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Lo más importante: “Dios te ama”

Del número de febrero de 2013 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en alemán


 Antes de casarnos, mi futuro esposo y yo estábamos lidiando con un problema: Pertenecíamos a religiones diferentes y queríamos tener hijos pero ¿cómo serían bautizados? Yo estudiaba profundamente el Nuevo Testamento en busca de respuestas. 

Una noche, sintiéndome muy deprimida, oré con toda sinceridad y humildad pidiéndole a Dios que nos mostrara el camino. Yo estaba dispuesta a aceptar la respuesta de Dios. 

Al día siguiente, recibí la visita inesperada de un amigo a quien no veía desde hacía tiempo. Durante nuestra conversación comenzamos a hablar de Dios y me habló de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, también me dio el número de teléfono de una practicista de la Ciencia Cristiana, a quien podía recurrir para que me ayudara mediante la oración. 

Poco después hice una cita con ella. En aquel entonces, tenía una rodilla hinchada desde hacía dos días que casi no me permitía caminar. Además, tenía inflamada la faringe. Cuando toqué el timbre y ella abrió la puerta me rodeó un amor muy grande que no puedo describir. Luego le conté por qué me preocupaba tener hijos. Pero no hablamos de enfermedades. 

Lo más importante fueron sus palabras: “Dios te ama”. Esto era nuevo para mí porque no me había sentido muy querida. Llena de alegría, regresé a casa, repitiendo una y otra vez: “Dios me ama”. Ya no tenía ningún dolor en la pierna y mi garganta estaba bien. Al día siguiente estaba totalmente sana.  

La practicista me había dado un ejemplar de Ciencia y Salud, así que empecé a leerlo todos los días, tratando de aplicar todo lo que lograba entender. En aquella época yo trabajaba en una farmacia, y mis colegas notaron un cambio en mí, y que ya no estaba tomando el medicamento que tomaba antes. Nada podía irritarme porque sabía que Dios está siempre presente y lo abarca todo. Sentí amor por todo lo que me rodeaba y por todo aquel con quien me encontraba. Ya no tenía miedo de caminar por varias calles no iluminadas para llegar a mi casa. Había conocido a un Dios que es sólo Amor, y, como dice en la Biblia, “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera” (Génesis 1:31).

El problema respecto a nuestras religiones no se resolvió de inmediato. Mi prometido y yo decidimos casarnos en su iglesia para conformar a sus padres, pero sin hacer ninguna concesión a esa religión. Aparte de eso, me dediqué a aplicar lo que estaba aprendiendo y seguir el consejo de la practicista, quien también llegó a ser mi maestra de Clase Primaria en la Ciencia Cristiana. Ella me había dicho: “¡Pruébalo!” 

Seis meses después de comenzar a leer Ciencia y Salud y aplicar las reglas de la curación espiritual que el mismo contiene, descubrí que había sido sanada de muchas condiciones diagnosticadas por los médicos. Asma bronquial, un disco desviado, migraña, venas varicosas, dolor abdominal y neuritis, fueron todas sanadas por la oración y no se han vuelto a repetir desde entonces. 

Mi esposo, quien también se interesó en la Ciencia Cristiana, y yo, pronto comenzamos a asistir regularmente a la Iglesia de Cristo, Científico, en nuestro pueblo. Acordamos criar a nuestros hijos en la Ciencia Cristiana. La obediencia a las leyes divinas que se encuentran en la Biblia y en Ciencia y Salud tuvo un efecto positivo en todos los aspectos de nuestra vida. 

No siempre fue fácil, pero con los años nuestros parientes empezaron a aceptar más nuestra religión. Hoy mantenemos una amistosa relación con la mayoría de ellos. 

Yo había conocido lo más maravilloso que podía encontrar: la Ciencia del Cristo, una Ciencia que tienes que estudiar para comprender las verdades acerca de Dios y Su creación. Hace ya tres décadas que estoy estudiándola, y ha sido una labor colmada de alegría. 

He tenido muchas hermosas curaciones, y estoy inmensamente agradecida a Dios por haberme dirigido con tanto amor hacia la Ciencia Cristiana. 

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