La Ciencia Cristiana enseña que la Mente divina, Dios, es la causa y el creador infinito, omnisapiente, por siempre consciente, de todo ser. Puesto que Dios es uno, es Todo e infinito, lógicamente sólo puede haber una Mente, y esta Mente es en realidad nuestra única y verdadera Mente, ahora mismo. En Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy escribe: “En la Ciencia, la Mente es una, e incluye noúmeno y fenómenos, Dios y Sus pensamientos” (pág. 114).
Pero es obvio que en nuestra vida diaria también tenemos que lidiar con un supuesto “opuesto” a esta Mente verdadera y única. Para explicar esta anomalía la Sra. Eddy utiliza el término mente mortal, término que indica algo que sencillamente no existe. Ella explica esto con claridad cuando escribe: “Mente mortal es un solecismo del lenguaje, y entraña un uso impropio de la palabra mente. Puesto que la Mente es inmortal, la frase mente mortal implica algo que no es verdadero y por tanto, irreal; y la manera en que la frase es usada para enseñar la Ciencia Cristiana, tiene la finalidad de designar aquello que no tiene existencia verdadera” (Ciencia y Salud, pág. 114).
El Apóstol Pablo se refiere a esta supuesta mentalidad como la “mente carnal”, y les dijo a los romanos que esta mente era “enemistad contra Dios” (Romanos 8:7). La verdad es que es necesario abandonar el concepto falso de que exista una mente separada de Dios —y todos los rasgos de carácter que nos identificarían con esta llamada mente— para poder experimentar el “nuevo nacimiento” que demuestra nuestra identidad espiritual original como linaje de Dios, el Espíritu, según lo explicó Jesús (véase Juan 3:3).
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