Todo el que ha encontrado una vida más abundante en Cristo naturalmente desea que otros experimenten esa bendición. Así que constantemente surge la pregunta: “¿Cuál es la mejor manera de alcanzar un mayor conocimiento del amor y el poder sanador de Dios?”
En la que a veces se denomina “la parábola de los suelos”, Jesús habla sobre los escasos resultados que se logran cuando las semillas se esparcen en una tierra que no puede sostenerlas. Es bueno considerar cuándo y cómo compartir la palabra de Dios con los demás. Incluso puede que sea más importante cuidar bien el “suelo” de nuestro propio pensamiento para que cuando la compartimos dé buenos frutos.
En 1916 una iglesia de la Ciencia Cristiana en California le pidió a un miembro joven llamado Julian Alco que comenzara a trabajar de capellán en la gran prisión estatal de San Quintín, labor que ya estaba haciendo en otras instituciones de la ciudad y el condado. Él tenía mucho entusiasmo, pero los funcionarios de la prisión rechazaron su solicitud. Sólo le permitieron hacer visitas comunes —ver a un interno a la semana durante 30 minutos— aunque 50 hombres estaban pidiendo reunirse con él.
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