Como no estaba teniendo éxito, finalmente puse todo en manos de Dios. Al estudiar Ciencia y Salud me aferraba a estas palabras de Mary Baker Eddy: “El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana.”Ciencia y Salud, pág. 494. Así fue como una semana antes de que acabaran mis clases, una empresa multinacional me ofreció un trabajo para hacer justamente lo que yo quería: introducir un producto en esa nueva cultura.
Acepté esa pasantía con gratitud, aunque tuve que mudarme a otra ciudad y dejar atrás mis amistades. Me fui con lo básico que necesitaba, pude encontrar un lugar donde vivir y la práctica del trabajo me gustó mucho.
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