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Sana de lesión en tobillo

Del número de octubre de 2013 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en alemán


Mediante mi estudio de la Biblia y del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia
y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, he aprendido que por ser hija de Dios jamás puedo estar separada del Amor divino, Dios. Comprender y experimentar esto me hace sentir sumamente agradecida.

Hay una experiencia que realmente se destaca. Un día soleado, el equipo de hockey sobre césped de mi hijo, jugó un partido contra los padres. Mi esposo y yo no teníamos ninguna experiencia en este deporte, pero era muy divertido jugar con la pelota de madera y el palo de hockey en el pasto.

De pronto la pelota me golpeó con fuerza en el tobillo. Con mucho dolor, salí rengueando de la cancha. De pronto pareció como que toda la alegría del juego había desaparecido. Al principio, me resultó difícil pensar con claridad. Pero me negué con vehemencia a sentirme decepcionada e impotente, y como había aprendido a hacer en la Ciencia Cristiana, rechacé mentalmente el reclamo de que tenía una lesión. Sin embargo, por la noche, después que llegué a casa, ya no podía poner ningún peso sobre el pie y el dolor era insoportable.

Me di cuenta de que en el reino de Dios no hay dos lados: la alegría aquí y el pesar allá.

Me volví a Dios en oración. Recordé una declaración de la página 304 de Ciencia y Salud, donde la Sra. Eddy escribe: “…El Amor divino no puede ser privado de su manifestación, u objeto; …el gozo no puede ser convertido en pesar, pues el pesar no es el amo del gozo; …el bien nunca puede producir el mal; …la materia nunca puede producir la mente ni la vida resultar en muerte”. Me di cuenta de que esta ley de unidad divina entre el Amor y su reflejo, el hombre (nuestra verdadera identidad espiritual), está siempre en vigor, por lo tanto, no puede ser interrumpida en ningún momento. En la totalidad de Dios no hay nada afuera, porque todo está en Dios. De modo que yo no podía estar separada del Amor. También comprendí que mi alegría no podía ser transformada en pesar, porque en el reino de Dios no hay dos lados: el bien aquí y el mal allá, o la alegría aquí y el pesar allá.

Tomé consciencia de que el bien, Dios, es la única realidad y que es suficiente saber esto y sentirlo. En lugar de tener que trabajar aplicando el poder infinito y omnipresente de la Verdad divina a “un problema”, simplemente tenía que reconocer el hecho espiritual de mi ser, ceder a la Verdad y confiar en que el Amor divino lo gobierna y lo abraza todo.

El dolor todavía era intenso, pero decidí acostarme en la cama y continuar orando. Consciente de que mi seguridad estaba en la omnipotencia perfecta de Dios, me dormí tranquilamente.

Al día siguiente, comprobé con alegría que todo estaba bien. Ya no tenía dolor alguno y no rengueaba. La curación fue completa, y sentí una gran alegría y gratitud.

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