La siguiente pregunta surgió en casi todas las reuniones que la Junta Directiva tuvo en los últimos cinco años con Científicos Cristianos alrededor del mundo: "¿En qué situación piensan ustedes que estará nuestra Iglesia dentro de 50 años?" A veces, uno siente preocupación en la voz de la persona que hace la pregunta. Otras, ve que los lápices dejan de tomar nota, como si la gente esperara escuchar acerca de un plan más elaborado para la expansión de la Iglesia. Pero al orar por esta pregunta con miembros de seis continentes, todos hemos llegado siempre a la misma conclusión: El futuro de la Iglesia de Cristo, Científico, está seguro como una roca.
¿Cómo es posible, cuando el número de practicistas, enfermeros e iglesias de la Ciencia Cristiana que se anuncian en el Journal ha disminuido considerablemente en los últimos 50 años? Para mí, todo se reduce a una palabra: Profecía. La profecía ve más allá de las estadísticas materiales hacia la realidad espiritual de la Iglesia como una fuerza espiritual transformadora de proporciones milenarias, como el Cristo de Dios trabajando irresistiblemente en el mundo ahora y para siempre. Ciertamente, el número de miembros, los bienes económicos, los niveles de suscripciones, son factores que no pueden ignorarse. Pero estos palidecen cuando los consideramos dentro del contexto que establece Mary Baker Eddy en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, donde ella define a un Profeta como: "Un vidente espiritual; la desaparición del sentido material ante la consciencia de las realidades de la Verdad espiritual".Ciencia y Salud, pág. 593.
Jesús, el profeta supremo de todos los tiempos, fundó su Iglesia sobre una base espiritual muy simple, sobre el reconocimiento maravilloso que hizo Pedro de que Jesús era "el Cristo, el Hijo del Dios viviente". Y el Maestro luego profetizó que su Iglesia no sólo sobreviviría a través de todos los tiempos, sino que vencería las mismas "puertas del Hades".Mateo 16:16-18.
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