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Ahora camino perfectamente

Del número de mayo de 2013 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en francés


 Encontré la Ciencia Cristiana en un momento muy difícil de mi vida. Me dolía muchísimo la cadera. Me dieron tratamiento en el hospital por este problema durante dos meses. El dolor en la cadera desapareció, pero entonces me empezaron a doler las dos piernas. Ya no podía moverme bien, y cuando caminaba tenía que detenerme, sentarme, y luego ponerme de pie nuevamente para continuar mi camino.

Una mañana, le pregunté a mi hermana qué podía hacer para sanarme, y que ya no quería tomar más remedios. Ella primero me sugirió una curación con hierbas, pero yo insistí en que estaba buscando un tratamiento sin ninguna medicina. Entonces me dijo: “Ah, hace un tiempo me dieron un libro que habla sobre eso. Te lo voy a dar”. Así fue como me dio Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. Era la primera vez que veía este libro, y empecé a leerlo de inmediato.  Al principio no entendía mucho, pero persistí. Lo leía con mucha frecuencia. 

Pocos días después, le pedí a uno de mis hermanos que obtuviera más información sobre la Ciencia Cristiana. Al hacerlo se enteró de que había una Sociedad de la Ciencia Cristiana en Lomé, que celebraba servicios religiosos.  

Ese mismo domingo fuimos al culto, mi hermano, otra de mis hermanas y yo. Cuando cantamos los himnos, todos se pusieron de pié, pero yo no pude por el dolor que tenía en las piernas. Lo intentaba, pero tenía que sentarme de nuevo y cantar sentada. Esto continuó durante alrededor de un mes. Sin embargo, el dolor había comenzado a disminuir. 

Entonces noté un escrito en la pared de la iglesia que decía: “El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana” (Ciencia y Salud, pág. 494). Reflexioné muy detenidamente sobre estas palabras para hacer mío ese pensamiento. Cada vez que sentía dolor, pensaba: El Amor divino cuida de mí; siempre ha sanado; siempre ha respondido a las necesidades de Sus hijos, y está respondiendo a mis necesidades también; yo estoy bendecida. 

Exactamente no sé cuándo, pero unos dos meses después me di cuenta de que estaba sana. Me había olvidado del problema, así que estando en la iglesia, espontáneamente me ponía de pié para cantar los himnos. Hasta que un día, de pronto noté que estaba cantando parada, y que no necesitaba sentarme y descansar cuando caminaba por la calle. ¡Ya no tenía dolor! Mi alegría fue inmensa porque el Amor divino había respondido a mi oración. Había obtenido una curación completa. Esta curación tuve lugar hace 20 años. Mi gratitud no tiene límite. 

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