En una época, trabajé durante seis años como acompañante terapéutico, y convivía con una paciente. En su casa se reunían todas las noches unas 15 personas y se fumaba mucho. Al cabo de un tiempo, comencé a sentirme un poco ahogada y pensé que se debía a toda esa humareda. Así que le comuniqué a mi paciente que iría a dormir a casa de mi madre.
Como me seguía sintiendo muy mal, decidí consultar con un médico para tranquilizar los temores de mi madre. Acudí acompañada por una amiga.
El doctor me mandó a hacer una radiografía y cuando la vio me dijo que como máximo me quedaban 10 años de vida. El pronóstico fue que se me produciría una atrofia y terminaría mal. Sus palabras me impactaron de tal manera, que simplemente me levanté y me fui.
Así fue como empecé a soñar cosas desagradables. Aunque no me daba cuenta, estaba muy atemorizada por el tema de la herencia, pues mi papá, mi tío y mi abuelo habían fallecido de cáncer de pulmón.
Un día, una amiga me instó a que fuera nuevamente al doctor. Pero no quise hacerlo y en cambio decidí pedir ayuda a un practicista de la Ciencia Cristiana, quien aceptó apoyarme con su oración.
Así fue como comencé a orar, reconociendo que Dios, el Espíritu divino, me había hecho libre y que toda perturbación y ahogos no eran parte de mi herencia espiritual.
Me resultó muy útil el capítulo de la oración en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras donde Mary Baker Eddy escribe: “La lucha habitual por ser siempre buenos es oración incesante” (pág. 4). Y más adelante afirma: “El Amor divino corrige y gobierna al hombre” (pág. 6). Vi que había cosas que yo tenía que resolver en mi pensamiento. Una de ellas era que no estaba a gusto en mi trabajo y me sentía abrumada por ciertas situaciones que surgían allí. Todo esto me hacía sentir culpable y traía desarmonía a mi pensamiento ya que lo único que me mantenía allí era el buen sueldo que percibía.
Me di cuenta también de que, en lugar de pensar que Dios es Amor, seguía creyendo en la herencia de enfermedades de mi familia, y preocupada por mi situación laboral. Esto me impulsó a ser más persistente en mi estudio diario de la Ciencia Cristiana.
Un día, encontré este pasaje en el libro Retrospección e Introspección también de la Sra. Eddy: “La historia humana necesita revisarse y el registro material borrarse” (pág. 22). Fue maravilloso darme cuenta de que el hombre (y la mujer) espiritual, creado a imagen y semejanza de Dios, como dice el primer capítulo del Génesis, jamás puede estar propenso a tener enfermedades, jamás puede caer de su estado elevado, pues es uno con su Padre-Madre Dios, quien lo mantiene por siempre sano y lleno de vitalidad. Percibí que así como nada podía condenarme a estar enferma, mi padre, mi tío y mi abuelo tampoco jamás pudieron haber estado condenados a la enfermedad ni separados por un instante del amor de Dios. Puesto que Dios jamás había creado la enfermedad, esta no tenía realidad y no podía ser heredada. Sólo podemos heredar la armonía y el bien que provienen de Dios.
Comencé a ver que había cosas que yo tenía que resolver en mi pensamiento.
Después de estar orando de esta forma por unos dos o tres meses, de pronto noté que me sentía bien y que estaba libre de esos malestares; y no tenía ningún temor.
Meses después, cuando tuve que renovar el carnet de salud que me exigían en el trabajo, le comenté al doctor sobre mi situación e incluso le mostré los análisis y las radiografías que me habían sacado. Al verlos el médico determinó que se podía tratar de un cáncer de pulmón por lo que decidió hacerme un análisis más profundo; incluso me revisó los pulmones. Al terminar me dijo que yo estaba totalmente sana. Esta curación tuvo lugar hace más de 20 años.
Respecto a mi situación laboral, un año después, encontré un trabajo mucho más satisfactorio que trajo mucha armonía y alegría a mi vida, ya que fue así como conocí a mi esposo.
No tengo palabras para agradecer a Dios y a la Ciencia Cristiana por las bendiciones que he recibido.
Ciudad de la Costa
