La Ciencia Cristiana siempre ha sido parte importante de mi vida. Hoy, me doy cuenta de que cuanto más aplico a diario esta Ciencia, y hablo sobre ella con mi maestra de la Escuela Dominical, mejor comprendo que Dios está siempre conmigo. En la Escuela Dominical hemos hablado de qué es la oración y cómo orar, y he descubierto que la oración es útil y eficaz en muchas situaciones: para sanar problemas físicos, desafíos en la escuela, temas sobre relaciones, y otros. Con frecuencia me alientan mucho los testimonios de curaciones, porque ofrecen ideas específicas sobre cómo aplicar la Ciencia Cristiana. Me gusta mucho ver que la Ciencia Cristiana ”funciona” para la gente en todas partes del mundo. Así que me gustaría contarles un testimonio de curación que ha significado mucho para mí.
Hace seis años, salí rumbo a la escuela en mi motoneta. Iba muy rápido porque no quería llegar tarde, y no noté unas rejillas de metal que cubrían el alcantarillado en la calle. Las ruedas de mi motoneta son pequeñas, así que la rueda delantera se quedó trabada en las rejillas, y yo caí al suelo con mucha fuerza y pegué con la cabeza en el asfalto. El lado derecho de mi cara me dolía mucho. Me monté otra vez en la motoneta y fui a la escuela de todos modos. Al llegar fui directamente al baño, y al mirarme en el espejo noté que mi cara estaba muy mal. Recuerdo que de inmediato pensé: “Soy el reflejo de Dios, así que soy perfecta y no estoy lastimada”.
Aunque sabía que eso era verdad, pensé que sería mejor regresar a casa para poder orar por mí misma y comprender esto más claramente. Fui a ver a la enfermera de la escuela para obtener permiso, y después de limpiarme la cara, ella me dejó irme a mi casa.
Era viernes, así que tenía todo el fin de semana para orar. Mi mamá oró por mí. También leí los testimonios de curación de El Heraldo en francés, y la Lección Bíblica de la Ciencia Cristiana de esa semana. Aunque sentía que mi cara estaba cada vez mejor, llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana para pedirle ayuda. Ella fue muy bondadosa y compartió conmigo ideas y pasajes que eran nuevos para mí. El que más me llamó la atención fue el siguiente: “Los accidentes son desconocidos para Dios… Bajo la divina Providencia no puede haber accidentes, puesto que no hay lugar para la imperfección en la perfección” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy, pág. 424). Cuando escuché eso me sentí segura y perfecta en Dios.
El lunes por la mañana, no estaba preocupada de mostrar mi cara en la escuela ya que sólo quedaban un par de marcas que muy pronto desaparecieron por completo.
Esta curación sigue siendo muy importante para mí, pues me recuerda que cuando necesitamos ayuda, Dios está siempre allí con nosotros.
