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Sana de varicela

Del número de octubre de 2013 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en francés


Un lunes por la noche, en junio de 2012, cuando regresé a casa del trabajo, tenía mucho frío y me sentía muy débil. A la mañana siguiente, todavía no me sentía bien, pero fui a trabajar de todos modos. A eso de las 10 de la mañana, noté que tenía manchas rojas en la cara y en los brazos. Mis colegas comenzaron a alejarse de mí, y me dijeron que me fuera a mi casa para que ellos no se enfermaran también. Cuando regresé a casa, llegó mi hermano, quien tenía los mismos síntomas que yo. Él también había vuelto del trabajo y en el camino fue a la farmacia. Como le dijeron que tenía varicela, había comprado algunas medicinas que le recomendaron para tratar esa enfermedad. Yo, por mi parte, decidí poner en práctica las enseñanzas de Cristo Jesús como las explica la Ciencia Cristiana, donde sólo la oración produce la curación. En el Evangelio de Juan, Jesús dijo: “El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también” (14:12).

Yo había aprendido que por ser imagen y semejanza de nuestro Padre-Madre Dios (véase Génesis  1:26, 27), no me puedo enfermar porque Dios jamás está enfermo. En Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy explica que el hombre refleja a Dios y, por lo tanto, la materia no constituye al hombre espiritual y real que todos somos. También había aprendido en la Biblia que todo lo que Dios hace es bueno (véase Génesis 1:31), y que Él es el “arquitecto y constructor” de la creación (véase Hebreos 11:10).

El miércoles, a pesar de mis oraciones, la condición empeoró. Me sentía cansado y no tenía apetito. Pero no tenía miedo porque sabía que el poder omnipotente de Dios me sanaría. Ahora, de acuerdo con las leyes de mi país, necesitaba un certificado médico para justificar mi ausencia en el trabajo.  El doctor en el hospital me dijo que tenía varicela, y que era bueno que lo hubiera ido a ver, pues esta enfermedad podía causar algunas complicaciones serias en el adulto que a veces eran fatales. Mencionó una lista de todas las complicaciones posibles, luego me aconsejó que fuera a comprar algunas medicinas de inmediato (similares a las que tenía mi hermano), y que me hiciera algunos análisis, ya que esto es lo que los médicos generalmente recomiendan en Togo para confirmar el diagnóstico. Le agradecí, regresé a casa y continué orando. 

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