Durante muchos años sufrí de fuertes dolores de oído. Cuando era niña, mi mamá me llevó al médico, quien diagnosticó que tenía otitis. Pasé toda mi niñez, adolescencia y parte de mi vida adulta tomando medicinas y cumpliendo con una serie de prohibiciones para que mis oídos no se infectaran. No podía nadar en el mar ni exponerme al frío, y tenía que privarme de hacer muchas otras actividades.
De adulta encontré la Ciencia Cristiana y decidí buscar tratamiento mediante la oración metafísica cristiana para poder sanar de una vez por todas.
Leía la Lección Bíblica semanal de la Ciencia Cristiana todos los días y oraba reconociendo que, por ser la imagen y semejanza de Dios, yo sólo podía expresar Su perfección y manifestar salud.
También me apoyé en “la declaración científica del ser”, escrita por Mary Baker Eddy en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “No hay vida, verdad, inteligencia ni sustancia en la materia. Todo es la Mente infinita y su manifestación infinita, pues Dios es Todo–en–todo. El Espíritu es la Verdad inmortal; la materia es el error mortal. El Espíritu es lo real y eterno; la materia es lo irreal y temporal. El Espíritu es Dios, y el hombre es Su imagen y semejanza. Por lo tanto, el hombre no es material; él es espiritual” (pág. 468). Al reflexionar sobre estas ideas, me di cuenta de que mi naturaleza coincide con la naturaleza de Dios, quien es el Espíritu infinito. Por esta razón, en la realidad divina no puede haber elemento material o ley física alguna capaz de causarme, a mí o a otra persona, sufrimiento.
A medida que estudiaba la Ciencia Cristiana, elevé mi pensamiento a Dios y comprendí más acerca de mi verdadera identidad espiritual como Su imagen y semejanza perfecta. Empecé a apartar mi pensamiento de la materia y el dolor, hacia la armonía del Espíritu. Como resultado de ello, sané en muy pocos días sin siquiera darme cuenta. Hace muchos años que no he vuelto a sufrir de otitis.
Otra curación importante que tuve mediante la oración fue de un problema urinario. Comencé a tener agudos dolores en la vejiga y a sentirme constantemente mojada, pues al caminar no lograba controlar el flujo de la orina.
Mi verdadera identidad, que es espiritual, jamás había sufrido y no podía sufrir de ningún problema físico.
Después de varios días de tener estos síntomas, le pedí a un practicista de la Ciencia Cristiana que me ayudara mediante la oración. Durante el tiempo que oramos juntos, las ideas de este pasaje me ayudaron mucho: “El Cristo eterno, su yo espiritual, jamás sufrió. Jesús trazó el sendero para los demás. Él develó el Cristo, la idea espiritual del Amor divino” (Ciencia y Salud, pág. 38). Este pasaje me recordó que mi verdadera identidad, que es espiritual, jamás había sufrido y no podía sufrir de ningún problema físico. También me di cuenta de que cuanto más alineado mantengo mi pensamiento con esta verdad, tanto más mi salud y todo lo que me rodea están en armonía.
En cinco días, estaba completamente sana. En los casi 20 años que han pasado desde entonces, los síntomas no han vuelto a manifestarse.
He recibido el maravilloso bien de encontrar la Ciencia Cristiana y aprender acerca del amor ilimitado que Dios tiene por Sus hijos. En el Amor divino estamos siempre protegidos y somos perfectos y felices.
Porto
