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La oración científica

Del número de febrero de 2013 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en español 


La humanidad siempre ha anhelado conocer el propósito de su existencia y el origen de la vida. Algunas culturas han recurrido a ofrendas y danzas rituales para comunicarse con lo que consideran una inteligencia superior. Hay religiones como el budismo, por ejemplo, donde si bien no existe una deidad central, se intenta encontrar respuestas en historias que son metáforas de los procesos de crisis y búsqueda espiritual del ser humano. En cambio muchas otras religiones buscan su comunicación con la deidad a través de la oración. 

Hay diferentes tipos de oración, pueden ser audibles o silenciosas, de petición; y en ocasiones incluyen danza y canto. Por su lado, Mary Baker Eddy en su libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, habla de la oración científica, es decir, con comprensión espiritual. La oración científica es el reconocimiento de Dios, el Principio divino o Mente infinita que lo ha creado todo con perfección y armonía, incluso a nosotros como Su reflejo perfecto y armonioso.

Cuando oro me resulta muy útil razonar con estas verdades espirituales.

La Ciencia Cristiana nos insta a orar por nosotros mismos primero, y cuando lo hacemos antes de comenzar nuestras actividades diarias, estamos mental y espiritualmente preparados para ayudar a los demás.

El primer capítulo del Génesis declara que Dios es el único Creador. Él hizo el cielo, la tierra y todo el universo; creó al hombre a Su imagen y semejanza, y le dio dominio sobre todas las cosas. Finalmente vio que todo lo que había hecho era “bueno en gran manera” (véase 1:31). 

En Ciencia y Salud la Sra. Eddy afirma que el hombre es “el reflejo de Dios, o la Mente, y por tanto, es eterno; lo que no tiene mente separada de Dios; lo que no tiene ni una sola cualidad que no derive de la Deidad; lo que no posee ninguna vida, inteligencia ni poder creativo propios, sino que refleja espiritualmente todo lo que pertenece a su Hacedor” (pág. 475).

Cuando oro me resulta muy útil razonar con estas verdades espirituales. Lo hago reconociendo, por ejemplo, que puesto que Dios es bueno, Sus hijos y todo lo que los rodea reflejan el bien. Como Él es la fuente de la abundancia, la escasez no es la herencia de Sus hijos. Puesto que Dios lo sabe todo, la ignorancia no es el estado normal de Su creación y esta comprensión puede subyugar la ignorancia. Puesto que Dios es la Mente divina, Sus hijos tienen esa misma Mente por reflejo. Y como Dios es Todo-en-todo, no hay lugar que el mal, la enfermedad, el conflicto, puedan ocupar. 

Al ir tomando consciencia de que nuestra vida está en Dios, el bien, y que existe en Dios, percibimos que el mal es una ilusión en la consciencia humana. 

Este reconocimiento de que Dios es Espíritu y que nosotros somos la expresión del Espíritu, Su manifestación, nos ayuda a comprender que nuestra verdadera naturaleza es espiritual. Del Espíritu divino sólo puede emanar una creación tan espiritual y buena como Él mismo.

Esta Ciencia es la manifestación constante de la Verdad divina presente en nuestra vida diaria.

Nuestra percepción de la realidad espiritual pone en un segundo plano lo que los sentidos materiales nos presentan, y nos ayuda a ser vencedores cuando enfrentamos situaciones donde las cosas no parecen estar bien, porque nos impulsa a ver las cosas desde una perspectiva espiritual, como Dios las ve.

Este conocimiento espiritual me ha ayudado y protegido en varias ocasiones. Hace ocho años, por ejemplo, sané mediante la oración en la Ciencia Cristiana de un problema de artrosis y artritis del que sufría desde hacía mucho tiempo. También fui protegida un día de tormenta cuando estaba en la cama orando, y cayó un rayo en el transformador que está junto a la ventana de mi cuarto. Yo estuve a salvo y ni un solo bombillo de mi departamento se quemó.

En otra oportunidad, había surgido un brote de dengue en nuestra ciudad, y me enteré de que una niña vecina mía había sido diagnosticada con esta enfermedad. Cuando esa misma tarde fui a visitar a la familia, tuve la oportunidad de ver a la niña y le hablé acerca de Dios. Ella se alegró mucho con esos comentarios. Esto me llevó luego a reflexionar sobre las verdades espirituales que había estado aprendiendo sobre Dios y el hombre. Al día siguiente, su abuelita me contó que los médicos no le habían encontrado rastro alguno de la enfermedad.

La Ciencia Cristiana es demostrable. Su teología no son sólo palabras. Sus enseñanzas se pueden sentir y vivir a cada momento, cada día. Esta Ciencia es la constante manifestación de la Verdad divina, presente en nuestra vida diaria.

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