¡Una ciudad de nueve millones de habitantes! Me pregunto cuánta gente pensará dos veces antes de ir a una zona que le es desconocida, o tendrá temor de perderse en el camino o que la asalten.
Cuando veo por televisión imágenes que me infunden un sentido de inseguridad de la ciudad en que vivimos, busco refugio en los pasajes inspirados de la Biblia, que nos muestran que Dios es el poder que gobierna y cuida de todos nosotros. Uno de mis favoritos es: “Fíate del Señor de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas” (véase Proverbios 3: 5, 6).
Es natural que todos los ciudadanos deseemos vivir en paz y concordia, respetándonos y ayudándonos unos a otros. La amabilidad, cordialidad y respeto, son cualidades que apreciamos en nuestro contacto diario con vecinos, amigos y desconocidos. Son cualidades valiosas porque no sólo al expresarlas sino al verlas en los demás, nos hacen sentir seguros. Es importante, sin embargo, reconocer que se originan en el amor inquebrantable que Dios tiene por todos nosotros.
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